Hay un añejo episodio que describe el blindaje de su alma. Siendo candidata a jefa del gobierno de la Ciudad en las elecciones de 2003, Patricia Bullrich fue al Café Tortoni con fines de campaña. Allí abordó a un anciano elegantemente trajeado que leía el diario La Nación. Éste le dijo: “¿No le da vergüenza andar de mesa en mesa ponderándose a sí misma?”. Tras enrojecer, ella recobró con rapidez su expresión impávida, antes de seguir su camino hacia otro votante. 

Ahora, 17 años después, mitiga el aislamiento obligatorio exhibiendo su faceta de influencer al difundir en Instagram un «simpático» video donde, con gafas espejadas, barbijo y guantes de goma, proclama: “Tomemos conciencia; sólo salgamos para lo esencial”.

Una actitud irreprochable, excepto por un detalle: “La Piba” –así como a esa mujer de 63 años le agrada que la llamen– obtuvo un nombramiento con datos apócrifos en la Secretaría de Ambiente porteña –firmado por su titular, Eduardo Macchiavelli, así como consta en el Boletín Oficial del 27 de marzo– al único efecto de incumplir la cuarentena. La revelación fue realizada por el periodista de C5N, Mariano Martín, sin que las autoridades del área salieran a justificar el asunto. 

Pero no por esa trapisonda casi escolar el nombre de la ex ministra debe ser asociado a la frivolidad. Porque ese salvoconducto le es necesario, en su carácter de cabecilla del PRO, para desestabilizar –en medio de las dramáticas circunstancias de la pandemia– al Poder Ejecutivo nacional. Nobleza pura.

El primer signo de dicha ofensiva afloró el domingo pasado, cuando las fantasmales cuentas del macrismo en las redes sociales se reactivaron con la consigna de bajar los sueldos de quienes ocupan cargos políticos, en defensa de los grandes empresarios –con Paolo Rocca, de Techint, a la cabeza–, luego de ser cuestionados por Alberto Fernández a raíz del despido de trabajadores en plena crisis del Covid-19. Y continuó el lunes con el cacerolazo propalado desde los balcones de la masa ovina que aún añora al presidente anterior.

Hasta se sabe que, además de Bullrich, participan en tal gesta el ex jefe de Gabinete, Marcos Peña, el ex ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, y el resucitado Darío Lopérfido.

El primero sigue manejando su regimiento de trolls a través de contratos millonarios con cuatro consultoras y se le adjudica la autoría del instructivo de un próximo cacerolazo. El segundo –según una fuente partidaria– es el enlace de esta task force con el propio Mauricio Macri. Y el ex príncipe consorte de Esmeralda Mitre tiene a su cargo el papel de polemista del grupo.

Es notable que este abanderado de la austeridad salarial aplicada a las actuales autoridades sea el mismo sujeto que, tras su destierro en Berlín con un cargo diplomático ficticio por su célebre exabrupto negacionista, obtuviera por ello un sueldo mensual de 13 mil dólares y un plus de 40 mil por año.

Lo cierto es que la operatoria de semejante cuarteto se ha topado con las críticas más impensadas. “No hay lugar para oportunistas. Pretender sacar una ventaja es moral y éticamente reprochable”, supo soltar nada menos que Elisa Carrió. La frase apuntaba directamente hacia Bullrich. Al igual que los dichos de María Eugenia Vidal en un video difundido durante el fin de semana para expresar su respaldo “a las decisiones del presidente, de los gobernadores y de cada intendente”, distanciándose así de toda confrontación.

Ocurre que, previamente, cierto bochorno habían causado en las filas de Juntos por el Cambio los tweets de la ex titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, quien trató de “espías” a los médicos cubanos que vendrían al país a combatir el coronavirus. Y lo de Bullrich –a juzgar por sus adversarios dentro de aquel espacio– exhibía los hilos de su angurria política.

“A nosotros no nos conduce Bullrich”, repiten al unísono los referentes de la Coalición Cívica, una de las patas de la alianza macrista.

No es que sus divergencias con la actual regente del PRO estén cifradas en la defensa del presidente. Por el contrario, las huestes de Lilita advierten en ella la intención de opacar el protagonismo en la crisis de Horacio Rodríguez Larreta, quien mantiene su imagen a fuerza de secundar a Alberto Fernández en sus anuncios por televisión. ¿Acaso su incipiente liderazgo en el PRO es el verdadero objetivo de Bullrich? De ser así, ¿Macri es el artífice de aquella estrategia? En rigor, la interna que actualmente sacude a la alianza opositora es un efecto no biológico de la pandemia. En ese marco, el tweet admonitorio de Lopérfido al senador Esteban Bullrich a raíz de su salutación al presidente por su cumpleaños no es un dato menor.

En esta constelación de hechos y circunstancias, muchos temen que la estrategia de Patricia pueda llegar a ser la tumba del PRO.