En estos días las feministas miramos las listas electorales escrutando la paridad, la alternancia, los encabezamientos femeninos. También buscamos y encontramos, afortunadamente, a muchas feministas en las listas. No obstante, el escrutinio sobre la participación femenina en la política implica observar con atención qué pasa con nuestra participación una vez ingresadas a los cargos electivos, o más aún en aquellos poderes donde el acceso a los cargos no se realiza por la vía electoral directa. Cuando prestamos atención a estos aspectos observamos que en Ciudad de Buenos Aires, la democracia paritaria sigue siendo un desafío pendiente.

Esto queda muy claro a partir del informe que elaboramos en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad sobre democracia paritaria. Allí pueden verse los claroscuros en el acceso de las mujeres a los espacios de poder del Estado que deberían guiar las discusiones en pos de continuar achicando las desigualdades de género en todos los ámbitos y especialmente en los espacios de toma de decisiones políticas.

Hablamos de democracia paritaria porque entendemos que la paridad no debe circunscribirse a los cargos electivos, sino al equilibrio de los géneros en los distintos ámbitos de toma de decisión dentro del Estado. No obstante, pese a la aplicación de las normativas de paridad para los cargos electivos, que en el caso de la CABA abarca a la Legislatura y las comunas, la marginación de las mujeres en los  espacios de poder al interior de las instituciones y especialmente en el acceso a los cargos sin normativas paritarias persisten.

El reclamo por una reforma judicial feminista puso en agenda la necesidad de avanzar en la paridad en el poder judicial, el más conservador de todos. En este sentido, es importante también poner en discusión lo que tenemos que hacer para que las mujeres estemos mejor representadas, por ejemplo, en el Poder Ejecutivo. Es posible que la figura de Cristina, dos veces presidenta de la Nación, promueva la falsa idea de que las mujeres hemos roto el techo de cristal en política. Lo cierto es que si bien es un hito en la historia argentina, el acceso igualitario de las mujeres a lugares públicos de toma de decisión en la estructura del Estado y particularmente en nuestra Ciudad, todavía no es una realidad. El Estado porteño sigue teniendo paredes y techo de cristal para nosotras.

El mapa de la desigualdad

En la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, hoy ocupan bancas 27 mujeres de las 60 disponibles. Esto representa un 45% del total. El número refleja el avance la aplicación de la ley de paridad en las listas, pero ¿qué pasa en la Legislatura más allá de las bancas? Las autoridades en la Legislatura están compuestas por una presidencia, tres vicepresidencias y tres secretarías. Actualmente, sólo la vicepresidencia segunda se encuentra ocupada por una mujer. En cuanto a las Comisiones, sólo en 2010 se alcanzó el 50% de ellas presididas por mujeres. En 2020 apenas superó el 40%. Cabe destacar que todos estos cargos son políticos y sus designaciones emergen de las negociaciones entre los bloques.

Un vistazo a las 15 Comunas de la Ciudad ejemplifica con claridad la desigualdad oculta tras la conformación de las listas para las juntas comunales de manera alternada. Si bien en las últimas tres elecciones (2011, 2015 y 2019) la paridad en las listas alcanzó casi el 50%, en las 15 comunas porteñas nunca hubo más de dos presididas mujeres electas presidentas comunales en forma simultánea.

Por último, al observar más detenidamente el resto de la estructura del Ejecutivo porteño, vemos que es muy notoria la disminución de mujeres a medida que se avanza en la pirámide jerárquica. Las mujeres somos una marcada minoría en los ministerios (27,7%), las secretarías (30,8%) y las subsecretarías (21,2%). Acá estaba muy bueno el dato del GCBA de que las mujeres son todas directoras generales. Lo agregaría porque marca mejor lo de la pirámide.

Queda claro entonces que la paridad electoral no resuelve las jerarquías de género preestablecidas y esto implica que las mujeres seguimos marginadas en el ciclo de las políticas públicas. Los lugares jerárquicos en la estructura menos visible del Estado porteño todavía nos están vedados en gran medida. Y las consecuencias no son sólo para nosotras. La falta de nuestra mirada e incidencia impide que las políticas públicas se apliquen con perspectiva de género y multiplica los obstáculos que todavía tenemos que sortear como comunidad para vivir en una ciudad igualitaria y justa donde el interés general involucre e integre todas las perspectivas.