La consigna de este año fue ratificar que los desaparecidos son 30 mil. No fue casual: bajo la presidencia de Mauricio Macri recuperó aire la Teoría de los dos Demonios, una doctrina que pretende poner en igualdad de responsabilidad histórica y jurídica a los crímenes de la guerrilla insurgente de los setenta con el terrorismo de Estado.

Refutada en los tribunales, los justificadores de la dictadura buscan reinstalar su tesis canalla a través de un eufemismo que se volvió consigna entre los neoprocesistas: la Memoria Completa. Esta nueva forma de apología admite los horrores del terrorismo de Estado, pero los explica como «daños colaterales» del «combate a la subversión». Es decir: las torturas, el robo de bebés, la desaparición forzada de personas y otros delitos perpetrados por los genocidas fueron «excesos» en la «legítima defensa de la patria» frente a la «locura criminal» de la guerrilla.

Un modo de reimplantar la teoría es cuestionar el número de desaparecidos. Existen razones objetivas que explican por qué se estableció en 30 mil, pero detallarlas aquí implicaría bajar al barro en el que chapotean los neoprocesistas locales. Y convalidar sus intenciones.

Por cierto, la estrategia ni siquiera es original: como bien lo saben los sobrevivientes y estudiosos del Holocausto, poner en duda el número de víctimas es una estrategia clásica de los negacionistas.

La negación de los crímenes nazis, por caso, basa su argumentación en tres pilares:

1. Los nazis no tenían un plan sistématico para matar judíos. Los crímenes, dicen, fueron «excesos» individuales no adjudicables al régimen.

2. No hay pruebas documentales de judíos siendo gaseados en cámaras especialmente diseñadas para asesinarlos. A falta de documentos incriminatorios –destruidos con eficacia alemana por el régimen– los crímenes fueron reconstruidos por los testimonios de testigos, sobrevivientes y víctimas.

3. El número de judíos asesinados fue menor a los 6 millones instituidos por las víctimas de la Shoa. Para los negacionistas, la cifra fue inventada para aumentar el monto de la compensación financiera a las víctimas y enriquecer al Estado de Israel.

Si se cambian las palabras «judíos» por desaparecidos, argumentos similares se pueden escuchar desde hace algunos meses en el prime time de la tevé. El propio presidente Macri y varios de sus funcionarios –como Darío Lopérfido y José Gómez Centurión– salieron a sembrar dudas sobre los 30 mil. A esa ola se sumó el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, quien el viernes –mientras medio millón de argentinos marchaba hacia la Plaza– dijo que «el número de desaparecidos es una construcción». Lo curioso es que Avruj, además de funcionario macrista, es un dirigente importante de la comunidad judía local. Su aporte a la ola negacionista, entonces, es mucho más grave que una simple expresión de ignorancia.