Los elementos salientes de la Cumbre de Buenos Aires estuvieron por fuera de la acción colectiva. Fuimos un escenario de diferentes actuaciones. Como la estética del saludo efusivo entre Vladimir Putin y Mohamed Bin Salman -el «malo» de la reunión. O la declaración de Donald Trump sobre el carácter «depredador» de la política comercial china. Y el desacople entre la insurrección en las calles de Francia y los paseos de Macron por las librerías de Buenos Aires, sacándose selfies con los porteños. O la desmesurada suspensión del encuentro entre Trump y Putin por las escaramuzas entre dos barcos en Ucrania.

La profusión de escenas de conflicto no fue casual. Este G20 se caracterizó por el hecho de que muchos de los mandatarios concurrentes no creen en él. Estamos transitando una etapa de la globalización en la que muchos gobiernos dejaron de confiar en las instancias multilaterales como herramientas para de resolución de los problemas de la economía global, y optan por el nacionalismo. Empezando por el de Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump cree manifiestamente en la necesidad de poner límites a la globalización -y a China- para salvar al capitalismo estadounidense y sus instituciones económicas de mercado.

Ello no opacó el balance positivo que el presidente Macri hizo de la reunión del G20 que le tocó anfitrionar. La organización salió bien y ese es un punto importante, para empezar. Salió mejor que la anterior, la de 2017 en Hamburgo. Que se caracterizó por la violencia en las calles y la ausencia de consensos. Aquí no ocurrió ningún incidente serio en las calles, ningún mandatario se retiró ofendido, y todos firmaron la declaración final. Macri quedó bien parado.

A eso, la lectura desde la Cancillería agrega que los dos temas «centrales» de la Cumbre (reforma de la OMC y cambio climático) fueron incluidos en el documento consensuado (aunque Trump firmó en disidencia el último punto), se incluyó el tema del acceso de la Argentina en la OCDE en reuniones bilaterales, y a Macri lo felicitaron por su presidencia.

En rigor, nuestra presidencia en el G20 no es atribuible al mérito del actual gobierno, ni de ningún otro propio sino a las circunstancias en las que vivimos la globalización. Las circunstancias globales, no nuestra política exterior, nos permitieron estar en este foro ampliado pero selecto de la globalización. Aún así, Mauricio Macri busca presentar la presencia de Argentina en este foro como un hito diplomático, político y social. Cosechó una gran cantidad de fotos con los principales líderes políticos del planeta. Y una gala emotiva en el Colón. Todo esto será una muestra más de la política de “reinserción en el mundo”, con el aditivo de estar ilustrada por múltiples imágenes.

Todo esto es parte de la marca fundacional de Cambiemos. En el cierre de la Cumbre, el Presidente argentino se mostró más creyente que nunca en el globalismo: los países que crecen son los que se abrieron, afirmó. Y así como cree en el G20, está convencido de que éste es un activo político de implicancias electorales para 2019.

Christine Lagarde, la titular del FMI que asistió como observadora de la Cumbre, afirmó sin dudar que la economía argentina se recuperará en el segundo trimestre del año próximo. Justo antes del comienzo de la electoralización. Macri tendrá que dar un contenido propositivo a su reelección, sobre todo si la otra Cristina -Kirchner- no se presenta como candidata. En el discurso oficial, la contraposición entre dos modelos de mundo se hará más presente. Macri anfitrionó un G20. Y eso, dirá, es un valor en sí mismo. «