Hace apenas siete años el turismo era un sector que generaba divisas para la economía nacional. Esa situación se modificó drásticamente y no hay señales ni políticas que tiendan a revertirlo.

El déficit de la balanza comercial Argentina ya es un problema grave para la economía argentina. En el acumulado de los ocho primeros meses, según el Intercambio Comercial Argentino (ICA-INDEC) llegó hasta 4.500 millones de dólares, el peor déficit para el período en los últimos 23 años. Consultoras proyectan que a fin de año se plasmará el mayor déficit en la historia económica del país. El proyecto de presupuesto 2018 elaborado por el ejecutivo estima que el problema se irá agravando año a año hasta llegar a un déficit de U$S 7.600 millones en 2021. El correlato es el fuerte endeudamiento externo que promueve el gobierno para financiar, entre otras cosas, las crecientes importaciones.

Sin embargo ese indicador mide el flujo comercial de bienes sin incluir servicios como el turismo, un sector especialmente sensible al tipo de cambio. La salida de dólares del país por este ítem, según datos del BCRA (MULC) acumula más de U$S 8.600 millones en los primeros ocho meses del año contra un ingreso de apenas U$S 1.290 millones. Así, el déficit sectorial ya alcanza los U$S 7.300 millones de dólares. Para entender la envergadura del problema basta observar los datos del ICA que muestran que, hasta agosto, la exportación primaria (sin elaborar) de cereales y de semillas y frutos oleaginosos, había acumulado U$S 7.184 millones. El año pasado, en el mismo período, se habían exportado esos productos primarios por el equivalente a U$S 8.163 millones. Otro indicador que muestra la magnitud del problema son las divisas destinadas a la importación de bienes de capital (sin equipos de transporte) que, hasta agosto, llegaron a U$S 6.593.

La última Encuesta de Turismo Internacional del mes de agosto arroja datos contradictorios sobre la tendencia del sector. El informe, que mide el ingreso de turistas extranjeros y la salida de argentinos al exterior por vías aéreas reflejó en ese mes un demorado repunte en el ingreso de turistas extranjeros al país que venía deteriorándose en los últimos años. Durante el año pasado la llegada de turistas extranjeros se había retraído un 1,5% con relación al año anterior con un marcado retroceso registrado durante el primer semestre del año. Los motivos: la crisis en Brasil, el principal mercado emisor, la unificación del mercado de cambios y la suba de precios internos que devaluó la capacidad de compra de los turistas extranjeros que se valían del mercado paralelo de divisas.

El incremento de un 5,7% en los ingresos de turistas en agosto se vio opacado por la persistente salida de residentes al exterior que, con 381 mil, creció un 17,1% con relación a agosto del año pasado y, con algo más de 3 millones de personas, ya acumula un 19% de incremento en lo que va del año.

Según datos del BCRA en el Mercado Único y Libre de Cambios durante los primeros 8 meses de este año salieron por el concepto de viajes y compras en el exterior, más la compra de pasajes al exterior, U$S 8.600 millones cuando, durante 2016, en el mismo período había sido de U$S 6.571 millones. En los años previos el registro indica U$S 5.797 millones en 2015, U$S 4.913 millones en 2014 y un pico de U$S 6.870 millones en 2013 (a partir de ahí se implementó el “cepo”). En 2012 habían salido U$S 4.880 millones, en 2011 U$S 3.025 millones, en 2010 U$S 2.147 millones y en 2009 U$S 1.768 millones.

Por el lado de los ingresos, en estos primeros ocho meses el BCRA registró divisas por turismo por U$S 1.265 millones. En 2016 habían sido U$S 963 millones, en 2015 U$S 685 millones, en 2014 U$S 921 millones, en 2013 U$S 1.184 millones, en 2012 U$S 1.936 millones, en 2011 U$S 2.445 millones, en 2010 U$S 2.369 millones y en 2009 U$S 1.861 millones.

Así, el 2010 fue el último año que registró superávit, algo que se venía sosteniendo desde el año 2005 a partir de la fuerte devaluación del peso luego de la salida de la convertibilidad y el posicionamiento de la Argentina como destino turístico internacional.
Con todo, los datos del BCRA de los años 2014 y 2015, en lo que se refiere al ingreso de dólares por turismo, no registran las operaciones en el mercado paralelo al que recurrían los turistas para aprovechar el diferencial de un 50% promedio entre el cambio oficial y el denominado “dólar blue”.

Del mismo modo, la cifra de este año, además, está subestimada puesto que a partir del levantamiento de las restricciones, la compra de dólares minorista ya no exige la especificación del destino y, por lo tanto, muchas de las operaciones se computan en otro ítem.

El gobierno, al levantar las restricciones generales en el mercado de divisas (cepo) produjo, devaluación mediante, una equiparación cambiaria entre el turismo receptivo y el emisivo. Sin embargo, esa devaluación no impactó favorablemente en el turismo receptivo que ya gozaba de los beneficios del dólar paralelo que incluso cotizaba por encima del nuevo dólar oficial. Por el contrario, la inflación resultante terminó deteriorando la competitividad turística.

Para el turismo emisivo, el impacto de la devaluación fue menor que a nivel general puesto que el denominado dólar turístico ya se ubicaba alrededor de los $13. Además, en la primer parte del 2016 los turistas locales siguieron saliendo del país haciendo uso de pasajes que habían adquirido en cuotas sin interés previo a la salida del cepo especulando con que, más adelante, se harían inalcanzables. La crisis política y económica brasilera, además, afectó al principal mercado emisor. A la par, la inflación interna fue deteriorando el tipo de cambio y la competitividad.

La combinación entre los desequilibrios macroeconómicos de la gestión anterior y las medidas de la nueva gestión, más el contexto económico regional impactaron particularmente mal en el sector turístico.

Lo curioso es que el incremento de la salida de argentinos se dio en un contexto de fuerte depresión del consumo interno. La inflación combinada con la relativa estabilidad del tipo de cambio hicieron que, para los argentinos, sea cada vez más accesible en términos relativos planear vacaciones en el exterior que en los destinos turísticos nacionales que, además de la suba de precios general de la economía, cargan con una fuerte estacionalidad. 

Para una familia tipo de clase media, incluso a pesar de la pérdida del poder adquisitivo del salario, hoy puede ser más conveniente vacacionar en Brasil que en los destinos turísticos de la costa atlántica argentina.

En el mediano plazo las perspectivas no parecen tender a revertirse toda vez que la política de mayor endeudamiento externo mantendrá el retraso relativo del tipo de cambio tal como lo reconoce el gobierno en sus pronósticos futuros de saldo comercial.