La pobre Emma tuvo que dormir todas las noches de su vida junto al hombre que la violó a los 12 años. Más aún: la obligaron a casarse porque quedó embarazada y tuvo ocho hijos con su violador, quien además era un criminal integrante de una banda que entre marzo y mayo de 1928 asesinó a por lo menos a 20 personas, de las cuales un terció eran niños y niñas, y adolescentes.

El violador se llamaba Eduardo Puchy, y junto con su hermano Atanasio y Nicolás Román integraban la banda de Roberto Focter Rojas. Eran una manada de psicópatas homicidas que robaban y asesinaban a sus víctimas por diversión. Mataban a padres delante de los hijos, o a los hijos delante de los padres, antes o después de violar a las mujeres de la casa.

Atanasio Puchy acabó muerto a manos de la Policía en el Paraje Los Repollos, al lado de Román, que falleció mucho después en prisión con las piernas destrozadas por las balas policiales. Focter Rojas desapareció sin dejar rastros décadas más tarde, tras cumplir 22 años de prisión de una cadena perpetua.

A Eduardo Puchy lo salvó la violación. Su víctima Emma se apellidaba Eggers y era hija de una familia de origen alemán, que había llegado a El Foyel desde Chile. Habían ocupado miles de hectáreas de tierras fiscales, parte gracias al Estado y parte a punta de pistola, tal vez la misma con la que obligaron a Eduardo a casarse con la niña embarazada.

La suma de todas esas violencias, habituales por entonces, se perpetuó en el tiempo y puso en marcha una dinastía que en la Comarca Andina ya se conoce como el «Clan Puchy», y que adquiere relevancia porque son quienes hoy, un siglo más tarde, comandan las fuerzas de choque al servicio de la corporación británica Hidden Lake, que impiden el acceso al Lago Escondido.

Eduardo Puchy dejó la banda de Focter Rojas cuando se matrimonió con Emma. Decidió afincarse con su familia en crecimiento al frente de un almacén de ramos generales que montó en el mismo local donde funcionaba la escuela rancho de la zona. Era un punto geográfico clave en el valle donde cruzaban su camino los contrabandistas y los grandes arreos que iban y venían desde Chile, su país natal.

Pero su mayor acierto fue mantenerse en cercanías de su nueva familia política, dentro de la que se ganó un espacio que a la muerte del patriarca Eggers le permitió quedarse con todas las tierras fiscales que detentaba el finado suegro. Dicen las investigaciones académicas que Eduardo defendió y hasta amplió esos dominios a punta de pistola. Tal vez la misma que selló su matrimonio.

Pero si algo caracterizó a Eduardo Puchy fue que jamás puso en marcha algún proyecto productivo, sino que por el contrario se limitó a extraer y comerciar madera de bosque nativo, a criar algo de ganado y vender grandes extensiones de las tierras fiscales heredadas de los Eggers. Ni él ni sus herederos obtuvieron jamás la propiedad de esas tierras que aún reclaman, pero que igual utilizan para defender a un empresario inglés al que sí se las entregaron en meses. El patrón es el patrón y el peón es el peón.