El Tribunal Superior de Justicia de Londres decidirá entre este martes y el miércoles si el periodista Julian Assange será extraditado a Estados Unidos, donde enfrentaría un juicio que con toda seguridad lo dejaría en la cárcel por 175 años. Aunque, como teme su esposa, Stella Moris, si no es liberado y termina del otro lado del océano, su estado de salud es tan precario que moriría en muy poco tiempo. El caso está en manos de dos magistrados que examinarán un fallo de junio de año pasado que denegó el derecho de recurrir la extradición que otra corte había ordenado en 2022.

Assange, australiano de nacimiento, creó en 2006 el sitio WikiLeaks en el que ciudadanos de todo el mundo pudieron filtrar de manera encriptada documentación sobre acciones de gobiernos reñidas con la ética y la democracia. Alcanzó una repentina difusión cuando en 2010 publicó -en un acuerdo con los medios más importantes de EEUU, el Reino Unido, Francia, Alemania y España- más de 700 mil archivos donde se revelaron las atrocidades cometidas por tropas estadounidenses en Irak y Afganistán.

Desde ese momento, su nombre estuvo en la lista negra de los servicios estadounidenses pero también de los aliados más firmes de Washington: Gran Bretaña, Australia y algunos socios menores de Europa. Así, una fiscalía sueca comenzó a perseguirlo por un presunto caso de violación a raíz de la denuncia de dos mujeres que habrían estado con él. Ante los pedidos de detención del gobierno de Barack Obama, y la segura complacencia del entonces primer ministro David Cameron -actual canciller- Assange pidió asilo en la embajada de Ecuador.

El entonce presidente Rafael Correa no solo le dio asilo sino que le otorgó la nacionalidad ecuatoriana. Pero nunca logró que le aseguraran la inmunidad diplomática para poder tomar un avión con destino al país sudamericano. En 2019, el sucesor de Correa, Lenin Moreno, autorizó a que la policía británica ingresara a la sede diplomática y se lo llevara detenido a la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh. Una violación inédita de la Convención de Ginebra.

Assange enfrenta 18 cargos, 17 de los cuales están encuadrados en una ley de espionaje estadounidense de 1917, cuando el país se metía en la Primera Guerra Mundial. Nunca esa normativa había sido aplicada a un periodista. Por otro lado, un espía es un agente que envía a una potencia extranjero información confidencial, no alguien que difunde secretos inconfesables de un estado a las sociedades de los países más grandes de Occidente, para escrutinio de toda la población, que fue lo que concretamente hicieron Assange y su equipo.

Detrás de Assange también cayó en desgracia Chelsea Manning, que como soldado había filtrado gran parte de aquellos documentos comprometedores, entre ellos un video en el que se ve como desde un helicóptero efectivos de EEUU disparan en 2007 sobre un grupo de personas en Bagdad y asesinan, entre otros, a dos periodistas de la agencia Reuters. El video recibió el nombre de Asesinatos Colaterales. Tras siete años de prisión en condiciones extremas, poco antes de dejar el cargo, Obama le dio el indulto.

A principios de febrero, un juez federal de Nueva York condenó al exagente de la CIA Joshua Schulte a 40 años de prisión tras haber sido declarado culpable de pasar a WikiLeaks documentos en la filtración que se denominó Bóveda 7. Se trató de cerca de 9.000 archivos donde se muestra el modo en que la agencia hackeó teléfonos inteligentes para convertirlos en aparatos de escucha a dirigentes políticos en varios países de Europa y el “Mundo Libre”.  

Otro exagente de la CIA, Edward Snowden, difundió en 2013 al The Guardian miles archivos donde se demuestra el modo en que agencias como la NSA utilizan programas para espiar mediante cualquier aparato electrónico a ciudadanos de todo el mundo. Pero tuvo el buen tino de buscar cobijo en Rusia para no terminar como Assange o Schulte. Un dato: en la entrevista que Tucker Carlson le hizo a Vladimir Putin hace un par de semanas, el estadounidense le preguntó por el periodista Evan Gershkovich, del The Wall Street Journal. El mandatario ruso respondió que era un espía y sugirió que su liberación debería ser parte de una negociación con las agencias occidentales.

Los que nunca fueron llamados a declarar por sus publicaciones fueron los responsables de los diarios The New York Times, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel o El País, aunque el año pasado se unieron para pedir por “el fin de la persecución” a Assange y afirmaron que una eventual condena significaría “el fin del periodismo”. El gobierno de Australia, luego de haber recibido fuertes críticas de sectores políticos y de la familia del periodista por la inacción ante un caso que involucra a un nativo de esas tierras, tanto el primer ministro Anthony Albanese como legisladores federales votaron para que se ponga fin al encarcelamiento. En Roma, en tanto, el Consejo Legislativo le otorgó el título de Ciudadano de Honor de la capital italiana.