Rodrigo Quiroga, bioinformático de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet, fue uno de los primeros en plantear, luego de proyectar cómo estaba creciendo la ocupación de camas de terapia intensiva, que de continuar el ritmo de contagios y no dar marcha atrás con la flexibilización de la cuarentena, en un mes o 40 días estaríamos en la misma situación que atraviesa Chile hace semanas.

En diálogo con Tiempo, Quiroga –invitado a las últimas reuniones del Comité de Expertos de la Provincia de Buenos Aires– señala la que considera la otra clave para el período que se abrió el miércoles: «Si no se pone en marcha un sistema de rastreo y aislamiento de contactos estrechos masivo, no vamos a demorar demasiado en volver a una situación similar a la que venimos teniendo. La cuarentena sola no es magia. Si tiene un cumplimiento efectivo, que va a ser complicado, a lo sumo puede bajar un poco el número de casos diarios para facilitar tareas de rastreo, porque con 2600 contagiados por día es muy difícil».

–¿Cuál es la mejor manera de hacerlo?

–Hay que acelerar el entrenamiento de las personas, voluntarios, estudiantes de universidades o incluso las Fuerzas Armadas, para trabajar en el puerta a puerta, y otros haciendo seguimiento telefónico. Es lo que se implementa en todos los países de Europa y permite que haya reapertura sin que exploten los casos. Y es lo que hacen Córdoba y Santa Fe desde el principio de la pandemia: les aparecen constantemente focos de gente que viene del AMBA y los apagan rápidamente gracias al aislamiento de los entornos. Por eso es vital el rastreo temprano, porque la mayoría de los pacientes muestra síntomas entre los dos y los cinco días después de infectarse, y se sabe que pueden contagiar de dos a tres días antes de tener los síntomas. Entonces, es clave rastrear y aislar contactos de infectados dentro de las 48 primeras horas, porque si tuvieron síntomas hoy, pueden haber contagiado a alguien hace tres días, que a su vez empezó a contagiar a otros. Por ahora, lo que se hace es esperar el resultado para comenzar a rastrear. Pero en el AMBA pasan cinco días desde que la persona tiene síntomas hasta que llama al médico, lo hisopan y le dan el resultado. Ahí ya no sirve. En Córdoba, ese proceso lleva de uno a dos días, entonces pueden aislar contactos rápidamente. Por eso, junto a otros colegas como Roberto Etchenique, Jorge Aliaga y Alberto Kornblihtt proponemos que al momento de haber un caso sospechoso ya se lo aísle, tanto a él como a su entorno. Si se confirma, continúa así, y si da negativo, vuelve a la normalidad. Pero ahí ya ganaste cinco días al momento del resultado y realmente podrías cortar la circulación del virus, porque con la cuarentena sola no alcanza. Tampoco demandaría tanto esfuerzo extra: en el AMBA, hoy el 50% de los casos sospechosos dan positivo.

–¿Cuál es hoy la situación de los testeos en el país?

–En general, se subregistra. Porque además no se testea a los asintomáticos, que no se sabe cuántos son, pero se supone que pueden llegar a ser la mitad y con una carga viral similar a la de los sintomáticos. No sería un problema si el porcentaje de positivos fuera constante en el tiempo. En ese caso, esa porción es representativa de la cantidad de infectados reales. El tema aquí es que cuando la positividad empieza a subir, significa que no se mantiene constante el porcentaje, que te estás perdiendo casos. Se vio en todo el mundo, no sólo acá: cuando la positividad se disparó, el sistema de testeos ya estaba saturado y los hospitales explotaron. Pasó en Brasil, Chile, México y Estados Unidos. A esta altura, por infraestructura y personal especializado, es imposible aumentar demasiado la cantidad de testeos para que la positividad baje del 50 al 10 por ciento. Necesitaríamos seis o siete veces más tests, llegar a 50 mil por día. Por eso debemos usar como parámetro las camas de terapia intensiva. Porque, además, los tests tampoco son la solución. Se vio en Chile. Eso no disminuye la circulación de virus. Testeemos lo que podamos, pero aislemos tempranamente a los sospechosos y sus contactos, y ahí nos adelantaremos al virus, si no, siempre vamos corriendo detrás.

–¿Qué opinás de quienes afirman que la Ciudad, al tener menos casos que Provincia, está haciendo una «cuarentena solidaria»?

–Es totalmente falso. CABA está saturada por dos lados: las ambulancias que se retrasan días en buscar a las personas para hacerles hisopados, y una demora bastante importante en la carga de datos, de hasta cinco días. Eso da la impresión de que los casos no aumentan. Y está el tema de cómo maneja cada distrito su definición de caso sospechoso: si sólo hisopo personas con síntomas fuertes, encontraré menos positivos, y es lo que pasa en CABA, por eso su positividad es tan alta, del 50 por ciento. A eso se suma que sólo buscan un promedio menor de dos contactos estrechos por contagiado, cuando en Córdoba se aíslan de 20 a 30 personas por positivo. En Provincia no hay tanto problema con los hisopados ni con la carga de datos, pero sí con la cantidad de tests: los laboratorios están más saturados, también porque la definición de caso sospechoso es más amplia.

–¿Qué pensás del sistema que propuso la Universidad Bar-Ilan, de Israel, de «cuarentenas alternadas», dividiendo a la población, saliendo una semana sí y otra no?

–Es un esquema razonable para ir volviendo en algunas actividades, pero no creo que sea aplicable para todos. Siempre es mejor eso que una vuelta a la normalidad absoluta, y me sorprende que no se haya intentando algo así primero, desde oficinas hasta obras de construcción, en lugar de flexibilizarlas con un esquema de 5 x 2. Una semana afuera y otra de aislamiento permite menor riesgo de brotes: si la persona se infectó, cuando arranquen los síntomas ya estará aislada. Hoy, en el AMBA, la escuela, el transporte, los lugares cerrados, son un riesgo. No es momento aún para relajar.  «