Ya a 138 días del inicio de París 2024, el deporte argentino se prepara para unos Juegos Olímpicos con el amor y el talento de siempre de sus atletas y la dedicación de muchos de sus dirigentes, pero en medio de la mayor incertidumbre y falta de apoyo económico de las últimas décadas. El remate fácil queda servido: a la «Ciudad Luz» se viaja en penumbras.

El deporte suele ser un reflejo de los países –o de sus gobiernos- y una comparación histórica con las anteriores participaciones olímpicas de Argentina ayuda para una mirada en contexto. El punto más bajo, como no podía ser de otra manera, fue la cancelación para Moscú 1980, cuando diferentes selecciones y atletas se habían clasificado pero la dictadura que sometía al país decidió adherir al boicot de Estados Unidos, en plena guerra fría contra Rusia, y les prohibió viajar a la capital soviética.

Fue una injusticia con todos los atletas argentinos, pero acaso con mayor crueldad para la selección masculina de básquet, que había pasado con éxito el Preolímpico después de seis intentos fallidos –la última participación había sido en Helsinki 1952- y que, con el pasaporte en la mano, debió quedare en el país.

Ya en el regreso de la democracia, el gobierno de Raúl Alfonsín no le dio demasiada trascendencia a los Juegos de Los Ángeles 1984 -en los que muy pocos saben que llegó a participar un héroe de Malvinas, el boxeador Rubén Carballo, que dos años atrás había peleado en la guerra por la recuperación de las islas-. Eran tiempos en que la Secretaría de Deportes a cargo de Rodolfo “Michingo” O’Reilly tenía una visión genuina, de base, por fuera de las elites: la enorme mayoría del presupuesto que le llegaba del Estado, que tampoco era mucho, se destinaba para la acción social del deporte -clubes barriales, torneos en donde no llegaba la política- por encima de la alta competencia.

Esa prioridad a favor del deporte como actor inclusivo de la sociedad se iría modificando con los gobiernos siguientes pero alcanzaría un equilibrio cercano al ideal tras la creación del Enard, en 2009, un ente mitad público y mitad privado (compartido entre la Secretaría de Deportes y el Comité Olímpico Argentino) que se subsidiaba de manera autárquica a través del 1% de las boletas de telefonía celular.

Fueron tiempos en los que la Secretaría sostenía competencias amateurs en las que participaban miles de pibes en todo el país –regresaron los Juegos Evita, por ejemplo- mientras el Enard solventaba los gastos y les pagaba becas a los atletas olímpicos. El proyecto, encima, fue acompañado con medallas en Juegos Olímpicos y Panamericanos, un logro que no siempre tiene relación con el apoyo estatal –porque hay equipos o atletas fenomenales que aparecen cada tanto sin una explicación lógica-, pero por primera vez en mucho tiempo hubo una política deportiva.

Si algunos especialistas señalan que ese oasis comenzó a secarse a partir de 2014 o 2015, ya en noviembre de 2017, bajo la presidencia de Mauricio Macri, recibiría un duro golpe, casi el golpe final: el adiós a la independencia económica del Enard, que dejó de recibir el dinero de manera automática y pasó a depender de partidas discrecionales que autoriza el Poder Ejecutivo. Se estima que en poco tiempo, sin esa autarquía, la financiación del deporte perdió cerca del 50% del monto original.

El gobierno de Alberto Fernández no dio marcha atrás con esa derogación en sus cuatro años de gobierno y está claro que Javier Milei tampoco lo hará. El único acercamiento –físico- del presidente al deporte fue el domingo en el que fue a votar al candidato macrista en las elecciones de Boca, Andrés Ibarra, mientras que su hermana, Karina, acudió al Abierto de Tenis de Buenos Aires para ver en acción al español Carlos Alcaraz.

La prioridad deportiva de la administración libertaria es la inserción de las SAD, tal como volvió a quedar clara esta semana varias veces. Primero, en ExpoAgro, Milei se refirió al supuesto interés del Manchester City o del City Group por “un club grande” de Argentina, como si los hinchas de ese equipo realmente estuviesen a favor de vender o privatizar su club. “Hay una casta en el fútbol”, repitió Milei en La Nación+, además de otra mención del vocero presidencial, Manuel Adorni, este viernes. También se le sumó la pelea entre Carlos Tevez, el técnico de Independiente, contra la AFA luego del polémico arbitraje de Pablo Dóvalo ante Barracas Central este martes, que en verdad debe leerse en clave política: Mauricio Macri ante Claudio «Chiqui» Tapia.

Qué esperar de los Juegos Olímpicos

Tras la anulación de la autarquía del Enard, Tokio 2020 encendió un semáforo amarillo: fue la peor cosecha de medallas de Argentina en los últimos 29 años de Juegos Olímpicos. En los Panamericanos de Santiago 2023 pasó a naranja: el balance fue pobre, con la caída del 5º al 7º puesto en el medallero y de 33 a 17 medallas de oro. Nunca hay que subestimar a los deportistas argentinos –y menos con el gran nivel de Los Pumas 7 y la clasificación del seleccionado masculino de fútbol- pero, al menos en los pronósticos previos, la actuación en París 2024 confirmaría ese declive, en consonancia con la caída del presupuesto y de la falta de prioridad deportiva.

Por caso, la Subsecretaría de Deportes aún sigue sin encargado tras la renuncia del empresario Ricardo Schlieper, hombre de Macri que se alejó a fines de enero tras la llegada de Daniel Scioli a la secretaría de Turismo, Deportes y Ambiente. Pasaron más de 35 días y el cargo oficialmente continúa acéfalo, aunque en la práctica ya empezó a trabajar Julio Garro, el ex intendente de La Plata, sin gestión conocida en el deporte –fue rugbier de San Luis en su juventud-.

Como ocurre en tantas otras dependencias del Estado, el deporte también deberá trabajar en 2024 con el mismo presupuesto en pesos. En concreto, el Enard –que se encarga del alto rendimiento- tiene a disposición una partida de 11.600 millones de pesos, que en 2023 equivalían a 20 millones de dólares y este año a la mitad, 10 millones de dólares, según cuentan funcionarios del área en relación a un punto clave: muchos egresos, por los viajes y las competencias en el exterior, son en la moneda estadounidense. Con un reciente 20% de aumento, las becas para los deportistas clasificados a París 2024 pasaron a oscilar entre 170.000 y 390.000 pesos, mientras que quienes se preparan para los Panamericanos 2027 reciben de 156.000 a 218.000 pesos.

En los últimos días se sucedieron varias críticas de deportistas que dijeron no recibir ayuda estatal para representar al país en el extranjero. “En diciembre nos dijeron que, por falta de financiación, no podríamos competir en ningún torneo en el exterior durante el año”, lamentó Iván Nikilajuk, integrante de la selección argentina de tiro con arco. “Con mis compañeros sacamos rifas para viajar al Sudamericano de Brasil, en marzo, y para el Panamericano de Colombia, en abril, pero la colecta no viene bien y no vamos a poder participar. Recién empezamos el 2024 y ya nos quedamos sin nada”, agregó el triple campeón sudamericano.

Sin embargo, desde el Enard explican que su presupuesto sólo se destina a deportes de alto rendimiento o exposición, por lo que el resto de las disciplinas deben acudir a la subsecretaría de Deportes. El problema, más allá del congelamiento del presupuesto, es que aún no hay una designación oficial.

En todo caso, a Milei -y Macri- les interesan más las SAD. París 2024 queda de espaldas.