Supongamos que uno tiene la responsabilidad de comunicarle a la población información fehaciente sobre temas de política pública. Digamos, por ejemplo, que es un vocero de un poder importante del Estado. Y supongamos también que uno no quiere inducir a confusión a la población hablando de “la proliferación de mosquitos” —iniciada en el AMBA la misma semana de la conferencia de prensa de este hipotético vocero— “y los casos de dengue”, como si una fuera causa de la otra.

Para eso, uno podría servirse de la existencia de organismos públicos de ciencia como el CONICET, que tienen personas expertas de un altísimo nivel de especialización y le podrían aclarar a uno, que, justo, justo, los mosquitos que proliferaron en el área metropolitana desde mediados de febrero no son vectores del dengue. El impacto del dengue en el país es, sin duda, un problema extremadamente preocupante, para el cual la ciencia argentina —tan atacada durante estos mesestambién tiene respuestas. Pero abordemos las dos cuestiones por separado.

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Primera cuestión: parecido no es lo mismo. Las personas que se dedican a la clasificación de seres vivos distinguen entre género y especie. Por ejemplo, los seres humanos pertenecemos a la especie Homo sapiens, que está incluida en el género Homo. Nuestros ancestros los Homo erectus, por ejemplo, también pertenecen al género Homo, pero no a la misma especie. A los mosquitos se les aplica lo mismo. El nombre científico del llamado “mosquito charquero” cuya proliferación hemos estado sufriendo en estos últimos días es Aedes albifasciatus. El vector del dengue es el ya famoso Aedes aegypti. Son dos especies distintas que comparten el género, Aedes. Incluso, durante un breve período, entre 2000 y 2015, estas dos especies ni siquiera fueron clasificadas en el mismo género.

El punto, como ya han aclarado los expertos locales, es que si bien el Aedes albifasciatus es uno de los vectores del virus de la preocupante encefalitis equina, no hay ninguna evidencia de que pueda transmitir también el virus del dengue (ni el del zika ni el de la chikungunya). Y su proliferación en estos días se debe a las intensas lluvias. Típicamente, los mosquitos de esta especie “se crían en lugares donde se generan charcos naturales por las lluvias torrenciales”.

Segunda cuestión: ¿cómo controlamos la proliferación de los mosquitos que sí son vectores del virus del dengue, los Aedes aegypti? Ante todo está lo que podemos hacer como individuos: dado que son mosquitos peridomiciliarios, es crucial que evitemos que se acumule agua durante varios días en recipientes como el agua de las mascotas, los floreros, etcétera; de esta manera, impediremos que en el agua estancada puedan crecer las larvas. Pero esto, si bien importantísimo, no alcanza. Así que por suerte tenemos a la radiactividad.

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La vida sexual de las hembras del Aedes aegypti es un tanto… aburrida: solo se aparean una vez en su vida. Lo cual quizá sea un problema para ellas, pero una suerte para los humanos que deseamos controlar su reproducción. Si se logra que ese único apareamiento de un mosquito hembra no resulte en un montón de bebés mosquitos, no tendrá ninguna otra oportunidad para dejar descendencia. ¿Cómo podríamos conseguir esto? La solución, simple y elegante, es liberar mosquitos macho estériles. Lo mejor del asunto es que los machos se aparean con distintas hembras, con lo cual un mismo macho estéril puede neutralizar la capacidad reproductiva de unas cuantas. La otra razón para preferir machos estériles, y no hembras, es que son ellas las que pican y transmiten los virus y, aunque no puedan dejar descendencia, sería un problema aumentar su población.

La pregunta, entonces, pasa a ser más específica: ya no es cómo reducir la población sino cómo conseguir mosquitos macho estériles que serán los que nos ayuden a prevenir la proliferación. De seguro no se puede ir mosquito por mosquito y averiguar sobre su capacidad reproductiva. Afortunadamente, la comunidad científica viene trabajando desde hace muchos años sobre este problema y tiene una respuesta: fabricar insectos estériles.

En la década del ’40 dos entomólogos, Edward Knipling y Raymond Bushland, desarrollaron lo que se conoce como Técnica del Insecto Estéril (TIE), una forma de control biológico de plagas: se cría en masa a los insectos, se los esteriliza por medio de radiación, y luego se los libera al ambiente. Esta técnica fue aplicada por primera vez con éxito en la erradicación de la mosca del gusano barrenador del ganado. En el año 1986, el gobierno de Mendoza, a través del Comité de Lucha Contra la Mosca del Mediterráneo, conocida como “mosquita de la fruta”, comenzó a aplicarla y, en 1995, se creó el Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza (ISCAMEN) que, hasta el día de hoy, es el encargado de la cría masiva, esterilización y liberación al medio de machos esterilizados de mosca del Mediterráneo.

Encontrar la dosis adecuada de irradiación no es un proceso sencillo, pero es crucial, porque es necesario minimizar efectos adversos sobre la longevidad de los insectos y su capacidad de aparearse. Gracias a este programa, actualmente dos regiones mendocinas -Oasis Norte y Este- son reconocidas internacionalmente como Áreas de Escasa Prevalencia mientras que el Valle de Uco y el Oasis Sur son directamente Áreas Libres de moscas de los Frutos. Esto ha tenido un impacto económico enorme en la provincia y ha permitido no solo su uso a nivel local sino regional: Argentina exporta moscas estériles a Chile y Bolivia. Algo que hipotéticos partidarios de corte liberal deberían apreciar porque asegura un ingreso de divisas.

Sobre la base de la experiencia con la mosca de la fruta, desde 2017, investigadores del ISCAMEN trabajan en la adecuación de esta técnica al Aedes aegypti. Y también lo hacen especialistas de la División Aplicaciones Agronómicas del Centro Atómico Ezeiza de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Para la esterilización se utiliza cobalto-60, un elemento sintético que se fabrica a partir del cobalto-59, que es el que encontramos en la naturaleza. La CNEA es responsable de la comercialización y los usos del material, Dioxitek es la compañía argentina (estatal, aunque amenazada de privatización) que produce las barras de cobalto y, a través de un convenio con Nucleoeléctrica, la Central Nuclear Embalse (de gestión también estatal) es la encargada de irradiar las barras para producir el cobalto-60. Argentina es, por cierto, uno de los principales productores mundiales de cobalto-60, junto con India, Canadá y Rusia.

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Ahora, volvamos a la invasión de mosquitos de la inundación: ¿por qué la TIE no se adecua también para esta especie? La investigadora María Victoria Micieli y su becaria doctoral María Eugenia Cano, ambas del CONICET, nos explican que para poder aplicar la técnica, es necesario desarrollar todo el ciclo de vida del insecto en el laboratorio, algo que todavía no se ha logrado con el mosquito de la inundación. “Una de las razones es su modo de reproducirse: los machos realizan enjambres, en general en altura, que las hembras atraviesan para ser copuladas. Estas condiciones son muy difíciles de replicar en laboratorio”.

Esto no significa, sin embargo, que no existan medidas para mitigar su proliferación. Este control suele llevarse adelante por medio de la aplicación de un larvicida biológico, la bacteria Bacillus thuringiensis subespecie israelensis, en las masas de agua en las que crecen las larvas. El INTA también ha desarrollado este biolarvicida para enfrentar al Aedes aegypti, lo que ha habilitado una alternativa más económica a los productos importados.

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Lo importante, de cualquier modo, y volviendo al hipotético caso del vocero que desinforma y confunde por -supongamos- mera ignorancia, es saber que, para cualquiera de estos dos vectores de enfermedades, la ciencia argentina cuenta con personas expertas de alto nivel de especialización, y que, en particular para enfrentar los desafíos que supone la técnica del insecto estéril, nuestro país domina —por medio de organismos estatales— el ciclo completo del cobalto-60, desde su producción hasta su uso en irradiación. La ciencia del país nos trae, así, soluciones. De Argentina para Argentina, pero también de Argentina para el mundo.