El obispo Enrique Angelelli, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico catequista Wenceslao Pedernera fueron declarados beatos ayer durante una ceremonia en la ciudad de La Rioja, presidida por el enviado del Papa Francisco, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Angelo Becciu. El Vaticano dio por probado que los asesinatos se dieron «por odio a la fe».

Enrique Angelelli supo orientar el compromiso del Evangelio con los más necesitados. Por eso era conocido como el obispo de los pobres y de los trabajadores. Así lo llamaban y lo siguen llamando los riojanos. De la ceremonia participaron unos 50 obispos argentinos, presididos por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, y unos 300 sacerdotes. En representación del gobierno nacional, participaron la vicepresidenta Gabriela Michetti y el secretario de Culto, Alfredo Abriani, como también los gobernadores de La Rioja, Sergio Casas; de Catamarca, Lucia Corpacci; de Córdoba, Juan José Schiaretti; de Salta, Juan Manuel Urtubey; y el presidente del Partido Justicialista nacional José Luis Gioja.

La vicepresiedenta sufrió el rechazo de algunas de las organizaciones cristianas que participaron de la ceremonia. Con la consigna de «Michetti no sos bienvenida», cerca de una decena de argupaciones emitieron un comunicado en el que señalaron tires «repudian» la presencia de Michetti. «Este gobierno de hambre, ajuste y represión, insulta la memoria de nuestros mártires». Además se pudo ver una bandera que decía: «Michetti, el gobierno nacional insulta la memoria de nuetsros mártires».   

El acto se realizó frente a una multitud de peregrinos reunidos al aire libre en el Parque de la Ciudad, rodeados de cerros y con un cielo despejado. Becciu destacó el legado de los mártires como «modelos de vida cristiana» que dejan a la sociedad argentina el obispo Angelelli, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico catequista Wenceslao Pedernera, que se convirtieron ayer en los primeros mártires de la Iglesia argentina asesinados por la dictadura.

«Se ofrecieron a Dios y al prójimo en un heroico testimonio cristiano, que tuvo su culmen en el martirio», remarcó Becciu en su mensaje y agregó: «Ellos fueron testigos fieles del Evangelio y se mantuvieron firmes en su amor a Cristo y a su Iglesia a costa de sufrimientos y del sacrificio extremo de la vida».

Al explicar el contexto en el que fueron asesinados, Becciu indicó que «el régimen dictatorial consideraba sospechosa cualquier forma de defensa de la justicia social» y los cuatro beatos «desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales; atenta a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales».

Después de la lectura de la biografía de los cuatro mártires se dio paso al rito –en latín– de la beatificación aprobada por el Vaticano, al probarse que los asesinatos durante la última dictadura constituyeron un martirio. «