Esfumarse, borrarse del mapa y reaparecer en otra vida con una nueva identidad es, quizás, un deseo ancestral de los humanos y un sueño que todos tuvimos en algún momento crítico de la existencia. Lo que es seguro es que iluminó bellas páginas de la literatura y de la filosofía y alimentó incontables ficciones cinematográficas. Sin embargo, hay épocas en donde las ideas de desaparecer, mutar de vida, barajar y dar de nuevo se vuelven más recurrentes. Esto es, generalmente bajo las condiciones subjetivas y materiales imperantes en el modo de producción capitalista y particularmente en ciertos críticos contextos socio-económicos y políticos en Argentina.

En ese sentido, 1994 fue uno de esos años en que muchos habitantes del suelo argentino hubiéramos querido renacer en otro tiempo y lugar. En efecto, aunque pleno de efectos dañosos y excluyentes, el modelo neoliberal propiciado por Menem y su banda delictiva, lejos de desintegrarse, se consolidaba y parecía eternizarse al casi promediar los noventa (al año siguiente Menem sería reelegido en primera vuelta). Como si fuera poco, un ataque terrorista a una institución judía -del que el próximo julio se cumplen tres décadas- replicaba viejos proyectos fascistas que soñaban con el apocalipsis de una comunidad.

Una familia feliz. El comienzo de descansar en paz.

En este espacio-tiempo, Sergio Dayan (Joaquín Furriel) es uno de esos tantos pequeños empresarios de la industria nacional perjudicados por la política de apertura al exterior de Cavallo y excluidos del ficticio paraíso neoliberal del que gozaba una parte de la clase media. Agobiado por las deudas a los bancos, a los familiares y a sus empleados y particularmente apretado por los matones de una financiera clandestina comandada por Hugo Brenner (Gabriel “Puma” Goity), Sergio camina por la zona de la AMIA el mediodía de ese trágico 18 de julio.  Entonces, cuando se sucede el atentado, tras recuperarse de un desmayo y unas heridas, decide dejar su attaché entre las ruinas (y con el maletín toda su documentación y su identidad), fingir que es una de las víctimas y abandonar el país, dejar todo para comenzar de nuevo en otro lugar y con otro nombre. Mientras tanto, su “viuda” podrá cobrar el seguro de vida que garantice su futuro y el de sus hijos. El resto es literatura y cine.

Basada en la novela homónima de Martín Baintrub, “Descansar en paz” (Aurelia Rivera Libros), la película dirigida por Sebastián Borensztein, tiene el mérito de recrear a través de una ficción atrapante un tiempo que nos habla demasiado de la actualidad.  Más temprano que tarde, Sergio devenido Daniel en Paraguay descubrirá las imposibilidades de empezar de cero cuando no hay cero: hay una familia abandonada en Argentina que lo cree muerto, una esposa (Griselda Siciliani), dos hijos y la tradición de su pueblo. Pero, sobre todo, lo que Sergio descubrirá a través de su aventura es que, lejos de lo que propaga la ideología dominante de los noventa y el discurso oficial actual, el “dios dinero” no resuelve los conflictos, no existe eso que se llama capital humano y parafraseando a los Beatles, el dinero no puede suplantar al amor. La cuestión se complejiza más aún cuando, pasados unos cuantos años, Sergio se entera de que su peor némesis forma parte de la familia que él mismo contribuyó a desintegrar. Entonces, se hará necesario para el protagonista, como para Edmundo Dantés, el conde de Montecristo, como para el tango más mentado de Gardel, emprender la proverbial acción de volver…

Toda historia necesita un villano.

Furriel logra la mejor interpretación de su carrera cinematográfica en el rol de un ser atormentado por la tristeza, la culpa y con pocos atisbos de esperanza y Siciliani resulta convincente para interpretar los diferentes matices que requiere su Estela:  la esposa aun enamorada, pero decepcionada por la ruina económica, la viuda desconsolada y la equívoca mujer que, sin querer, termina durmiendo con el enemigo.  A ellos los acompaña un sólido elenco encabezado por un ominoso Goity y una sensual y luminosa Lali González. Solo parece conspirar contra la ficción cinematográfica, el comienzo que parece idealizar innecesariamente a la familia Dayan y una conclusión demasiado previsible y algo hollywoodense que se aleja del ambiguo final propuesto por Baintrub en la novela.

 Plena de suspenso, tensión y melodrama, “Descansar en paz” es una gran propuesta que permite mirar el pasado para reflexionar sobre el presente (como en el célebre comienzo de “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” de Karl Marx, la historia argentina se repite dos veces, una como tragedia y otra como comedia) y que habla de los atravesamientos y de la pérdida de humanidad que abreva en las ideologías mercantilistas.   

Descansar en paz 

De Sebastián Borensztein Con Joaquín Furriel, Griselda Siciliani, Gabriel Goity, Lali Gonzalez. Guión: Marcos Osorio Vidal, Sebastián Borensztein. Basado en la novela homónima de Martín Baintrub. Disponible en Netflix a partir del 27 de marzo.