La expresión “bajo Imperio” no sólo es una categoría que refiere a los tiempos finales de la dominación romana en el occidente europeo, sino que también puede ser un adjetivo para calificar una situación de decadencia terminal. Hablamos de esos tiempos en los que la guardia pretoriana asesinaba y nombraba nuevos emperadores así como tal cosa. Senadores inútiles, Tribunos incompetentes, el poco poder dejado en manos de sucesivos y permanentes favoritos guiados por caprichos. Sin política, con corrupción generalizada, falta de recursos fiscales, crisis agrícolas provocadas por un enfriamiento global -lo que disparará hambrunas y pestes- la cohesión cívica ya no existía. El crecimiento del cristianismo ajaba las creencias tradicionales, las legiones en las fronteras eran descuidadas, las vías romanas ya no tenían mantenimiento. Para peor, había un éxodo urbano forzado hacia los latifundios de los grandes señores, en busca de seguridad y sustento, donde esos colonos quedarán atados -por deudas- a la tierra y serán los futuros siervos de la gleba durante el medioevo. ¡Qué idea, transformar una civilización por esencia urbana en una expresión rural!

Hay algo de eso en la realidad que vivimos. Si como decía Marx la historia se repite, primero como tragedia y después como comedia, habrá que reconocer que esta época donde cunde el libertarianismo, estos han logrado inaugurar un nuevo tartamudeo de la historia basado en el grotesco. ¿Cómo definir sino el paso de burlesque entre Donald Trump, “el hombre más poderoso del mundo” contra Elon Musk “el hombre más rico del planeta”?

Digamos que frente a la incapacidad de establecer relaciones políticas, basadas sobre una comunidad de convicción, estos tiempos parecen privilegiar las afinidades personales y los negocios privados. Así es como el Estado norteamericano contrató a las empresas de Elon Musk para cuestiones tales como la conectividad digital, la exploración espacial y la promoción de autos eléctricos. Entregar el saber acumulado de la NASA a una persona que planea establecer una colonia libertaria en el planeta Marte no habla tanto del lunático (o marciano) sino de la deficiente decisión pública. Delegar o concesionar funciones que hacen a la soberanía nacional en empresas privadas construye la perversión de confundir el lucro individual a corto plazo por sobre la inversión nacional de largo plazo. Desde el neoliberalismo, sabemos que esos esquemas son insostenibles, como así también que cuando caen esos “esquemas Ponzi” institucionales público-privados las ganancias quedan para los privados y las pérdidas son del público.

También debemos considerar el carácter monetizado de la representación parlamentaria en Estados Unidos, que apenas osamos calificar de “política”. En efecto, la enorme mayoría de diputados y senadores no representan al pueblo norteamericano o a los Estados de la Unión, sino a las empresas que los financian para llegar a una banca. ¿Crisis de representación? Sin duda. Pero no sólo en Estados Unidos, o en otras naciones del occidente colectivo. Desde hace años lo vemos en Argentina, con muchos menos pudores y sin método. Bajo Imperio.

El escandalete Musk-Trump es revelador de la deliquescencia de la dirigencia. Musk, que debía tallar a la motosierra las áreas “superfluas” del gobierno federal se retira después de provocar los desmanes propios de quien sólo maneja prejuicios y absolutos. Elon insulta a Trump, por la “magnífica” ley que propone al Congreso y lo acusa de pedófilo, al figurar en la lista de invitados a la isla de Epstein. Trump responde con algo de pena, aparecen las adicciones de Musk, y baja los contratos de las empresas de Elon. Steve Bannon aprovecha para pedir la expulsión de ese extranjero y tomar X-Twitter. ¿Y los contratos? ¿Y la propiedad? Nada es más revelador de la decadencia que violar las reglas impuestas por el mismo Imperio. Las acciones de Tesla caen en la bolsa por miles de decenas de millones de dólares, sin que uno pueda saber si esa riqueza existe o es materia de sueños financieros. ¡Qué idea, transformar una civilización política en un orden digital!

Mientras suceden esas escenas de alcoba propias de maridos engañados, hay una masacre sin precedentes en Gaza, sólo comparable con las peores invasiones bárbaras. En el frente este, la imprudencia de la OTAN abre las puertas a una respuesta contundente por las fuerzas rusas, lo que puede derivar en una guerra continental abierta, anhelada por Europa. El fundamentalismo islámico, denunciado y pertrechado por occidente, arremete contra los proyectos nacional-populares del Sahel. India y Pakistán se miden. China continúa con la Ruta y la Franja de la Seda, pues todos los caminos llevan al Sur Global. Allá lejos y hace tiempo –era 476– un líder mitad bárbaro y mitad romano que se llamó Odoacro (“el que cuida la propia riqueza”) depuso a Romúlo Agustulo, el último emperador romano de occidente. A nadie le importó mucho. Bajo Imperio.  «