Los madrileños van este martes a elecciones en medio de intimidaciones políticas que no se vivían desde el retorno de la democracia y con la sensación de que la polarización ideológica logró barrer debajo de la alfombra gran parte de las miserias de sectores de la dirigencia que se postulan a presidir la Comunidad, de 6,8 millones de habitantes y la segunda más rica de España.

Si las encuestas no yerran por mucho, la actual presidenta Isabel Díaz Ayuso logrará una mayoría suficiente como para quedarse en el cargo en alianza con la ultraderechista Vox. Si se atiende a las declaraciones de ambas fuerzas, no hay demasiada diferencia y sería la alianza natural.

Vox lleva como candidata a Rocío Monasterio, hija de un acaudalado terrateniente cubano exiliado tras la Revolución, y ella, arquitecta, haría empalidecer a algunos “gusanos” de Miami por percibir señales comunistas en cualquier expresión social. Se hizo viral su violento cruce con Pablo Iglesias en un debate televisivo. Díaz Ayuso, a su vez, no tuvo empacho en afirmar que “si nos llaman fascistas es que estamos haciendo las cosas bien”.

Clima de época, la aparición de Vox –la agrupación neofranquista de Santiago Abascal– inclinó el amperímetro del debate público legitimado desde los Pactos de La Moncloa, de 1977, hacia límites peligrosos para la convivencia. La coexistencia pacífica entre el PSOE y el PP, al menos en las primeras décadas de la transición democrática, llevó crecimiento y desarrollo a un país que salía de una cruenta dictadura.

Pero la crisis económica de 2008 golpeó primero en España. Eso, sumado a los escándalos de la monarquía y a los casos de corrupción en la dirigencia política, sobre todo en el conservador Partido Popular, crearon las condiciones para la emergencia de un partido de corte populista a la manera latinoamericana, Podemos, crítico por izquierda del statu quo. La competencia de centro provino de Ciudadanos, ahora al borde de la extinción. Vox, por ultraderecha, fue la frutilla del postre.

Díaz Ayuso, una impetuosa especialista en comunicaciones nacida el mismo año de la Constitución, 1978, llegó al poder en agosto de 2019 tras una maniobra para impedir la investidura del socialista Ángel Gabilondo. En una temeraria decisión, el 10 de marzo disolvió la Asamblea de Madrid y llamó a elecciones. Usó cada recoveco legal para que los comicios cayeran un martes, con lo que la participación probablemente sea menor. Pero por lo que muestran los sondeos, no le irá mal ya que se augura que el PP quedará a media docena de escaños de la mayoría. Con la ayuda de Vox, estará en condiciones de formar un gobierno a su gusto.

Las izquierdas –el PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos– quedarían atrás del PP, que viene gobernando la Comunidad desde 1995 en forma ininterrumpida. Un milagro inestimable si se tiene en cuenta que los cinco presidentes anteriores terminaron todos procesados por distintos casos de corrupción. En el PP algunos dirigentes tienen más prontuario que currículum. Incluso la expresidenta madrileña Cristina Cifuentes renunció en 2018 cuando se divulgó que su master en la Universidad Rey Juan Carlos era trucho.

Iglesias, vicepresidente de España en alianza con Pedro Sánchez, se bajó del cargo en marzo para dar pelea en la capital. En ese sector quedaría tercero, detrás de Gabilondo, que vuelve por la revancha. El PSOE apuntaba para más al principio, pero los apoyos fueron para Más Madrid o se diluyeron. Diferencias entre los máximos líderes de Podemos, Iglesias e Íñigo Errejón, terminaron beneficiando a la derecha en 2019 y Carmena perdió la reelección a pesar de una gestión que todos indican encomiable. Lo peor, alejaron la posibilidad de derrotar al PP, que siempre termina gobernando la Comunidad aún con máximos del 30 por ciento.

Estas últimas semanas de campaña fueron de órdago. Iglesias denunció haber recibido una carta con balas a su residencia. Otros dirigentes también denunciaron haber recibido “regalos” amenazantes por correo. Una forma quizás de disimular un elefante en medio de una manada. En todo caso, la campaña giró de “comunismo o libertad”, como proponía la presidenta de la Comunidad, a “fascismo o democracia”.

PRINCIPALES CANDIDATOS:

ISABEL DÍAZ AYUSO

Foto: @IdiazAyuso / Twitter

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y con un Máster en Comunicación Política y Protocolo, esta oriunda de Chamberí, a los 42 años demuestra un sólido conocimiento de los entresijos de la política madrileña. Estuvo a cargo la página web y las redes del PP y fue jefa de la campaña digital de Cristina Cifuentes en 2015 y tras la crisis en el partido, fue descollando con una fuerte personalidad y su disposición a correr riesgos. En 2019 fue electa presidenta de la Comunidad y en medio de la pandemia, encabezó el rechazo a las restricciones ordenadas desde el gobierno central. Para una ciudad que depende en grandísima medida de visitantes exterior, eso le granjeó la simpatía de sectores ligados al turismo. De allí que se juegue mucho este martes, de cara a liderazgos en la interna partidaria. A falta de opciones por la derecha institucional, Díaz Ayuso se ve cruzando de la Real Casa de Correos, alli frente a la Puerta del Sol, hasta el Palacio de La Moncloa. «Yo no voy a pactar con el desastre, que es lo que es el PSOE. Son una calamidad para España», dice como en letanía,

ANGEL GABILONDO


Descendiente de una familia numerosa en la que entre sus nueve hermanos hay periodistas, médicos de renombre, religiosos y empresarios, tuvo una formación católica con los Corazonistas de San Sebastián, donde nació en 1949. Pero fue sopesando sus fundamentos tras cruzar la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universitad Autónoma de Madrid, de la que egreso en 1980 y en la que dio clases y llegó a rector. Desde ese lugar dirigió instituciones vinculadas primero a la enseñanza superior de la capital española y luego de todo el país, Fue ministro de Educación con José Luis Rodríguez Zapatero, el más socialista de los jefes de Gobierno hasta Pedro Sánchez, tambièn del PSOE. No es la primera vez que compite por la Comunidad. En 2015 perdió contra Cristina Cifuentes, quien luego renunció por escándalos varios. En 2019 obtuvo más votos para la presidencia, pero no logró urdir alianzas suficientes para la investidura. Ahora espera, con un estilo sosegado y si se quiere desangelado, poner fin a 26 años de gestión conservadora. Los astros no parecen estar de su lado, pero nunca se sabe.