La demora en la materialización de ese horizonte optimista que incluía reactivación, caída de la inflación y llegada de inversiones y que el gobierno dio en llamar «segundo semestre» está produciendo chisporroteos en su relación con el sector empresario industrial. Lejos del clima rayano en la euforia con que la Sociedad Rural recibió al presidente hace un par de semanas, los hombres de negocios fabriles mantienen sus reservas sobre la manera en que se está conduciendo la economía.

En las reuniones empresariales se habla cada vez más de la presión impositiva, el elevado costo de la energía (agravado por los tarifazos), el ingreso de mercaderías importadas a precios subsidiados y el escaso acceso al crédito productivo. Todos esos temas, algunos heredados de la gestión anterior y otros acentuados en los últimos ocho meses, repercuten con fuerza en la actividad, tal como reflejó el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina, que calculó una caída del 9,5% en la producción del sector entre junio de este año y el mismo mes de 2015 (ver recuadro).

Era difícil esperar cifras mejores luego de la retracción en el consumo, que según CAME disminuyó un 9,8% en relación a junio pasado. La devaluación, la suba de tasas que impulsó el Banco Central, los incrementos tarifarios que dispuso el gobierno y su traslado a los precios por parte del sector privado motorizaron la recesión. Por ahora, la respuesta defensiva de los empresarios fue la clásica: reducción de puestos de trabajo (unos 160 mil despidos, aunque la UIA sólo reconoce 27 mil en su sector) y una caída de entre 10 y 12% del salario real.

Con los números en la mesa, fue notorio el malhumor en la última reunión de la Junta Directiva de la UIA, sobre todo de representantes de firmas textiles y electrónicas, dos de las más afectadas por el crecimiento de las importaciones. Se criticó el sistema para comprar en el exterior «puerta a puerta» y se alertó de que el mix entre tipo de cambio bajo (así lo consideran los industriales) y tasas altas es el preludio de una nueva bicicleta financiera que atenta contra la inversión en bienes y servicios. En diálogo con Tiempo, fuentes de la industria alimenticia se quejaron de que «la superposición de tributos es feroz y en casi todas las provincias aumentó la alícuota de Ingresos Brutos». Lo mismo cuentan en el sector del comercio sobre la cantidad de tasas al tránsito de mercaderías.

En la visión del sector, la administración macrista se está demorando en la resolución de todos esos problemas, sea por impericia o por inconveniencia política. Los reclamos se formulan en público y a través de voceros de peso.

«Necesitamos que el Estado se comprometa con las inversiones en infraestructura pública para apoyar el trabajo que hacemos desde el sector privado», pidió Luis Pagani, titular de Arcor, mientras que Cristiano Rattazzi, de Fiat, se quejó de que «con un 30% de inflación anual no podemos ser parte de los grandes países». Ambos son vicepresidentes de la UIA, cuyo titular, Adrián Kauffman-Brea, reclamó en un coloquio en Córdoba «un Estado inteligente, dinámico, moderno y eficaz para diseñar herramientas que ayuden al progreso económico y social». La influyente Copal, que agrupa al sector alimenticio, se reunió con el secretario de Comercio, Miguel Braun, y con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, a quienes pidieron «reformas de segunda generación que permitan mejorar la competitividad».

En el gobierno, lejos de cumplir esos pedidos, interpretan que los empresarios deberían agradecer el cambio de modelo y poner el hombro en la lucha contra la inflación. Hubo una tensa reunión con los supermercadistas, en la que el equipo económico les exigió que reduzcan sus márgenes de ganancia y aceleren los pagos a sus proveedores. «Pensaron que la salida del cepo iba a ser traumática y aumentaron los precios para cubrirse», sostuvo Alfonso Prat-Gay. El mismo ministro de Hacienda contestó a los industriales que se quejan de la apertura de importaciones: «Se van a tener que poner a dieta y competir con el exterior», sentenció. Frases que pintan que la relación entre dos protagonistas económicos que se sentían socios estratégicos se ha enfriado considerablemente. 

Se mantiene la caída de la actividad fabril

El Centro de Estudios de la UIA calculó que la caída en la actividad industrial en junio cayó un 9,6 % con relación al mismo período del año anterior. En el global del primer semestre, la disminución es del 3,9 % en comparación con el mismo período de 2015. 

La caída tuvo picos del 15,4% en el rubro del acero y un 14% en la fabricación de automóviles, en donde se sintió fuerte la menor demanda del exterior (-30,9 %), principalmente por la crisis brasileña. Sólo la molienda de oleaginosas, que creció el 21% en la primera mitad del año, maquilló los números.

Entre las razones del mal momento del sector, el Informe de Actividad Industrial de la entidad puntualiza la mayor cantidad de importaciones (el volumen físico creció el 9,1 %, según el Indec); el escaso dinamismo de los mercados del exterior, como China; el costo de financiación, que superó el 42% para las Pymes; y la retracción en la construcción, que se desplomó el 14,2 % en el primer semestre del año. En ese ámbito en particular, la caída entre enero y junio de los despachos de cemento fue la mayor semestral desde el 2002, en plena crisis tras la salida de la Convertibilidad.

Se mantiene la caída de la actividad fabril

El Centro de Estudios de la UIA calculó que la caída en la actividad industrial en junio cayó un 9,6 % con relación al mismo período del año anterior. En el global del primer semestre, la disminución es del 3,9 % en comparación con el mismo período de 2015. 

La caída tuvo picos del 15,4% en el rubro del acero y un 14% en la fabricación de automóviles, en donde se sintió fuerte la menor demanda del exterior (-30,9 %), principalmente por la crisis brasileña. Sólo la molienda de oleaginosas, que creció el 21% en la primera mitad del año, maquilló los números.

Entre las razones del mal momento del sector, el Informe de Actividad Industrial de la entidad puntualiza la mayor cantidad de importaciones (el volumen físico creció el 9,1 %, según el Indec); el escaso dinamismo de los mercados del exterior, como China; el costo de financiación, que superó el 42% para las Pymes; y la retracción en la construcción, que se desplomó el 14,2 % en el primer semestre del año. En ese ámbito en particular, la caída entre enero y junio de los despachos de cemento fue la mayor semestral desde el 2002, en plena crisis tras la salida de la Convertibilidad.