La pandemia que golpea al mundo entero vino a agravar aún más la crisis social existente en este país. El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio fue una medida exitosa en términos sanitarios. Tiene como prioridad cuidar la vida, pero trajo aparejada la pérdida de muchísimos trabajos informales, temporarios, changas, que eran el ingreso de miles de familias. La implementación del IFE para millones de familias fue la comprensión del Estado sobre este problema y una medida que generó alivio pero que no frenó la creciente demanda de los espacios comunitarios en busca de alimento.

Es en este difícil contexto dónde empieza a hacerse visible el enorme trabajo de miles de compañeros y compañeras de distintas organizaciones sociales que con su compromiso cotidiano están al frente de comedores, merenderos, juegotecas, casas de la mujer, bachilleratos populares, espacios recreativos, centros culturales, sólo para mencionar algunas experiencias existentes que desarrollan funciones sumamente esenciales.

Casi el 10% de la población de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pasa por espacios comunitarios en busca de comida o de alimentos en seco. Según los números expuestos por el propio gobierno porteño, son más de 220 mil personas las que concurren a estos espacios sostenidos por vecinos y vecinas, que ofrecen solidariamente sus casas, que se hacen cargo de los gastos de las garrafas y elementos de limpieza y que no reciben remuneración alguna a pesar de la cantidad de horas que trabajan para alimentar a 100, 200, 300 o hasta 400 personas por día.

A estas tareas realizadas hay que agregarle el trabajo diario hecho por los promotores y promotoras de salud comunitaria, haciendo timbreo casa por casa para identificar vecinos con síntomas de COVID y acercarlos de esta manera al Operativo Detectar dispuesto por el Estado. Según el propio Ministerio de Salud de la Ciudad, más del 70% de las personas que concurren a hacerse el hisopado son acercados por la tarea de los trabajadores y trabajadoras de las organizaciones sociales. Se encargan también del acompañamiento de quienes tienen que aislarse luego del resultado positivo y que deben permanecer en hoteles. Y  de las víctimas de violencia de género. Es parte del trabajo de muchos compañeros y compañeras que hoy realizan con enorme compromiso, pero sin paga alguna.

La campaña SOMOS ESENCIALES intenta jueves a jueves, con la realización de ollas populares en los barrios y villas de la Ciudad de Buenos Aires, hacer visible la tarea fundamental que se hace día a día. Y exigir al Estado de la Ciudad que pague por las tareas esenciales que se desarrollan en los espacios comunitarios.

Hacerlo representaría no solo un acto de justicia sino que además es perfectamente posible. Otorgando un Salario Mínimo Vital y Móvil ubicado hoy en 16.874 pesos para cada trabajador y trabajadora significaría tan sólo el 5.2% del presupuesto total del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires.

Si bien no hemos tenido aún respuesta a estos reclamos, sí hemos recibido mucho acompañamiento de figuras del orden artístico, deportivo, cultural y periodístico. Nos han acompañado con videos, saludos, y aliento para seguir adelante, hasta que este reclamo se transforme en un derecho conquistado para nuestros compañeros y nuestras compañeras.