La manera en la que se conoce a una persona y cómo esa persona se ve a sí misma pueden ser dos cosas muy diferentes. Sergio Dayan, el protagonista de Descansar en paz, la nueva película de Sebastián Borensztein que se estrena en Netflix el miércoles 27, parece llevar una vida perfecta: una familia ideal, casado, con dos hijos que lo adoran, una casa en un country y una empresa que heredó de su padre. Pero un desmayo, en medio de una fiesta familiar, revela un costado secreto: Sergio está muy endeudado, tanto que no le alcanza con vender todas sus posesiones para pagar lo que debe.

De una forma muy diferente a la del personaje que interpreta en la película, la imagen y la carrera de Joaquín Furriel también parecen mostrar dos caras distintas, una más visible y la otra más personal. Para muchos, el actor nacido en Lomas de Zamora y criado en las empedradas calles de Adrogué, es una figura surgida en la televisión que se volvió popular gracias a su look y a una incontable serie de tiras que hizo, sostenidamente, a lo largo de la década del 2000. Pero Furriel es, además, un actor de cine, de teatro, un tipo comprometido con su época y preocupado por el momento que el país está viviendo.

Esa otra cara de Furriel es la que surge en Descansar en paz y en esta entrevista. Desde Madrid, donde está grabando El refugio atómico (ver recuadro), el actor de El patrón –la película que le fue abriendo más y más puertas en el cine– y de series relevantes como El jardín de bronce y El reino se embarcó en la nueva película del realizador de Un cuento chino y La odisea de los giles. Se trata de la adaptación de la novela homónima de Martín Baintrub acerca del tal Dayan, un tipo que al darse cuenta que no tiene forma de solucionar sus problemas económicos decide fraguar su propia muerte, algo que hace aprovechando su ocasional paso por la AMIA en el momento del atentado que tuvo lugar allí en 1994. Es así como el hombre desaparece del mapa para que su familia pueda cobrar un generoso seguro de vida que él había sacado tiempo antes.

Sergio Dayan (Furriel) está al frente de una familia que parece ideal.

A mitad de camino entre el drama familiar y el policial negro, Descansar en paz involucrará también a un agresivo prestamista interpretado por Gabriel Goity, quien lo empuja a la desesperación debido a sus constantes aprietes y persecuciones, lo que le dará a la película un constante elemento de suspenso y tensión. Pero en realidad el centro de la acción pasa por la dificultad de Sergio de tomar distancia de su mujer –una odontóloga interpretada por Griselda Siciliani– y de reinventarse como otra persona, en otro país y con otra vida, muy distinta a la previa. Poner el acento en lo económico puede haberle parecido una decisión sensata en su momento, pero con el tiempo prueba ser desesperante.

“Cuando leí el guión lo primero que hice fue preguntarle a mi representante cuál era mi personaje, porque todas las películas de Sebastián tienen como protagonista a Ricardo Darín –recuerda–. Y ahí me dicen que no, que Ricardo sólo produce (a través de Kenya Films) pero que no va a actuar, y que el personaje es el de Sergio. A mí me gustan mucho las películas de Borensztein, los mundos que arma y me encantó la idea que me quisiera para hacer ese personaje. Con Netflix ya había trabajado también en El reino, así que ya era como parte de la familia”.

-¿Qué te interesó en particular del personaje, en función de la historia que tiene y la decisión que toma?

-A mí todo lo que tiene que ver con historias que exorcizan un miedo me resulta muy interesante. Casi siempre lo vemos en el género de terror, pero también está en los policiales. En El jardín de bronce al protagonista le desaparece la hija y es una pesadilla. De repente no la ve más y se pasa años buscándola. Y acá aparece algo similar. ¿Qué pasa si yo me voy, desaparezco y dejo mi vida de lado? ¿Cómo sigue todo? Para mí fue interesante confirmar que para muchos tipos como Sergio, lo económico ocupaba un lugar demasiado importante en sus vidas. Cuando decide tomar esa decisión tan drástica a partir de un hecho fortuito, al final lo que lo mantiene vivo son los vínculos. A mí me pasaría lo mismo. Lo que me hace sentir vivo pasa por lo vincular y por mi vocación. Siempre pensamos a Sergio como dos personajes distintos. La conflictividad del primero pasa por lo económico pero en la segunda parte –que en realidad la filmamos antes por el tema del pelo, la barba y el peso– el personaje es un muerto en vida, alguien que habita la tristeza de no poder estar más con los suyos y que sobrevive como puede.

Un secreto pondrá distancias entre Sergio (Furriel) y Estela (Siciliani).

-¿Le ves cosas tuyas al personaje? Supongo que no harías algo así, ¿pero te identificás con lo que le pasa?

-Yo creo que algo interesante que tiene la película pasa por eso. Una vez que termina, muchos se deben preguntar qué harían ante una situación así, cómo lo resolverían. Creo que en frío todos decimos “me quedo con mi familia, ni loco me voy”, pero no sé si es tan así. De todos modos, cuando trabajo me gusta pensarme como una especie de antropólogo que hace su trabajo de campo. La subjetividad no te sirve a la hora de trabajar porque quizás te hace pisar el terreno del prejuicio. Si chocás con la subjetividad del personaje te das cuenta que hace cosas que no podés entender, pero no las entendés porque habitás tu propia subjetividad. Yo no trabajo así, nunca lo hice. Soy muy curioso, viajo mucho, conocí culturas muy diferentes y me interesa entender qué les pasa a los otros, no lo que yo haría o cómo me comportaría. Lo que hago es transformar lo que voy recibiendo del personaje en expresiones, miradas, en el uso del cuerpo y después que el espectador saque sus propias conclusiones. El beneficio de trabajar con directores como Sebastián es que ven con la cámara y no te van a dejar pasarte porque lo que están buscando es un enigma. Armar un vínculo con el espectador, sí, pero mantener cierto misterio.

-Hace unos días, cuando ganaste el premio a mejor actor en el Festival de Málaga por esta película, diste un discurso muy duro contra el gobierno, muy crítico también de sus medidas respecto a la cultura. ¿Cómo ves la situación?

-Quizás porque desde hace unos meses que estoy acá (en España) filmando, lo que percibo es que es un momento horrible del mundo occidental donde todo está mucho más violento en lo discursivo. Creo que esta especie de individualismo tecnológico en el que estamos viviendo, con gente que se envalentona mucho y es muy agresiva en las redes sociales, es muy terrible. Es una idea, la de pensar el mundo como un lugar en el que hay que hacer permanentemente enemigos, que no solo está en la Argentina. Ahora, lo que nos pasa a nosotros a mí no me sorprende. El actual presidente no nació de un repollo. Heredó lo peor de los dos gobiernos previos, de dos dirigencias políticas diferentes, que no supieron hacer bien las cosas. Hay algo de esa frustración de muchísima gente que se expresa con fastidio y enojo, pero sobre todo con autoritarismo y violencia.

-¿Y en lo referido específicamente con la cultura?

-Lo cultural fue siempre el ámbito más atacado cuando la democracia empieza a ser cuestionada. Yo siento que el INCAA, por ejemplo, venía mal desde hace muchos años, no es un problema actual. Y el lío había que haberlo dado vuelta antes, era algo que teníamos que haber hecho en su momento nosotros o a quien le correspondía. Y no solo lo del INCAA. Siento que hay mucha hipocresía a nivel institucional. Hace mucho tiempo venimos viendo esto y no pudimos o supimos solucionarlo antes. Y eso fue generando este caldo de cultivo para que mucha gente malentienda qué es la cultura y qué es el INCAA. Y yo creo que ya no tiene sentido explicar porque nadie quiere escuchar. Ya la gente se encerró con la idea de que el INCAA le roba el dinero a la gente o que somos todos ladrones. Y cansa tener que explicar o aclarar que uno trabajó toda su vida de manera privada. De todos modos tenemos que seguir hablando y no amedrentarnos porque lo que quieren los violentos es que haya temor y silencio, que la democracia no exista.

-¿Creés que hay forma de revertir todo esto?

-Hay que volver a pensar en la institucionalidad, en dejar de adueñarse políticamente de las instituciones, de sacarlas de esta polarización que se viene generando desde el “que se vayan todos” del 2001. Ves países que cambian de gobierno, que tienen crisis económicas, caídas del PBI, lo que sea, pero la cultura no se toca. Alemania es la tercera potencia mundial, el país que maneja toda Europa, y cuando atravesó una crisis en 2008 no tocó la cultura. Ya que se les da por comparar a la Argentina con países que nada tienen que ver con nosotros, ¿por qué no miran eso también? O Corea del Sur, que ha hecho una industria audiovisual poderosa de la que vive muchísima gente. Nosotros tenemos todo para lograr eso. Si nos vamos a poner a hablar solo del mercado, hablemos de mercado. Se venden muchísimos productos audiovisuales argentinos en todo el mundo, así que por ahí tampoco hay razones. Lo que creo es que debemos repensar el sistema de manera tal que no se pueda mover así nomás, que no pueda uno venir a liquidarlo de un saque. Porque al final, por no haber mejorado las cosas en su debido momento, ahora tenemos que pagar todos unas consecuencias terribles.


Descansar en paz

Director: Sebastián Borensztein. Reparto: Joaquín Furriel, Griselda Siciliani, Gabriel Goity, Lali González. Estreno: 27/3, en Netflix.



El búnker del fin del mundo

Joaquín Furriel está hace tiempo en España, ahora más precisamente en Madrid, grabando para Netflix episodios de El refugio atómico, la nueva serie del creador de La casa de papel, Alex Pina, junto a Esther Martínez Lobato (Sky Rojo).
Antes conocida como El búnker, la serie en la que Furriel trabaja junto a Miren Ibarguren, Natalia Verbeke, Carlos Santos y Agustina Bisio, entre otros, se centra en un grupo de multimillonarios que, cuando la Tercera Guerra Mundial está a punto de estallar, se refugia en un búnker de lujo llamado Kimera Underground Park, desde el que ven a través de enormes pantallas, y mientras disfrutan de lujos de todo tipo (restaurantes exclusivos, jardines zen, psicólogos, gimnasio, spa), cómo el mundo que conocían va desapareciendo delante de sus ojos.
De todos modos, aún escondidos en ese refugio aparentemente seguro, no podrán evitar que surjan todo tipo de problemas entre ellos.