El alcance y el resultado que tenga la propuesta lanzada por el gobierno argentino para renegociar la deuda externa argentina también implica un hito clave para el Vaticano que, durante los últimos cuatro meses, generó una serie de apoyos políticos para respaldar la oferta que finalmente el ministro de Economía, Martín Guzmán, presentó este jueves. En ese lapso, la serie de movimientos de la autodenominada Santa Sede contrasta con el silencio de los últimos cuatro años con respecto a la Argentina: desde la foto política que construyó en Roma, cuando reunió a fines de febrero al ministro, a su mentor, al premio nobel Joseph Stiglitz y a una católica ferviente, como la directora del FMI Kristalina Giorgieva, hasta las gestiones personales que hizo el Papa Jorge Bergoglio a principios de ese mes con la canciller alemana, Angela Merkel, para que recibiera en Berlín a Fernández, dentro de la gira que realizó por Europa para sumar el respaldo de los países que integran el directorio de organismo financiero, aunque la acción de oro la posee Estados Unidos.

La señal más reciente fue lanzada el domingo pasado con la carta que Bergoglio les mandó a los movimientos sociales para respaldar su rol ante la pandemia. Los definió «como un ejército invisible», sostuvo que son ignorados por el poder y puso en marcha su última propuesta económica ante la crisis. Les escribió que es el momento de debatir la implementación de un salario universal para los trabajadores precarizados y tomó el guante de dos décadas de debates políticos e intelectuales sobre ese tema. Desde el jueves, tanto en la Casa Rosada como en Roma saben que comenzaron tres semanas clave para la renegociación de la deuda, donde los principales tenedores de bonos «jugarán fuerte», según anticipó Guzmán, en referencia a las amenazas veladas que ya le advirtieron esos fondos desde Washington.

En la Cancillería sostienen que Bergoglio es el «principal aliado que tiene la Argentina en el mundo». Admiten que el Vaticano se mantendrá expectante y silencioso durante los próximos 20 días. El wait and see (esperar y ver) podría alterarse en caso de que los tenedores de bonos organicen una embestida que busque deslegitimar la oferta (que ya tiene el visto bueno del FMI) e intente desestabilizar al gobierno de Fernández en medio de la pandemia.

Con respecto al vínculo con Roma, Buenos Aires no movió otra ficha que el anuncio de la oferta de este jueves. Pero los próximos pasos políticos implicarán la reapertura del puente aéreo entre ambas capitales, que mantuvo un ritmo hiperactivo desde marzo de 2013, cuando Bergoglio fue electo Papa. Y si bien redujo su velocidad durante los cuatro años de mandato de Macri, recuperó el pulso desde diciembre pasado, hasta que la pandemia congeló todo.

Podría reanudarse esta semana, cuando salga de Roma un charter enviado por el gobierno italiano para repatriar argentinos y, cuando regrese, llevarse a los connacionales que desean volver a Italia. En ese viaje, posiblemente se sume la flamante embajadora argentina ante el Vaticano, María Fernanda Silva. Afrodescendiente, de origen argentino, la diplomática es la única funcionaria de ese rango del servicio exterior argentino que insiste con viajar a Europa y asumir su cargo en el Vaticano en plena pandemia. «En medio de esta situación de angustia y zozobra, Silva es la única que ha ofrecido viajar a su destino, y esa predisposición ha sido muy valorada por (el canciller Felipe) Solá», confió a Tiempo una alta fuente del Palacio San Martín para confirmar el interés de la diplomática de carrera por regresar a una de las capitales europeas más golpeadas por la pandemia.

Silva ya estuvo en la embajada argentina ante el Vaticano, como segunda funcionaria detrás de Eduardo Valdés, el actual diputado nacional y amigo de Bergoglio que estuvo al frente de esa delegación durante el segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández. En 2007 también fue secretaria de la embajada en Caracas. En esos años, el nuncio apostólico ante el gobierno de Hugo Chávez era Pietro Parolín, el actual secretario de Estado de Bergoglio, una de las sotanas más influyentes en la actual política exterior del Vaticano.

La funcionaria podría arribar al aeropuerto romano de Fiumicino cuando finalice esta próxima semana. Deberá cumplir la cuarentena prevista antes de poder entregar las cartas credenciales, pero sólo restan detalles operativos para que pueda asumir su cargo. El arribo a Roma, generado al calor de su persistencia y de la necesidad coyuntural, implicará el desembarco de una interlocutora política clave entre el presidente Fernández y el Papa Bergoglio, dentro de una agenda bilateral que no sólo está signada por la deuda, el plan contra el hambre y la creación de un salario universal. También tiene sobre la mesa la preocupación compartida de ambos mandatarios con respecto a los movimientos militares que realiza la marina de los Estados Unidos en las costas de Venezuela, luego de ofrecer recompensas millonarias en dólares para detener al presidente Nicolás Maduro.

Los movimientos bélicos en el Mar Caribe que ordenó el norteamericano Donald Trump son leídos como parte de su estrategia electoral para la reelección que pondrá en juego este año, con el objetivo de seducir al electorado republicano de Florida. Pero tanto Roma como Buenos Aires ya pidieron el levantamiento del bloqueo a Cuba y el cese de los hostigamientos a Venezuela en medio de la pandemia. Ese tema también estará presente en la serie de coincidencias que Bergoglio comparte con Fernández y que la embajadora Silva comenzará a administrar apenas ponga un pie en Roma.