Hasta hace unos años, para decir que los miembros de una pareja estaban hechos el uno para el otro solía recurrirse a la metáfora de la media naranja. Según esa figura retórica, no existiría nada más apropiado para completar un par que hallar aquella mitad que parece corresponderle como un espejo.

Esa misma idea, que a priori puede sonar tierna y apropiada para hablar del amor, tiene sin embargo algunos puntos débiles, al dar por sentado que para hallar al par perfecto hay que limitarse a buscar en el mismo cajón de frutas, cuando en realidad la verdulería es grande y variada. Hoy, transcurrido un cuarto del siglo XXI, está claro que las medias naranjas a veces prefieren un medio limón o una media manzana, incluso media berenjena, para salir del terreno frutal y llevar el elogio de las diferencias todavía un poco más allá.

No hacer otra cosa que ser feliz (editorial Limonero) no es un libro de frutas y verduras, pero sí uno sobre parejas que muchas veces alcanzan ese ansiado estatus de perfección justamente en el territorio de la diferencia. Solo que en lugar de realizar los emparejamientos explorando el universo vegetal, los hace recurriendo al reino animal, igualmente diverso.

En sus ilustraciones a veces conviven individuos de la misma especie, pero otras sorprenden jugando con cruces de opuestos que parecen imposibles. Junto a cada pareja, en la página de enfrente, la transcripción de un diálogo completa cada escena, ofreciendo una colección de historias de pareja que no necesitan de un ideal idílico para aún así seguir siendo perfectas a su manera.

La vida secreta de las parejas

Dos cocodrilos se abrazan: “A decir verdad no todo es color de rosa en el día a día. Tenemos nuestros carácteres. Y tampoco es que a uno le guste todo del otro”. “En eso coincido”. “Pero la mayoría de las veces nos conformamos con poco”. Una liebre y un tejón se toman de la mano y se miran a los ojos: “obviamente sufrimos esas miradas de reojo, esos gestos de asombro”, dice uno. “La gente juzga, no puede contenerse”, completa el otro. “Pero al cabo de dos o tres años, tal vez, reivindicaron nuestra diferencia”, concluyen.

Historias de parejas a veces desparejas que bajan al amor del pedestal romántico

Las historias siguen. Dos perezosos, dos patos, un buho y un león, dos jirafas, un oso y un koala. Con sutileza, los dibujos llevan el juego un paso más allá: a veces en la pareja uno lleva ropa masculina y el otro femenina, pero no siempre es así.

Escrito por el francés Benoit Broyart e ilustrado por su compatriota Csil, No hacer otra cosa que ser feliz colecciona historias simples cuyos escenarios son más íntimos que públicos y están construidos a partir de las pequeñas delicias de lo cotidiano. No se equivocarán quienes vean en sus encantadores diálogos el reflejo de aquellos otros, igual de breves y tiernos, que el cineasta Rob Reiner utilizó como separadores en Cuando Harry conoció a Sally, una de las mejores comedias románticas de la historia del cine.

Historias de parejas a veces desparejas que bajan al amor del pedestal romántico

Unos y otros tienen la virtud de bajar al amor del pedestal romántico y por lo general trágico a donde se lo suele elevar con la (mala) intensión de convertirlo en un premio para pocos, irrepetible y final. Por el contrario, Csil y Broyart eligen retratarlo de un modo más generoso, como una experiencia terrenal, abundante y de la que pueden disfrutar todos los animalitos del mundo.