Con Feinmann me pasa lo que me pasa con Jorge Asís, aunque a él lo he visto más seguido en televisión en los últimos años: los admiro como escritores. Incluso he leído muy poco de sus columnas periodísticas. A Feinmann lo admiré siempre mucho como narrador. Hay tres novelas de él que me partieron la cabeza. La primera es Últimos días de la víctima, un policial muy eficaz y original que tenía el acierto de tener como protagonista a un asesino refinado y muy jodido. Además tuvo una excelente adaptación al cine, en la que él mismo escribió el guión con Aristarain, que la dirigió.

Otro libro de él que tuvo impacto es La astucia de la razón, cuya escritura tenía una fuerte marca del estilo de Thomas Bernhard. Un libro que es como una continuación, La crítica de las armas, me impresionó aún más: es una de las grandes novelas sobre la dictadura, donde usa muy bien el mundial de fútbol de 1978. Un libro muy intenso y muy rencoroso narrativamente con la gente que en esa época fue de doble faz. Después está El mandato, una especie de novela del siglo XIX, en la que habla de la fundación de un pueblo, incluye el golpe de Uriburu y tiene un final relacionado con Lugones como alguien castigado por una pasión amorosa. Un libro muy bueno y muy extraño.

También me caía muy simpático como tipo, porque era una especie de neura múltiple, pero tener una charla con él era muy refrescante, aunque nosotros apenas nos cruzamos dos o tres veces. Una vez nos encontramos en una Feria del Libro y lo estábamos esperando al editor Daniel Divisnky para ir a comer. Él recién había publicado Los crímenes de Van Gogh, y yo mi novela Boomerang. Entonces me comenta que algunos decían que los dos libros eran malos, escritos para premios, y le respondí que podían decir lo que quisieran, que a mí me chupaba un huevo.

Me caía muy bien como narrador, porque no soy admirador del caos total, bastante frecuente en la literatura argentina desde Sebregondi retrocede, de Osvaldo Lamborghini, en adelante. En cambio en sus libros había estructura y cabeza, además de intensidad, y yo admiro mucho eso.