Menos de dos años después de salir derrotada por Axel Kicillof bordeando categóricos quince puntos de ventaja, María Eugenia Vidal decide abandonar definitivamente su aventura provincial. Ahora desde los grandes medios que la cobijaron a modo de gran caparazón desde 2015 se preguntan descreídos: ¿Qué pasó?. Víctimas de sus propios inventos. La gobernación Vidal fue un absoluto desastre social y económico muy poco contado. Dejó un agujero financiero infinito que los bonaerenses sufrimos y rechazamos mayoritariamente en diciembre de 2019. Vidal encarna ese rechazo.

Siguiendo la senda de su mentor Mauricio Macri y la fiesta del timbeo, Vidal hizo que la deuda pública provincial creciera 36,7% entre 2015 y 2019. Los compromisos que decidió fueron en un enorme porcentaje en dólares (casi el 80%) y siempre según legislación extranjera. Dos terceras partes del total de la deuda que hoy es un verdadero lastre para Kicillof y la provincia, Vidal la tomó además en pésimas condiciones, a plazos de pago muy cortos.

“Halcones” y “Palomas” son viejas categorías animales para definir estilos políticos entre más moderados o radicalizados. En estos meses se intenta instalar la distinción para agrupar distintos sectores internos de Juntos por el Cambio. Al menos respecto de la política económica seguida por Vidal en provincia y por Macri en Nación esa distinción no funciona.

La opción furibunda por el endeudamiento insostenible, impagable e impalpable, fue abordada con igual pasión tanto por el expresidente de Boca como por la exgobernadora, aún cuando, gozando de esa cobertura pública, ella misma se animó a criticar el endeudamiento récord de Macri.

Si uno lee y escucha la impunidad y la insistencia de quienes fueron funcionarios o ideólogos de las áreas económicas en nación y provincia de ambos gobiernos cae en la cuenta que la cuestión va más allá.

Las recetas son coincidentes y siempre las mismas: liberación absoluta de los mercados y priorización de la valorización financiera recubierta por una apelación a la inversión extranjera que, en cuatro años de prometidas lluvias, no arrojó ni una misera gotita. Timba, deuda y fuga. Esa es la rueda que hacen girar cada vez que les toca gobernar.          

En la semana que pasó, Kicillof pateó por decimonovena vez el canje de bonos de deuda por un monto total de más de 7 mil millones de dólares. Hay negociaciones abiertas porque la intención es pagar pero los bonistas reclaman más, como es de prever.

Los asisten condiciones leoninas acordadas por Vidal en nombre de los habitantes de la provincia. Pero el contrato electoral del Frente de Todos en 2019 habló de priorizar el desarrollo, la producción y el empleo, por sobre la especulación financiera y los compromisos externos. Kicillof no hace otra cosa que intentar cumplir con esas promesas.

De seguro los sectores populares de la provincia no tienen el poder de lobby que los bonistas extranjeros y sus poderosos aliados locales, pero son quienes merecen condiciones piso de vida con mayor dignidad, con acceso igualitario a cuestiones básicas como la Tierra, el Techo y el Trabajo.

Mientras, la leona hizo valijas y se vuelve a la Ciudad de Buenos Aires, donde los abultados presupuestos y la vieja centralidad portuaria hacen que todo el mundo parezca un gran gestor. Incluso Macri hace no tanto o De la Rúa un poco más lejos en el tiempo. Pero algo es cierto: a la Provincia Vidal no vuelve más. No porque desoje ninguna margarita sino porque fue incapaz de gobernar para los bonaerenses y sabe que lo único que la espera es un merecido rechazo popular que quiere esquivar a tiempo.