No se trató sólo de un show. Va mucho más allá de que recién ahora el público argentino está teniendo el gusto de encontrarse casi mano a mano con una de las artistas claves del rock y el punk, pionera y sana influencia para tantas y tantos. La obra y personalidad de Patti Smith (72 años) parecen hechas a la medida de los tiempos que corren. Entonces sus canciones, su obra y ella misma se revitalizan y multiplican sentidos. La postal más emblemática de esa impronta se vio sobre el final de la noche. Pero antes pasaron muchas cosas.

Poco después de las 21, Smith subió al escenario, ante la algarabía general de un Luna Park repleto. Minutos antes, Paula Maffia, el crédito local, había calentado la noche con un puñado de canciones sentidas y su entrega de siempre. La presencia de Smith proyecta una magia única que entrecruza aires chamánicos, sensibilidad de poeta y bríos de agitadora. Propone una liturgia de rock sin clichés, desde su voz potente y profunda, pasando por sus palabras y articulada desde su baile grácil y sus manos inquietas.

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La banda que acompañó a la cantante está formada por Lenny Kaye (guitarra), Jack Petruzzelli (guitarra), Tony Shanahan (bajo y teclados), Jay Dee Daugherty (batería).  La noche incluyó trece temas y casi una hora y media de show. Pero no faltó nada. No fue necesaria un maratón de canciones, corridas sobre el escenario y el protocolo del rock caduco. Algo tan sencillo como un artista cantando y poniendo el corazón mata pirotecnia y condescendencia. Así fueron pasando la apasionante “Dancing Barefoot”, el reggae “Redondo Beach” (favorito de Morrissey), una intimista versión de piano y voz de “After the Gold Rush” (Neil Young), la emotiva «Beneath the southern cross» –dedicada a la gente que «perdió la vida luchando por la justicia social»– y las versiones de «Beds Are Burning» (The Midnight Oil) y «I’m free» (Rolling Stones, que incluyó una parte de «Walk on the Wild Side», de Lou Reed), esta última funcionó también como una oportunidad para que la cantante se tome unos minutos de descanso.

Pero todavía faltaba lo mejor. La fuerza subyugante de “Because the Night” (Smith-Springsteen), que la cantante dedicó a su novio eterno, Fred “Sonic” Smith, fallecido hace 25 años; y la explosión con «Gloria» (Van Morrison), que además de su letra vibrante –»Jesús murió por los pecados de alguien pero no por los míos»– desató una explosión colectiva cuando Patti recibió una bandera Whipala que ató a su muñeca, poco después de haber abrazado con el mismo cariño un pañuelo verde. A veces, muy pocas, todo encaja en el lugar y momento exacto. El bis y final definitivo fue con «The People Have the Power», con todo el estadio agitando y la hija de Smith en el piano.

Fue una noche mágica de una artista que trasciende los tiempos y, no casualmente, desborda actualidad.

-Patti Smith. 21 de noviembre en el Luna Park.

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