Mientras la comunidad universitaria se prepara para marchar en todo el país, todavía resuenan algunas frases polémicas de la cadena nacional que Javier Milei pronunció en las últimas horas de este lunes. En su discurso, entre otras cuestiones, se refirió al presupuesto de los comedores comunitarios y afirmó que hubo un aumento del 75% en “la ayuda para los comedores, acompañado de medidas para garantizar la transparencia”.

Pero precisamente las cocinas comunitarias han estado en el centro de la escena política y represiva del estado en estos 4 meses por el brutal desfinanciamiento que padecen. Con este motivo, Tiempo conversó con Zulma Monges, referente del comedor Vivan los Sueños Felices del Barrio Costa Esperanza del partido de San Martin, quien también integra la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).

No alcanza y algunos tuvieron que cerrar

“Cuando (Milei) arranca su discurso diciendo que el esfuerzo vale la pena me parece una burla porque el esfuerzo lo estamos haciendo nosotros, los trabajadores específicamente y las barriadas, soportando el desguasamiento que está haciendo, todo el ajuste” dice Monges. En relación a las subvenciones sociales de los comedores y merenderos, expresa que las organizaciones sociales no han obtenido ningún tipo de respuesta del Gobierno Nacional.

“Hasta el día de hoy venimos haciendo varias acciones en concreto, la semana pasada incluso hicimos otro reclamo, llevamos a cabo acciones de visibilización de este conflicto ya que en los barrios el ajuste se siente todos los días”, asevera. En este sentido, apunta que el sostenimiento de los comedores y merenderos depende de las voluntades de los barrios. “En algunos casos, tenemos asistencia municipales y en otros, provinciales. Pero la realidad es que no alcanza, muchos comedores tuvieron que cerrar sus puertas porque no tenían qué brindar”, expresa.

La población de los comedores, duplicada

Monge es categórica: en el comedor del Barrio Costa Esperanza en San Martín la demanda se ha duplicado y, en otros comedores de UTEP, se ha triplicado. La única opción, dice, es rebuscarse sin la asistencia en mercadería que el Gobierno decidió rescindir. “Tenemos la obligación de no bajar los brazos y de seguir trabajando porque que en los barrios hay una necesidad clara, la gente te dice que no le alcanza ni para el alquiler, ni para los servicios, ni para el transporte y menos para la comida”, asevera.

Por eso los comedores no pueden cerrar, la olla se para con rebusque, organización y solidaridad comunitaria, aún cuando lo que afirma Milei es falso: no hubo ninguna respuesta de continuidad de la entrega de alimentos y mercadería a estos espacios. “Las iglesias Católica y Evangélica sí han recibido respuestas, acordaron de alguna manera, pero las organizaciones sociales no. Hasta el día de hoy no obtuvimos ningún tipo de respuesta y tampoco sabemos cómo vamos a seguir”, aclara, en relación a los dichos presidenciales.

Las trabajadoras aún esperan reconocimiento

“Otra de las dificultades que tenemos, además de que nos sacaron la mercadería de los comedores, es que el Gobierno nacional no reconoce a nuestras compañeras que garantizan la olla todos los días, como trabajadoras”, asegura Monge.

Quienes gestionan el alimento de los comedores y organizan los espacios son, en su gran mayoría, mujeres que, por esas tareas, reciben el programa Potenciar Trabajo. “Pero hoy, esos espacios comunitarios no son reconocidos como espacios de trabajo. Entonces, tenemos ahí un conflicto latente ya que peligran los salarios de nuestras compañeras sociocomunitarias”, concluye.