El bandoneón de Adolfo Pérez Pocholo, bandoneonista y compositor de la guardia vieja del tango, quien tocó con Roberto Firpo, Francisco Canaro, Carlos Gardel y grabó discos 78 con su orquesta típica, fue heredado por su nieto, Gabriel Rivano, quien supo encontrar en él un vehículo para expresar su propia personalidad musical, la que se plasma en su trabajo discográfico número 15, Invernal.

Rivano, quien desde hace años desarrolla una intensa actividad en Europa, se presentará hoy a las 20 en BeBop Club, acompañado por Abel Rogantini (piano), Fernando Galimany (contrabajo), Leandro Savelón (batería) y Diego Suárez (flautas) y Patricio Villarejo (cello) como músico invitado.

Rivano y su bandoneón desgranan en las diez composiciones de su nuevo disco una paleta sonora en la que recorre sutiles sonoridades modernas. En ellas se encuentran elementos del jazz, la bossa, algunos toques contemporáneos e incluso, rock. Pero siempre, el espíritu de Buenos Aires asoma por las rendijas de composiciones como “Tango para Jorge”, “De amor” o “Fallen angel”.

Un disco con una atmósfera invernal, desde su carácter melancólico, que permite adentrarse en una personalidad musical que partiendo del singular sonido del bandoneón, lleva al oyente a una placentera experiencia auditiva.

Rivano dialogó con Tiempo Argentino sobre su flamante trabajo, su pasado y sus actividades futuras.

¿De qué manera llegaste al bandoneón?

-Empecé a tocar bandoneón a los 21 años. Te diría que lo hice de casualidad, ya que estaba estudiando otra cosa no referida a la música. Inicié mis estudios con Daniel Binelli y empecé tocando temas de Rodolfo Mederos, que no eran exactamente tango, y que tenía que ver más con la música con la que yo estaba más identificado.

Foto: Prensa

-Tu disco tiene un aire melancólico y nostálgico. ¿Esto tiene que ver con el carácter que siempre se le atribuye al tango y a nuestra ciudad?

-En mi caso la nostalgia no siempre se remite a Buenos Aires. Pero aunque aparezcan otras músicas y otras sonoridades, yo soy muy porteño, viví toda mi vida en Buenos Aires. Hice muchos viajes, pero nunca me fui de Buenos Aires y la he vivido mucho.

-¿Cómo encontraste tu propia voz ?

-Empezaron a llamarme muchos músicos de tango y finalmente aprendí a tocarlo más que nada por las convocatorias que tuve. Y fue una gran experiencia participar de distintas orquestas, ya que me fui haciendo en el camino y aprendiendo sobre la marcha. Pero siempre me interesaron distintas músicas, por eso constantemente intenté hacer diferentes cosas con el bandoneón que a veces no son necesariamente tango. Yo ya tenía en mi cabeza la idea de que el bandoneón se puede utilizar para otro tipo de estéticas. En cuanto a la música, soy de un pensamiento muy libre. Tengo como principio que lo que hago tiene que sonar bien, tiene que tener algo que realmente me apasione.

-¿Te influyeron en tu búsqueda los bandoneonistas que surgieron en la época post Piazzolla?

-Es así. Músicos como Mederos, Binelli o Juan José Mosalini son grandes investigadores de las posibilidades del bandoneón. Tienen mucho dominio del instrumento y de la música. En el caso de Binelli, escuché composiciones de él muy interesantes y fue una gran suerte haber empezado a estudiar con él. Pero creo que la suerte siguió, porque después estudié con Rodolfo Daluisio que es otro grande de la música clásica, y con Guillermo Barleta, que sólo interpretaba música clásica con el bandoneón. Mi periplo de estudios me llevó a estudiar con Mederos, que me dio como un cierre final para lo que yo pretendía aprender y trasladar a mi música.

De todas maneras, el segundo disco que él hizo con Generación cero, es el que más me gusta y el que más me influyó. De tanto escucharlo, gasté lo que antes se llamaba long play y ahora se le dice vinilo. Y “Verano del 76”, que es un tema hermosísimo, es el primero que toqué en el bandoneón. Por suerte reeditaron esos primeros discos de Rodolfo.

-¿El cambio tecnológico te resulta atractivo o preferís seguir pensando en función de discos?

-Me gustaría seguir hablando de discos, pero hoy se escucha todo por aplicaciones. Siempre se puede publicar y escuchar música, de hecho saqué el disco y está subido a una plataforma. Pero a mí no me gustan estos nuevos sistemas. Volví a grabar ahora después de muchos años, aunque me di cuenta de que no había interés por los discos. Pero compuse tanta música que pensé que tenía que dejarla registrada, y la verdad es que estoy muy contento de haberlo hecho.

-¿De qué manera elaborás tus composiciones y cómo encontrás el tipo de sonido que pretendés para cada una de ellas?

-En mi música me interesan mucho los distintos colores y siempre uso varios de esos colores y la sonoridad de diferentes instrumentos. Creo que Invernal es un disco más melancólico que los anteriores. Agrupé temas que tienen que ver con despedidas, con ausencias, con gente que se fue. Pero a pesar de todo, yo siempre pienso que soy positivo y que tengo cierta alegría en la vida. Tal vez no suena tan triste, pero sí como un trabajo más introspectivo y de espíritu más invernal.

-¿La interacción con artistas de diferentes estilos te sirvió para aumentar tu bagaje creativo?

-Aprendí mucho de los ellos porque cuando empecé a tocar me llamaron músicos muy buenos y tuve que esforzarme mucho para seguirles el tren. Y me sigo rodeando de grandes músicos, con los cuales comparto y aprendo mucho. Esto te da la posibilidad de encontrar nuevos caminos para desarrollar. A Abel Rogantini lo conozco hace 30 años. Él me llamó para tocar su música, que es muy compleja, y aprendí ya mucho con él. Y ahora tengo la suerte de que él grabe y toque conmigo.

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-En abril presentaste tu nuevo disco con otro formato, ¿qué es lo que diferencia esta nueva presentación de la anterior?

-A diferencia de la presentación que hice en abril, en esta las interpretaciones tienen un poco más de improvisación y tienen un sonido más eléctrico, porque estará amplificado y hay batería. La otra era con un formato más de cámara y se tocó sin amplificación. Siento que son dos miradas distintas de la misma música, en la que siempre pretendo que haya improvisación, libertad, arreglos o cosas sutiles. Me interesa mucho la sutileza, eso es lo que intento, y es lo que intento transmitir al que escucha tanto el disco, como al que va a presenciar un concierto.

-Luego de este concierto volverás a Europa. ¿Qué actividades desarrollarás allá?

-Tengo una gira por Europa en la que ofreceré conciertos de bandoneón solo. También voy a grabar un disco de bandoneón solo para K&K Verlagsanstalt un sello alemán clásico, en un castillo cerca de Frankfurt. Es un sello para el que grabé en el año 2007 con el guitarrista Víctor Villadangos y la flautista Mónica Taragano. Lo que a mí me gusta es que el bandoneón suena muy bien en esos lugares porque tienen una reverberancia que a mí me interesa para tocar solo, porque los graves tienen mucha más presencia. En Europa se suelen hacer conciertos en este tipo de castillos e iglesias. En las catedrales es distinto, porque hay mucho rebote de sonido, pero en las iglesias en las que se pueden albergar pocas personas, el sonido del bandoneón se eleva y conmueve.

Es curioso porque el bandoneón fue creado en Alemania. Los que se construyeron son unos instrumentos muy bien hechos, muchos tienen casi 100 años y han sido tocados infinidad de veces. Ahora en Europa y, en especial en Alemania, hay un gran interés en los conciertos de bandoneón solo o con otros instrumentos. Y esto es algo que a mí me gusta, porque es un gran desafío.

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-Heredaste y seguís utilizando el bandoneón de tu abuelo. ¿Qué creés que pensaría él al escuchar tu música?

-Esto es algo que  nunca podré llegar a saber. Lo que sí sé es que hay algo en el gusto de él con lo que coincido. Siento que hay como una afinidad “genética”, y que tiene que ver con el gusto por la música hecha con sinceridad y dando todo lo mejor de uno.

Gabriel Rivano presenta su nuevo disco, Invernal, hoy a las 20 en BeBop Club, Uriarte 1658, CABA.