En esta última obra de una trilogía, Devorando el vacío, el personaje de la mujer-oso le permite a la autora y directora Paula Palomo narrar las diferentes etapas que fue atravesando en la superación de una patología física.
En escena hay dos personajes pero que, en realidad, son el desdoblamiento de uno solo. Mientras Iván Carmona representa las distintas entidades que conforman a la mujer-oso, Palomo es la mujer-oso misma.
En este recorrido por las distintas etapas de la propia vida de la autora y directora, Palomo emplea diversos recursos: acrobacia, danza, teatro físico,
Pero el todo es más que la suma de las partes. Todas las disciplinas están al servicio de una obra muy personal y, como tal, difícil de encasillar.
Devorando el vació se presenta durante abril y mayo en la Sala La Central.
Tiempo Argentino dialogó con Palomo sobre su espectáculo.

El encuentro de la mujer-oso
–La obra que estás haciendo actualmente, Devorando el vacío, es la última parte de una trilogía. ¿Qué temas aborda esta trilogía?
-La trilogía se inicia en 2016. Carne picada fue la primera obra de la Compañía Demasiado Gorda que se formó ese mismo año. En ese momento no pensaba en hacer una trilogía, sino que simplemente lancé mi primera obra como directora.
La característica de Carne picada era que tenía muchas escenas que no se relacionaban demasiado entre sí, sino que eran actos fragmentados. En esa obra irrumpen dos personajes. Uno es un oso que comienza bailando como oso y termina bailando como geisha y una mujer que se desespera por poder comer frutillas sin lograrlo.

En 2022 se estrena El filo de las cosas, la segunda obra de la trilogía. Mientras tanto, en los años que van entre una obra y otra yo estrené muchas otras. El filo de las cosas es una obra totalmente autobiográfica en la que cuento la historia de la mujer-oso, que es el personaje que me representa, la mujer-oso soy yo.
En esta obra, que tiene que ver mucho con mi infancia, mi adolescencia y mi adultez, finalmente logro identificar que todo lo que no me cerraba a nivel físico y en otras cuestiones era porque yo no era simplemente una mujer, sino que era una mujer-oso. Me tomó muchos años darme cuenta de esto.

-¿Qué significa ser una mujer-oso?
-La mujer-oso es el personaje que encontré para describir el hecho de cómo me tuve que armar y en qué me tuve que transformar para afrontar la vida tal como se me presentaba. En esta obra ya aparece bastante claro el tema de sufrir una patología, de tener problemas de alimentación y lo que la sociedad me exige como mujer.
La mujer-oso representa lo que soy, de qué me tuve apoderar para poder afrontar las cosas y no consumirme.
-¿Y de qué te tuviste que apoderar?
-La mujer-oso entendió que lo que ella tenía eran garras, un pelaje frondoso y un gran tamaño porque era un oso. Aparece el tema de la incomodidad que yo tenía con el cuerpo de niña y de adolescente. Habla de otra etapa en la que, literalmente, intenté desaparecer y de la etapa en que finalmente entendí quién era yo, esta mujer bestia, esta mujer-oso. De lo que estoy hablando desde un plano metafórico y poético es de la recuperación.
Lo que me pasó es que me quedé con ganas de hablar de la relación en la enfermedad y yo, entre lo que pasa en mi cabeza y mi persona, entre mi accionar y lo que me dice mi cerebro.
Entonces tomé la decisión de hacer Devorando el vacío al que a veces le digo unipersonal porque somos dos acróbatas, actores, bailarines en escena, pero representamos a la misma persona que soy yo. Iván, mi compañero, representa la patología, mi cabeza, la locura y las diferentes entidades que conforman a esta mujer-oso y yo represento a la mujer-oso en escena. Todo el tiempo estamos atravesando las etapas de mi patología.
-Tus espectáculos se encuadran de lo que se llama circo moderno. ¿En tu caso cómo deberíamos entender esta clasificación de circo moderno o nuevo circo?
-Durante muchos años estuve muy enemistada con decir que hacía circo. De chica hice gimnasia, luego en la juventud me dediqué a las artes visuales y, finalmente, volví a meterme con lo que es físico: empecé a hacer acrobacia, danza, me formé muy bien en eso.
Soy una persona que nunca fue al circo, nunca lo admiré, por lo que cuando comencé a hacer mis primeros trabajos no me cerraba mucho llamar circo a lo que hacía. Creía que tenía otro nombre, que tenía que buscarle una vuelta. Las primeras obras que hice las caratulaban como teatro físico pero yo pensaba que tampoco era teatro físico, porque yo soy acróbata.
Lo que para mí tiene de bueno el circo contemporáneo es que conglomera una gran cantidad de lenguajes. No puedo decir que mi obra sea de danza, sea de teatro físico, pero tampoco puedo decir que sea de circo porque no lo es. Creo que tiene todo eso pero que también actuamos, cantamos y, sobre todo tiene un componente súper fuerte que es lo visual. Yo estoy muy formada en las artes visuales y creo que están en la misma posición lo físico y lo que el espectador o espectadora va a ver y con lo que se va a encontrar visualmente.
A mí me gusta mucho trabajar con el collage en las artes visuales y me sigue gustando ahora que creo una escenografía, que me imagino una escena, un escenario. Trabajo mucho con la superposición de materiales, con las texturas, con lo velado que permite ver del otro lado, con las transparencias y con lo opaco.
Hablo también de sensaciones, de olores, porque un montón de frutillas en un escenario, por ejemplo, porque si las aplastás, todo el mundo va a oler a frutilla. Si prendo una estrellita Júpiter de pirotecnia se va a oler y ese olor me hace acordar de cuando era chica y prendía estrellitas y, seguramente, un montón de gente le haga acordar a eso a otra cosa.
En mí el circo contemporáneo es siempre esto: elegir en diferentes lugares todo lo que quiero y con todo eso armar un lenguaje propio que se fue construyendo con los años. Hay millones de cosas en escena.

-¿Cómo reacciona la gente ante un espectáculo multidisciplinario?
-Tiene la mejor recepción. Ya se trate de una persona que ha visto este tipo de espectáculo antes o que lo ve por primera vez, lo que hacemos interpela mucho al público. Todos se quedan con la cabeza estallada de preguntas, de imágenes. Es muy distinto ir a ver la acrobacia como destreza, que ir a ver un relato. Es el relato lo que te envuelve y te emociona.
La destreza la uso en función de lo que quiero contar, no para el que me está viendo se sorprenda de lo que estoy haciendo a nivel físico, sino de lo que le estoy contando. Iván y yo somos dos acróbatas increíbles –lo digo humildemente- pero no es ahí donde queremos apuntar. La gente se va a deslumbrar de cómo nos movemos, pero se va a deslumbrar por lo que pasa entre nosotros, no porque yo me esté poniendo una pierna en la cabeza y haciendo una vuelta en el aire.
Creo que también es válido lo otro, la acrobacia en sí misma, pero yo siempre me interesé muchísimo en conmocionar al que me está viendo desde lo emotivo. A mucha gente la emociona ver un acróbata saltando desde cien metros y cayendo al piso, pero a mí siempre me emocionaron otras cosas que tienen que ver más con el color, con la saturación, con la música. Todo eso combinado me conmueve mucho más que ver sólo destreza.

-¿Cúal es la situación del teatro y de este tipo de manifestaciones en un momento tan difícil como el que estamos atravesando?
-Creo que estamos en un momento en que se eligen placeres más inmediatos. Las salas no se llenan y eso tiene que ver con el tiempo que estamos atravesando. Si alguien tiene que elegir entre ir a comer afuera o ir a ver una obra que le deja la cabeza disparada de un montón de cosas, que quizá lo hace pensar en algo personal, muchos optan por algo más fácil y más rápido, por un disfrute más veloz, más inmediato.
Yo apuesto a todo lo contrario. Creo que cuando alguien va a ver un espectáculo como el nuestro, la sensación perdura en el tiempo y eso me parece maravilloso como me parece maravilloso que una obra te conmueva. Devorando el vacío es una obra muy personal, pero cada persona que la va a ver encuentra en ella algo distinto.
Devorando el vacío
Durante el mes de abril, las funciones de Devorando el vacío son los domingos a las 20, mientras que durante el mes de mayo serán los sábados a las 20,30, En la Sala La Central, Manuel Rodríguez 1566 (entre Galicia y Tres Arroyos). Entradas por Alternativa Teatral.