Cuando en abril del año pasado el volcán chileno Calbuco montó su alfombra gris por todo el norte de la Patagonia –sobre todo del lado argentino, por el infortunio de los vientos–, la oscuridad atrapó el presente de los pobladores sureños. Cómo seguir. Una sentencia era recurrente: nada podrá emerger de este suelo. Pero tres estudiantes de la zona demostraron que no era verdad. Le encontraron el lado “positivo” y probaron que las cenizas son útiles al crecimiento de plantas. Lo ensayaron con rabanitos. Tuvieron razón. Y Google los eligió finalistas en su Feria de Ciencias.

Félix Aliaga, de 17 años oriundo de Las Ramadillas (Neuquén); Jeremías Lihuen Porma Favre (16), de Comallo (Río Negro), y Martín Arce (17), de Pilquiniyeu del Limay (Río Negro), cursan –y viven– de septiembre a mayo en el colegio secundario agrotécnico CEI “San Ignacio” de Junín de los Andes, establecimiento público de gestión social que recibe alumnos de comunidades rurales de ambas provincias.

Entre el 22 y el 23 de abril del año pasado, el Calbuco disparó un total de 0,56 km3 de cenizas. Jorge Eduardo Romero Moyano, estudiante de Geología e investigador adjunto en la Universidad de Atacama (Chile), lo grafica: “Es un rango de 650 a 1200 veces el volumen de un estadio de fútbol con capacidad para 50 mil personas completamente relleno de ceniza”. Cuando los chicos llegaron del receso escolar, el polvo gris y el escepticismo lo cubrían todo, especialmente en los agricultores que luchaban contra la falta de agua. Había que buscar una salida y nada mejor que hacerlo desde el Club de Ciencias “Huechulafquen” que funciona a contraturno en el colegio, y al que asisten los tres chicos.

“En el Club de Ciencias queríamos algo que pudiera ayudar a la granja de la escuela”, cuenta Jeremías. La primera pregunta que se formularon fue clara: “¿Podrá usarse la ceniza volcánica para crecer los cultivos?”. En octubre empezaron los ensayos, basados en un trabajo anterior, para probar la eficiencia de distintos sustratos utilizados en horticultura. “Como teníamos mucha ceniza volcánica por todos lados pensamos en probar también con ella”, acota la docente y coordinadora del Club, Ana Prieto. Apelaron a cuatro elementos como sustrato para el cultivo de rabanitos en huerta, al aire libre y en invernadero: suelo sin cultivar, guano, compost y ceniza volcánica. Querían comparar la fertilidad, la retención hídrica y el crecimiento de los rabanitos. El primer test fue en 2015 y el segundo a comienzos de 2016, queriendo verificar si obtenían los mismos resultados. La ceniza exhibió mayor retención de agua que el suelo testigo, pero menos que el compost y el guano, aunque estos dos escasean en la zona. Lo principal fue que en el crecimiento de los rabanitos no registraron diferencias, lograron la misma calidad de rabanito cultivado en cenizas respecto a los otros sustratos. Subraya Jeremías que “en la ceniza los rabanitos crecen más homogéneamente que en el compost y el guano”. La ceniza hace un gran trabajo de conservación de agua, aun sin tener propiedades nutricionales (algo que se puede mejorar mezclándola con otro sustrato o fertilizando): “Concluimos que la ceniza volcánica puede ser utilizada para producir rabanitos”, sentencia Prieto. Y responde por qué la elección del rabanito: “Se eligió por ser una especie de período corto que permitía realizar dos ensayos en el mismo verano”.

En el Club de Ciencias seguirán las investigaciones con otras especies hortícolas “para ver si tienen el mismo comportamiento”. En el día a día los pueblos del norte patagónico se van acostumbrando al nuevo paisaje con tonalidades grises. Los días ventosos aún vuelan nubes de cenizas que nunca llegan retirarse por completo, y que obligan al encierro casero. Este invierno las lluvias fueron escasas y se introdujeron poco en el suelo. Mientras, más gente busca salidas con esa materia prima, como es la fabricación de ladrillos de cenizas. Todos coinciden: en el sur saben lo que es hacerle frente a las adversidades. «

Sus referentes entre los científicos

Los chicos tienen dos referentes concretos: la física argentina Gabriela González, que participó del descubrimiento de las ondas gravitacionales predichas por Albert Einstein; y Miguel San Martín, ingeniero aeroespacial de la NASA, nacido en una chacra en Villa Regina, Río Negro. El grupo ya sabía de la Feria de Ciencias de Google desde sus inicios. Y su investigación la encararon con la idea de ser presentada en su sexta edición de este año. Fueron los únicos argentinos en los cien finalistas, entre miles de estudiantes que participan por más de cien países de todo el mundo. Además resultaron entre los finalistas de los proyectos innovadores de Impacto Comunitario.