La postal de la residencia presidencial rodeada de policías armados recordó las peores épocas de la Argentina. Más allá de la aparente resolución del conflicto, quedó en el aire cuál fue el origen de la protesta. Alberto Fernández lo acotó a un reclamo salarial, pero los medios parecieron insuflar un aire más espeso. ¿Hubo un intento de desestabilización?

Tiempo habló con los analistas Luis Alberto Quevedo, Hilario Moreno y Ricardo Rouvier para abordar la situación que se vivió la última semana. Los tres estuvieron de acuerdo en que no se trató de un intento de golpe de Estado, pero hay distintas posturas sobre si existe o no la intención de horadar al gobierno.

Luis Alberto Quevedo, director de Flacso Argentina, recordó que en Ecuador y Bolivia los intentos, en el primer caso, y la destitución de su presidente en el segundo, empezaron con protestas de las fuerzas de seguridad. “Estamos en una región que comenzó a tener a las fuerzas policiales como protagonistas de movidas institucionales. No podemos pensar que la Argentina esté exenta de este tipo de cuestiones”, explicó el sociólogo.

Quevedo ponderó la respuesta institucional que se vio en la Argentina durante la protesta, pero puso en duda las intenciones de la movilización. “El gobierno intentó bajar la lectura política. Lo colocó como un reclamo salarial. Parecería que el uso de los patrulleros y la presencia de policías armados se puede prestar a otro análisis”, dijo.

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Por eso destacó a algunas “figuras de Cambiemos que se sumaron al repudio”, aunque admitió que hubo otros dirigentes que fueron más ambiguos. Analizó el rol de los medios concentrados que en opinión del sociólogo “parecerían conducir a la oposición”.

Para Quevedo, no es casual que los diarios con mayor circulación de la Argentina hubieran salido en dos jornadas de la misma semana con títulos y fotos muy similares. “Clarín y La Nación sumaron un elemento más a la idea de desgobierno”, señaló. “El gran ordenador del discurso opositor es el sistema concentrado de medios. Determinan la agenda, cuáles son los elementos más importantes. Son los que legitiman voces y palabras que no tienen la representatividad que les adjudican, como Elisa Carrió o Javier Milei”, señaló.

El sociólogo considera que “la oposición mediática tiene un objetivo claro, enrarecer el clima político para que nada de lo que haga el gobierno adquiera importancia y se legitime” de cara a la sociedad.

El director de Flacso Argentina cree que a pesar de la pandemia una porción mayoritaria de la población se hubiera manifestado de ser necesario para contrarrestar las movilizaciones policiales. “Da la impresión de que hubiera sido esperable que llenaran una plaza. El gobierno pidió que no fueran y quedó como una cuestión salarial. Pero no hay que dejar de prestar atención a cómo funciona el sistema político y la sociedad. Nunca hay que dejar de mirar cómo responde la calle. Por la pandemia la gente no pudo participar, quedó desdibujada esa posición”, le dijo a Tiempo.

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Hilario Moreno, director de la consultora Dicen, coincidió en que en la protesta de la policía hubo una intención de «limar al gobierno». «Queda la pregunta de qué parte es espontánea y qué parte no», planteó.

El politólogo destacó el papel de los medios en el conflicto. «La desestabilización no se arma en el nivel de la representación policíaca. Intentan mostrar que es ‘la gente’ la que está enojada, cuando son organizaciones las que se arrogan la representación. Buscan que funcione como una profecía autocumplida. Anticipan lo que quieren que pase y llevan a pensar a la gente que las cosas no funcionan de manera óptima. Es una acción política. No dan un golpe, pero debilitan. Están al límite de las reglas del juego”, explicó.

Para Moreno este tipo de acciones “buscan un efecto electoral en la opinión pública. Casi todas las encuestas muestran que Alberto Fernández arrancó la cuarentena con una imagen muy alta y de a poco la va perdiendo, hay un desgaste. ¿Hubiera ocurrido igual por la pandemia? No sabemos, pero estas cuestiones colaboran. En vez de unificar a todos en torno al gobierno hacen que se desgranen electores”, señaló.

“La idea es generar la sensación de que ‘la gente’ tiene un descontento, así otras personas piensan que hay algo que está mal hecho y se replantean las cosas. En el 98% de los casos hay conflictos de origen institucional, con actores que tienen intereses. Son poderes discrecionales, no democráticos, que la derecha utiliza para actuar. No van a los cuarteles para los golpes de Estado”, comparó.

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“Hay insatisfacciones por la cuarentena. Son sociales, económicas, pero con otras cuestiones consiguen que se señale al gobierno. Eso pone en segundo plano los logros como la negociación de la deuda o el IFE”, cerró Moreno.

Rouvier, en cambio, no observa «tantos movimientos destituyentes». «No porque la oposición sea buena o mala sino porque es ineficiente y está dividida. Aprovechan los tropiezos del gobierno», dijo.

«El gobierno asumió en una situación muy dramática que no cualquier gestión puede resistir. Después apareció la pandemia y cada problema es un examen: telecomunicaciones, Vicentin, la policía. El principal opositor del gobierno es la pandemia», consideró.

«Los medios hacen su trabajo editorial. Clarín tiene una pelea a muerte con Cristina. Veo el ejercicio del medio, pero lo entendemos nosotros. Un ciudadano no es tan influenciable con algo que no comprende tanto como los que se ocupan de la política», señaló.