Cristina Fernández se corrió de la campaña electoral pero no de la conducción política del peronismo, que antes que pensar en postulantes para el año próximo, primero tiene que volver a reagruparse. Es por eso que la tarea política que concentrará la mayor atención de la vicepresidenta será la defensa de la representatividad kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, de manera independiente de quien quede compitiendo en la elección nacional por parte del oficialismo.

Ahora, apuran algunos dirigentes, habrá que salir a militar el territorio porque «la jefa» avisó que su nombre no estará en ninguna parte de la boleta. «Su cabeza va a estar en la provincia de Buenos Aires, pero la provincia también tributa hacia arriba. Somos el 40% del padrón electoral, no se lo vamos a regalar a cualquiera. Capaz debamos declararnos prescindentes. Somos la provincia, vamos a ver qué hacemos», analiza una fuente cercana a Cristina. «No vamos a armar con nadie desde arriba, vamos a mirar la provincia y a  armar en la provincia», enfatizan.

Es que desde que Cristina anunció que no iba a ser candidata, el desconcierto fue total en las líneas medias y en las bases del kirchnerismo. Sólo algunos dirigentes bien cercanos sabían de su decisión. Lo que desconocían era que la iba a revelar tan pronto, y tan lejos del cierre de listas, previsto para el 24 de junio cuando cada alianza electoral deba oficializar en la Justicia sus listas de precandidatos nacionales a senadores, diputados, presidente y vicepresidente. Es que el mantra de que indica que Cristina «siempre saca un conejo de la galera», como esperaban algunos dirigentes, esta vez no se cumplió.

De hecho, fue todo lo contrario. Se corrió y no quiso movilizar el día de su preanunciada sentencia. El razonamiento, cuentan algunos, es que ya pasó el momento de la consulta sobre cuándo, cómo y qué hacer. Si hay voluntad de movilizar, se hará. Una especie de arrojo hacia la madurez de la dirigencia del peronismo que no pasó los límites del discurso a la hora de condenar la proscripción de la persona que mayor representatividad por sí misma tiene dentro de esa fuerza política.

«No renunció, la proscribieron. A todo el pueblo argentino le prohíben votarla a favor o en contra», señala una fuente y explica que la decisión de Cristina no fue un renunciamiento ya que sobre ella pesa una proscripción judicial, por lo que no podría de antemano asumir una candidatura sujeta a que pueda ser impugnada en cualquier momento del cronograma electoral, según lo decida la cámara de segunda instancia o la Corte Suprema. «No voy a ser su mascota», sintetizó la propia vicepresidenta.

De hecho, ni Alberto Fernández la mencionó con nombre y apellido en su cadena nacional tras la revelación de Tiempo Argentino y El Cohete a la luna sobre los chats de Lago Escondido. Tampoco la nombró este miércoles en su acto de conmemoración por los tres años al frente del Ejecutivo, en el que en la misma oración dijo que quiere encabezar el armado electoral. «Les garantizo que voy a ponerme al frente para ordenar nuestra fuerza política que a todos incluya; voy a ser el más solidario con los compañeros, con las compañeras injustamente perseguidas», dijo Fernández desde el escenario dispuesto en el Parque Colón, detrás de Casa Rosada.

Sin embargo, desde el cristinismo advierten que la centralidad política la sigue teniendo la vicepresidenta por el simple hecho de contar con los votos. «Alberto Fernández hoy no tiene competidora, pero ¿tiene los votos?», preguntan de manera retórica. «Cristina no es candidata y tiene los votos», aseguran y comparan su proscripción con la de Juan Perón, que siempre supo mantener su representatividad a pesar de que no se lo pudo votar durante 18 años.

Es que la advertencia corrió de manera pública este viernes cuando la diputada Paula Penacca posteó una nota en off del diario La Nación en la que se aseguraba que la proscripción de Cristina allanaba el camino de la postulación de Alberto y criticó: «En la Casa Rosada parece que lo festejan porque aumenta las chances electorales de Alberto».

Por lo pronto, el peronismo comenzó a reagruparse. «Los intendentes organizados, y los gobernadores están queriendo desdoblar. Nadie tributa hacia arriba, una cosa era con Cristina candidata, pero ahora, nadie sabe quién va», cuenta una fuente bonaerense. Esta semana hubo una reunión de gobernadores y de intendentes bonaerenses. Al encuentro de los mandatarios provinciales se le sumó una facción de la CGT que fue a pedir lugar en la mesa, para ellos pero también para el presidente. En esa mesa la voz de Cristina está expresada a través del gobernador Axel Kicillof, que había logrado en el encuentro anterior la expresión de esa liga contra la persecución judicial.

En tanto, en el encuentro de intendentes e intendentas se logró un pronunciamiento escrito contra «la mafia» encarnada en Héctor Magnetto. Y es allí donde reside ahora el poder de Cristina, en el conurbano, algunas provincias como Santa Cruz o Chaco y en el interbloque del oficialismo en el Senado. Todo lo demás, quedó a la intemperie. «Los grandes cambios sociales son de los pueblos no de los dirigentes. Los dirigentes conducen esos procesos, pero los cambios son de abajo. Esta crisis es una oportunidad», avizoran. «