Isabel Di Tella, medalla de oro en esgrima en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, fue una de las grandes sorpresas deportivas de 2023. La tiradora siempre estuvo ligada a este deporte gracias a la herencia de su padre, pasión que comparte además con su hermano Pascual, también integrante de la Selección, pero ahora va por más en 2024: tiene la mente puesta en los Juegos Olímpicos de París y espera por los Panamericanos de Costa Rica a principios de abril para clasificarse. En ese torneo se pondrán en juego una plaza continental por ranking individual y una por preolímpico.
Si bien la esgrima argentina suele cumplir buenos resultados en torneos continentales, el logro de Di Tella en la capital chilena a fines de 2023 vale aún más por el contexto: Argentina volvió a ganar el oro panamericano después de más de cuatro décadas. El último antecedente había sido la medalla conseguida por Mario Brélaz en San Juan de Puerto Rico 1979. Pero además, Di Tella fue la segunda mujer en hacerlo: la primera había sido Elsa Irigoyen, campeona en Buenos Aires 1951, los primeros Panamericanos de la historia.
Isabel nació en Oxfordshire, Inglaterra, pero siente los colores celeste y blanco como propios. Y también el deporte. El olimpismo es cuestión de familia entre sus padres, ambos argentinos. Su mamá, Astrid Steverlynck, fue olímpica en esquí alpino en Calgary 1988 y Albertville 1992, mientras que su papá, Rafael Di Tella, compitió como esgrimista olímpico en Seúl 1988 y Barcelona 1992.
Pero no sólo proviene de una familia de deportistas sino también de una familia de intelectuales. Su padre, Rafael, tras su experiencia deportiva se metió de lleno en la educación y hoy trabaja como profesor académico en Economía en la Universidad de Harvard. Su abuelo, Guido Di Tella, fue canciller en la presidencia de Carlos Menem entre 1991 y 1999. Paralelamente, Di Tella es sinónimo de economía en Argentina: Guido Di Tella, junto a su hermano Torcuato, fundaron el establecimiento educativo que lleva el apellido familiar.
La espadista, de 30 años, se alineó a los profesionales de la familia y, tras recibirse en Matemáticas en Harvard, cursa un doctorado en Economía en Boston, por lo cual es un verdadero producto de la herencia y tradición familiar. En su vida no sólo hay lugar para los números sino también para las pedanas (la plataforma donde se practica la esgrima) desde muy pequeña. «Hay fotos mías de cuando tenía seis meses y mi papá me ponía como dentro de un zapato de esgrima: me sacó una foto con una espada en la mano», reconstruye.
Familiarizada con el deporte seriamente desde los siete años, apenas hicieron falta otros tres para que a los diez comenzara a participar en el continente sudamericano en espada, una de las modalidades en las que se compite a nivel olímpico junto con el florete y el sable. Su papá constituyó un faro en la carrera de Isabel: «Es redondo contar con alguien que conoce el deporte no sólo desde su aspecto técnico, sino también desde haberlo practicado a gran nivel, con dos Juegos Olímpicos, y todo eso en casa».
Muy frecuentemente es común encontrar similitudes entre padres e hijos ya sea a nivel actitudinal, gestual o incluso físico. En el caso de los Di Tella, encuentran un rasgo característico en la competitividad. «Mi papá es igual de competitivo que todos nosotros. Nos ha pasado cuando entrenábamos juntos en la sala que él nos ganaba y nosotros teníamos diez o 12 años… Llegaba un punto en el que los compañeros le tenían que decir ‘ey, son nenes’, aunque nos divertíamos«, recordó sobre su papá.
Aun con una vida lejos de Argentina, Isabel no pierde sus raíces. «Vivir en el exterior siendo esgrimista argentina es difícil, pero muy gratificante. Me pasa de sentir que estoy dando a conocer el deporte argentino al mundo. Todos conocen a las italianas o francesas porque son muchas y a la vez todos me conocen a mí por ser de donde soy», destacó ante Tiempo. Y siguió: «Estoy sola y tenés que encontrarte con que en el exterior hay estructuras deportivas que no son tan amables. No te reciben, por ejemplo. No puedo entrenar en cualquier centro de entrenamiento porque no quieren que su competencia, de otro país, esté entrenando donde ellos preparan a sus atletas. Son algunas de las barreras detrás de las estructuras».
La carrera del deportista de alto rendimiento en Argentina suele estar caracterizada por el orgullo, el esfuerzo y el sacrificio y Di Tella, que vive en el extranjero, lo sabe. Acaso por eso, también lo incorpora. Isabel cuenta que, a lo largo de los años, los entrenadores le han reconocido «bases muy fuertes, claras y sólidas». Según dice, «en Argentina se dan resultados muy aislados por cómo se practica la esgrima, mientras que en otros países se trabaja de esto, es profesional. Igual en nuestro país tenemos una tradición esgrimística que siempre va a estar».
Aunque a sus 30 años todavía se encuentra en actividad, su experiencia dentro del espectro amateur le permite mirar más allá y abrir el juego para los futuros y futuras esgrimistas. «Creo que se podría lograr un poquito más de continuidad entre las personas que se destacan y las generaciones siguientes. Hay muchas cosas que mis contemporáneos y yo aprendimos a la fuerza, pero estaría bueno poder transmitir todo eso a las nuevas generaciones para que no tengan que pasar por ese mismo proceso. Además, para que de esta manera puedan, en un futuro, profesionalizar su paso por el deporte», sostiene, mientras ultima la preparación para la cita de Costa Rica. Si sus padres fueron olímpicos, ella también quiere serlo. «