En América Latina, los territorios rurales son hoy escenario de una disputa política y económica que atraviesa fronteras. La ofensiva de las derechas y de los poderes corporativos sobre la tierra, el agua y los bienes comunes no es un fenómeno aislado, responde a una estrategia coordinada que combina extractivismo, concentración de la propiedad, criminalización de la protesta y debilitamiento deliberado de las instituciones que históricamente atendieron al campesinado y a los pueblos originarios.
Este modelo, impulsado por capitales transnacionales con respaldo de gobiernos y organismos financieros internacionales, busca imponer una agricultura orientada a la exportación, dependiente de agrotóxicos y control corporativo de las semillas. En contraposición, los movimientos campesinos e indígenas de la región han fortalecido en las últimas décadas un tejido organizativo que trasciende fronteras, con la soberanía alimentaria, la agroecología y la reforma agraria como banderas centrales.
Uno de esos espacios es la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), surgida a fines de los años 80 al calor de la campaña continental por los 500 años de resistencia campesina, indígena, negra y popular. Desde su fundación formal en Perú en 1994, la CLOC articuló luchas tan diversas como las del zapatismo en México, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el movimiento indígena ecuatoriano o los cocaleros bolivianos. Hoy nuclea a más de 80 organizaciones de 22 países y es uno de los pilares de la Vía Campesina Internacional, presente en todos los continentes.
Para Diego Montón, del Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra (MNCI-ST), esta articulación continental “es clave para enfrentar una ofensiva fascista y ultraderechista que no se limita a lo nacional, sino que se coordina para apropiarse de los bienes naturales de América Latina. La CLOC es la posibilidad de dar una respuesta también a esa escala”.
En medio de este panorama, el capítulo argentino de la CLOC vivió este mes un hito político ya que la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra (MNCI-ST), la Federación Rural, la Federación Nacional Campesina (FNC) y el MNCI, formalizaron su reincorporación a la articulación continental.
El relanzamiento del capítulo argentino de la CLOC ocurre en un contexto de retroceso económico, ambiental y social que golpea con fuerza al campo popular rural latinoamericano. La asamblea constitutiva, realizada en Jocolí, Mendoza, definió una “Comisión Política con representación paritaria, ejes de lucha comunes y una agenda que va desde la defensa del agua y las semillas hasta la implementación de la Declaración de Derechos de los Campesinos y Campesinas”. También se incorporó la solidaridad internacionalista, con un pronunciamiento explícito en apoyo al pueblo palestino.
Para Lidia Furlani, dirigente de la UTT, el momento en el cuál se relanza este espacio es clave ya que “las ultraderechas y los poderes concentrados atentan contra la organización social, especialmente contra quienes sostenemos la vida. Articular a nivel continental es una forma de defendernos y empoderarnos. Nuestras luchas son las mismas que las de Paraguay, Bolivia o Colombia: el despojo territorial, la criminalización y la precarización”.
En la hoja de ruta hacia el VIII Congreso Continental que se realizará en diciembre de este año en México, las organizaciones argentinas buscan ampliar la base de la CLOC en el país y articular campañas comunes, como la lucha contra los agrotóxicos, la violencia hacia las mujeres y la mercantilización de la alimentación. “El mapa político continental se reconfigura cuando en sus extremos sur y norte, es decir Argentina y México, se integran de lleno a la articulación. Es un mensaje claro de que nuestras banderas históricas no se negocian”, subrayó Furlani.
Diego Montón analiza que “la situación que se vive en nuestros países no solo está atada a condiciones nacionales, sino fundamentalmente al rol de las transnacionales, del imperialismo norteamericano que de forma coordinada plantean una ofensiva sobre los bienes naturales de América Latina”, y es por eso que estas articulaciones organizativas son “la posibilidad de dar una respuesta continental a esa ofensiva”.
Según Furlani el relanzamiento de la CLOC en Argentina no es solo una formalidad orgánica, sino que es “un gesto de soberanía política en tiempos de ajuste y represión, y una apuesta por la unidad del campo popular rural frente a un modelo que amenaza con dejar sin tierra, sin agua y sin voz a quienes la trabajan y la cuidan”.