Este martes se realizó una nueva audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. Esta semana fue el turno de los testimonios de Dalmiro Suarez,
Nelfa Suárez, Silvia Negro y Victoria Moyano Artigas.

El sobreviviente Dalmiro Suarez fue el primer testigo y declaró en La Plata. “Toda mi familia es santiagueña y estaba constituida por mi papá, Santos; mi mamá, María Alejandro; y cinco hermanos: Omar Hilario, el mayor; Nora Fidelia, Nelfa Rufina, yo y mi hermano menor, Arístides Benjamín. Mi familia es de origen campesina, por cuestiones económicas, mi padre tuvo que venirse a vivir a Buenos Aires porque se había quedado sin trabajo en Santiago del Estero. Trabajaba en Vialidad Nacional. Fue activista gremial junto con anarquistas, donde él aprendió a leer y escribir porque era analfabeto”, explicó.

Y agregó: “Desde siempre hemos tenido injerencia en el interés político, comprometidos con el accionar social. Mis hermanos mayores siempre trabajador y formaron parte de las comisiones internas. En la familia se consideraba que eran lugares y derechos adquiridos y había que tenerlos permanentemente en acción”. Aclaró que había peronistas, radicales, marxistas, cristianos, comunistas.
Él dio paso a la participación política en el centro de estudiantes de la escuela. “Todos hemos militado, algunos de forma organizada y otros nos”, apuntó. “Estábamos en la universidad cuando se produce la Masacre de Trelew. Intentamos ir al funeral de los compañeros masacrados. Ahí empezó nuestra militancia más firme, yo comencé a militar en el PRT, después mi hermano y mi hermana (Ari y Nelfa)”, precisó.

El 7 de octubre de 1974, su hermano menor fue asesinado “en una acción llevada a cabo por el PRT”. “A partir de ahí, la seguridad de la familia no era posible”, recordó, y precisó que su madre no estaba cuando lo asesinaron, porque había fallecido su padre. “Decidimos irnos de la casa, Nelfa ya se había casado y estaba embarazada de cuatro meses. Nos fuimos mi hermana con su compañero Víctor Manuel Taboada; María Esther Alonso, compañera de mi hermano menor, y yo a la casa de un amigo”, explicó.

“El 13 de noviembre nos detienen a nosotros junto a una compañera que estaba a punto de parir, Delfina Morales. Ese día tuve un reunión con compañeros de militancia, volví a la casa donde estábamos parando (en la avenida San Martín de Bernal). Pasé por la casa, no entré y seguí hasta el final de la cuadra, pero volví a la casa y del techo cayeron tres o cuatro policías y me metieron”, recordó. Le taparon los ojos, lo esposaron y lo sacaron. “Me introducen en el vehículo, había dos o tres personas y salimos en el auto”, recordó, y sostuvo que la sensación es que “no salió del radio de Quilmes”.

Pasó la noche en un calabozo. “Otro grupo de gente apareció al otro día, temprano. Uno de ellos me dijo que era el coronel, que venía hablar conmigo. Ahí empezó el maltrato realmente. Me desvistieron, me tendieron en un elástico de cama y empezaron las sesiones de tortura”, dijo, y estimó que se extendían por dos o tres horas. Luego, lo trasladaron junto a Taboada y María Esther a otro centro clandestino. “Terminamos los tres en una sala de tortura”, apuntó.

“Mientras torturaban a María Esther, me colgaron de una barra con un gancho a unos 30 centímetros del piso y a Víctor lo colgaron en otro lugar, en forma de hamaca paraguaya, agarrado de los pies y las manos. Ahí empezó el calvario de Víctor porque lo torturaron con muchísima saña, fue tremendo”, relató, y precisó que un médico tuvo que pedirle a los represores que pararan porque “iba a reventar”. A él lo sacaron de ahí y lo llevaron a recorrer las calles, donde sufrió un simulacro de fusilamiento, y lo volvieron a llevar al centro clandestino de detención y exterminio, donde fue nuevamente torturado. Finalmente, fue trasladado a Banfield, donde se encontró con su hermana embarazada.

El primer lugar fue el Pozo de Quilmes, el segundo Puente 12 y el tercer lugar de transito fue el Pozo de Banfield. Fue allí cuando se enteró de la muerte de Víctor Manuel, caso del que mencionó “hay acta de defunción pero no hay cuerpo”, y detalló el camino del cadáver, que fue sometido a una autopsia, y el “secuestro”.

Delfina estaba en Bernal y dio a luz un par de mellizas. Fue atendida en una clínica sobre la calle Pringles. “Después de partir la derivaron a la cárcel de Olmos”, puntualizó.

Dalmiro quedó en Banfield hasta el 27 de diciembre, que fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. “Había pocos presos políticos. Empecé el régimen de visitas, tuve visitas de mi mamá, mi papá, mi hermana Nora y mi hermano Omar”, contó, y precisó que su hermano reconoció a compañeros detenidos que eran del lugar en el que militaba. “El 18 de octubre de 1983 salí en libertad”, detalló.

El 4 de febrero fueron secuestradas Nora y Olga, de quienes sigue sin saber nada. “Siguieron las búsquedas, mi mamá siempre adelante en todas las marchas, tratando de encontrar una mínima noticia de sus hijos. Se murió y nunca se enteró de nada. La familia quedó reducida a mi hermana y yo, que sobrevivimos, mi sobrino que nació en la cárcel de Olmos”, contó.

Nelfa Suárez, su hermana, fue la siguiente testigo. Fue detenida por primera vez en 1973 y trasladada a una comisaría de Capital Federal. Fue junto a María Esther y Arístides, precisó. “A los días aparecen unos volantes con nuestros nombres impresos con la firma de la Alianza Anticomunista Argentina. Ya estaban sobre nuestros pasos”, dijo.

Brindó detalles de su detención, que ya había sido comentada por Dalmiro, junto a Delfina, también embarazada. “Alrededor de las 19, nos golpean la puerta y consiguen abrirla. Empezaron los golpes, a patear todo y las preguntas “, detalló. Y recordó que Víctor, su compañero, le pidió a los represores que no les hicieran nada a las mujeres. Las dos fueron trasladadas a la comisaría de Bernal en un Ford Falcon verde. Fue golpeada salvajemente a pesar de su condición.

Finalmente, fue trasladada a Olmos. El 17 de mayo de 1975 fue trasladada de urgencia a un quirófano porque no se escuchaban latidos. Víctor Benjamín nació por cesárea y su hermano Omar fue a visitarlo, hasta que dejó de ir. Nelfa también estuvo detenida en Villa Devoto, donde la amenazaron con fusilarla en el patio del recreo si no daba información sobre su hermano.

Silvia Negro, también sobreviviente, fue la tercera en declarar. Fue secuestrada entre el 14 y el 15 de noviembre de 1974 junto a un grupo de personas en Lanús. “Era un grupo de civil, se identificaron como la Triple A”, comentó, y aclaró que luego reconoció como Ramón Camps. Fue trasladada a la comisaría primera de Lanús y luego trasladada al Pozo de Banfield. “Estoy hasta el 5 de diciembre”, contó.

Ella asegura que Víctor Taboada murió en Banfield, pero se dijo que falleció en un enfrentamiento. “Más allá de mi propio relato, hay un montón de datos”, acotó. También dio cuenta de haber compartido cautiverio con los hermanos Suárez. Una vez que fue legalizada, fue trasladada al penal de Olmos. “Fui sacada para tener a mi hijo en 1975 y en 1976 nos trasladan a Devoto”, agregó. Un año después, fue liberada.

“Pasaron 48 años desde que me detuvieron. Son muchos años, mucha gente ya no está. Para nosotros es importante que exista el juicio porque hasta ahora no ha habido demasiado, porque si bien yo he declarado muchas veces, no hay una resolución”, reflexionó.

Victoria Moyano Artigas, nieta restituida, fue la última en declarar. Es hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano, una pareja de uruguayos que fue desaparecida. Ellos “ya habían sido perseguidos y torturados” en el vecino país. “La primera detención de mis padres es en San Justo, en 1975, permanecieron tres días torturados permanentemente. A mi abuela (Enriqueta Santander de Moyano) le pegan cuando pregunta qué pasaba con mi padre”, contó. Luego, fueron liberados y continuaron con la militancia hasta que en diciembre de 1977 vuelven a ser secuestrados.

Fueron llevados “sistemáticamente” al Pozo de Quilmes “para torturarlos”, pero volvían a Banfield. El 25 de agosto de 1978, la joven dio a luz una niña. “La llevaron a mi madre a una enfermería y me tuvo ahí. Ella tenía miedo de que la tuvieran mucho tiempo sola por lo que usó un sistema de contar contracciones y cuando ya estaba próximo el nacimiento, le avisaron a los guardias que iba a nacer. Nazco a las 12.30 del mediodía, a mi madre no le permitían darme el pecho pero me lo dio igual y le dijeron que me iban a llevar a Casacuna de La Plata”, detalló.

Estuvieron ocho horas juntas y las separaron. “A mi me entregan a la familia Penna. Lo más perverso es que la figura paterna era el torturador Oscar Penna, el jefe de la Brigada de San Justo, que había controlado el embarazo y el secuestro de mis padres”, precisó, al tiempo que aclaró que su apropiador falleció un año después de ser entregada. Y es por esto que alude a la figura de su hermano. Fue restituida el 31 de diciembre de 1987.

Victoria advirtió sobre “la fragmentación” de los juicios porque son por casos que son tomados como distintos pero fue en el marco de “un plan conjunto”. “Llegamos a estos juicios y queremos saber cuánta verdad y cuánta justicia vamos a tener. Sería un error no contemplar que el Pozo de Banfield fue uno de los centros clandestinos del Plan Cóndor y empezó antes del 76”, reflexionó la mujer que declaró ya en cinco procesos. “Espero haber aportado, buscamos justicia y la verdad. Que haya un registro de lo que pasó y que las condenas estén a la altura”, apuntó.