¿Cómo se forma un lector? ¿Y cómo se forma un lector que deviene escritor? Esta vez, en la Colección Lectores de Ampersand contesta Mariana Enriquez con Archipielágo. La pregunta no es sencilla de responder porque la formación lectora, pese a cierto ingenuo deseo pedagógico que recomienda la lectura casi como una actividad que forma parte de la moral y las buenas costumbres, es diferente en cada uno y casi nunca, por no decir nunca, responde al deseo de ser un buen alumno.

“Archipiélago”: Mariana Enriquez y un libro sobre los libros que la formaron como lectora

Dice sobre Archipiélago la propia Enriquez en una nota aparecida en Página 12 el 3 de agosto: “Pensé Archipiélago como fragmentos de formación lectora que tiene, justamente, la forma de un conjunto de islas conectadas. Una lleva a la otra con conexiones no siempre literarias, a veces casuales, pero siempre de exploración, y al final son una geografía que está aparentemente separada, pero evidentemente junta”.

En la formación lectora poco tienen que ver el orden cronológico y los grandes nombres de la literatura. En un libro de la misma colección María Moreno rescata como el principio de su formación lectora las cartas que le ayudaba a repartir a su abuela que era la encargada del conventillo en que vivían. Fueron esos nombres y caligrafías en los sobres que venían de lugares lejanos los que la introdujeron en el mundo de la letra escrita.

“Archipiélago”: Mariana Enriquez y un libro sobre los libros que la formaron como lectora
Foto: Télam

Tal como lo demuestra Enriquez en Archipiélago, muchas veces no se lee guiado por los grandes nombres de la literatura. En esa búsqueda de uno mismo que es el comienzo de la formación lectora, muchas veces se lee “contra” lo instituido. En su caso tuvieron buen peso las letras y revistas de rock puestas a competir con los grandes libros prestigiosos.

El primer capítulo de Archipiélago cuyo subtítulo es Una formación lectora en veinte islas se llama “La isla de la nada” y tiene que ver con un libro consagrado: La historia interminable de Michael Ende.

Y aquí Enriquez da cuenta, quizá sin proponérselo, del prestigio que tiene la lectura aun para quienes no se acercan a ella. «El recuerdo de mi primer libro -dice- es sobre la mesa de fórmica, con un televisor Zenith colorado enfrente y mi tía Chela que me lo dio de regalo. Era del Círculo de Lectores al que estaba suscripta: nunca supe bien de qué se trataba el Círculo, porque ella no era una gran lectora…”

Una de las virtudes de Archipiélago es que Enriquez reproduce el entorno de sus lecturas, la geografía de su casa de Lanús que, según cuenta, se fue haciendo por agregados sin una lógica que rigiera toda la construcción, por lo que también podría compararse con una isla aluvional que se fue formando con sedimentos dejados por distintas corrientes de agua.

“Cada vez que lo releo o lo repaso –dice Enriquez en el primer capítulo de Archipiélago refiriéndose a La historia interminable-, me doy cuenta de cuánto influyó en mi educación estética, y me sorprende que lo leído en la infancia deje semejante cicatriz”.

La historia interminable es, en mi vida, -culmina diciendo el primer capítulo de Archipiélago– la explosión de las posibilidades y una especie de texto sagrado”.

“Archipiélago”: Mariana Enriquez y un libro sobre los libros que la formaron como lectora
Foto: Nora Lezano

Archipiélago y sus islas

El segundo capítulo de Archipiélago se llama “Los transbordadores” y allí hay una breve síntesis de los materiales que intervinieron en la formación lectora de Enriquez.

Su padre había comprado, como se estilaba en esa época, dos colecciones completas: la Biblioteca Básica Salvat y Club Bruguera. Con esas dos colecciones la autora armó su propio canon de favoritos. “En mi formación lectora –explica- nunca hubo, y no hay, bibliotecas públicas, librerías o libreros con quienes haya establecido una relación especial o memorable”.

“Mis lecturas comenzaron en la biblioteca de casa, siguieron con las lecturas institucionales en la escuela y la universidad y continuaron con una red de recomendaciones por fuera de los lugares tradicionales del libro, entre amigos, revistas no literarias como Caín y Cerdos & Peces, o entrevistas a mis músicos favoritos que mencionaban qué leían o llevaban, por ejemplo, remeras con la cara de Poe.

“Archipiélago”: Mariana Enriquez y un libro sobre los libros que la formaron como lectora
Foto: Nora-Lezano-telam

Otro hecho remarcable de Archipiélago es que Enriquez supo abolir jerarquías muchas veces falsas en sus lecturas y alimentó su curiosidad lectora con todo aquello que en cada momento respondió a sus inquietudes. Esa falta de solemnidad reverencial y paralizante frente a los grandes nombres de la literatura fue algo enriquecedor que demuestra una actitud abierta respecto de la lectura en sus años de formación.

Su gusto por los libros de terror así como su rechazo del nonsense de Lewis Carroll y su veneración por Ernesto Sabato figuran en Archipiélago. En sus 279 páginas el libro no solo recorre títulos, sino también datos autobiográficos y anécdotas relacionadas con libros como la de su viaje a Ciudadela por orden de su jefe a entrevistar a José Sbarra por su novela Plástico cruel y el panorama en que se encontró: un hombre muy enfermo que apenas podía hablar que accedía a una entrevista por voluntad de su hermana que quería “limpiar su nombre” y que lo instaba a no hablar de su sexualidad. Enriquez volvió a la redacción sin la entrevista y debió enfrentarse a su jefe.

Archipiélago está escandido por textos muy breves relacionados de diferentes formas con la lectura en los que el lector, seguramente, se reconocerá porque los lectores suelen parecerse en muchas cosas. Hay un especialmente gracioso que se llama “Los remolinos”:

“Ya no llevo libros al baño y me asombro cuando veo pilas de lectura cerca del inodoro en alguna casa chic. Fernando Noy me contó que encontró en un baño Extracción de la piedra de la locura de Alejandra Pizarnik antes de conocerla. De hecho, después de leerlo quiso conocerla. Varias veces intenté leer en bañeras de hoteles –no tengo en casa- pero fracasé miserablemente».

Archipiélago es un libro denso por la cantidad de nombres y materiales que incluye y es en su heterogeneidad donde resida, quizá, su mayor riqueza.