La primera vez que llegué junto con el atardecer a Bahía Bustamante vi, al fondo del camino, un resplandor magenta que al apaciguarse reveló un conjunto de casitas blancas junto al mar azul intenso. Y sellé mi amor por este rincón en el mundo único y, a la vez, con mil historias.  

La historia decía que hasta aquí llegó en los años 50, Lorenzo Soriano, un inmigrante español, que fabricaba el fijador de cabello Malvik y no pudo continuar comercializando al cerrarse la exportación. Salió, entonces, a buscar aquel elemento que le permitiera fabricar un producto similar. Para eso necesitaba un campo de algas. Y con su hijo montó en un jeep y se fue a recorrer la costa argentina con la idea de llegar hasta Tierra del Fuego. Pero en Chubut, muchos le hablaron de Bahía Podrida y la encontró. 

El nombre se lo daban las algas que por arribazón quedaban depositadas en la playa y despedían un olor fuerte. Y de ellas se extrae el agar-agar para lograr el producto en cuestión. Así fundó lo que luego fue una industria pero para aprovechar la cosecha manual, artesanal de estas algas, construyó el único pueblo alguero del mundo con casitas para unas 400 personas que habitaron este lugar, a unos 180 km de Comodoro Rivadavia, a 300 de Península Valdés y a menos de una hora de Camarones.  

Foto: GENTILEZA BAHIA BUSTAMANTE LODGE

Pasaron los años, la fábrica se mudó, pero sus nietos -en especial Matías Soriano- tallaron un nuevo concepto de hospedajes. Pusieron en valor las casitas originales para recibir turistas, esos viajeros que buscan la rusticidad con el confort del diseño, la naturaleza en estado puro y que tienen alma de pioneros. 

La historia

En las cercanías, pegadito a Camarones, está la Reserva Natural Protegida Cabo Dos Bahías, que cobija una pingüinera. También está Caleta Sara, que se puede visitar por Ruta 1 de 8 a 18 y Cabo Raso. Antiguamente fue una estafeta postal, luego se fundó  el primer Parque Nacional Marino Costero Patagonia Austral. Consistía en proteger “lo que no se ve”, es decir lo que hay debajo de la superficie del mar, justo donde nacen los langostinos, por ejemplo. 

Foto: GENTILEZA BAHIA BUSTAMANTE LODGE

Hoy el área es Parque Interjurisdiccional, porque intervienen municipio, provincia y Nación. Desde un primer momento fue el cimiento del comienzo de un gran corredor: La Ruta Azul que une a esta parte de Chubut con el litoral marino costero de Santa Cruz, hasta su capital,  Río Gallegos. 

Matías Soriano debe haber luchado contra el viento, el mar, la sequedad de la meseta y hasta con quienes no veían gran impulso al proyecto. De lo que fue el pueblo, con iglesia, comisaría, escuela que hoy se recorre cuando uno está hospedado en el Bahía Bustamante Lodge, lo que se disfruta es la naturaleza increíble que sustenta al lugar. 

Foto: GENTILEZA BAHIA BUSTAMANTE LODGE

De las 16 especies de aves marinas, 13 anidan aquí, entre ellas especies endémicas como el Pato a Vapor o la Gaviota de Olrog. Son el atractivo para quienes practican avistamiento de aves (BirdWatching)  y para todos los que aman los bichos. Entre expertos en naturaleza y científicos han relevado unas 125 especies de la avifauna que puebla la región, además de pingüinos y lobos marinos.

Pasó el tiempo hasta que un titular del New York Times “Argentina’s Private (and Secret) answer to The Galapagos”, tras una visita al lugar hizo que el mail de reservas de Bahia Bustamante recibiera unas 500 consultas y se saturara la casilla, cuentan los memoriosos. Pasaron unos 15 años, y de septiembre hasta abril, Bahía Bustamante Lodge recibe a viajeros que buscan lo inhóspito, lo único, lo especial de un lugar inmerso en la naturaleza en estado puro que ahora muchos conocen como “La Galápagos de Argentina“. 

El servicio

“En términos de huéspedes estamos muy bien, y sobre todo felices de cómo creció la demanda de visitas de Argentinos. Empezó a aumentar a partir de la post-pandemia. Te diría que hoy por hoy está dividida la demanda entre argentinos, europeos y norteamericanos”, le contó esta semana a Tiempo de viajes, Astrid Perkins, quien vive en este lugar idílico.

Las algas siguen siendo el emblema. “Mantenemos el menú basado en algas, con varios platos que las tienen como protagonista. Por ejemplo: croquetas de algas, canelones de algas, milanesa de guanaco rebozada en nori (alga nori), pan de nori, wakame bañada en chocolate, pasta con pesto de salicornia”, le explicó a Tiempo y aclara que la temporada es de octubre a abril mientras que la entrada es exclusiva para huéspedes con reserva previa.

Foto: GENTILEZA BAHIA BUSTAMANTE LODGE

Hasta viñedos hay entre las casas y el mar. Son cepas pinot Noir y Semillón van por la quinta vendimia para estos Vino de Mar. En el Lodge House, que fue originalmente la proveeduría del pueblo, se sirven desayunos con pan casero, dulces caseros y las comidas, para luego disfrutar de las playas escondidas entre rocas milenarias. Hay senderos de trekking, recorridos en 4×4, en bici o para recorrer de a caballo y hasta visitas al bosque petrificado con alguna experiencia para conocer el manejo de ganado ovino en las estancias vecinas y paseos náuticos para acercarse a islotes con avifauna. Sentarse a ver el océano sigue siendo el gran placer. 

A poco menos de una hora, está Camarones, la ciudad que es el portal de acceso a los sitios públicos protegidos como la reserva Natural Turística Cabo Dos Bahías; el área de uso diurno, Caleta Sara y Cabo Raso (a 76 km). En Camarones dan ganas de quedarse a vivir. “Creció muchísimo, en oferta, en servicios, excursiones, hotelería”, le dice a Tiempo Yamila Huenchual, directora de Turismo y Emprendedurismo de Camarones, donde se encuentra la intendencia del Parque Interjurisdiccional a cargo del Juan Duro, y recuerda los primeros años que anticipaban el sueño del Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral. Hoy representa un atractivo con su impronta ambiental y sustentable que sostuvieron los integrantes de la localidad para impulsar el turismo en este anclaje de la Ruta Azul.

De historias y leyendas

Esta zona guarda leyendas e historias de marinos que dejaron sus nombres en los accidentes geográficos de este nuevo Parque Nacional situado al norte del Golfo San Jorge, Chubut. Se remontan hacia 1789 cuando zarpó del puerto de Cádiz la expedición Malaspina, integrada por las corbetas «Descubierta» comandada por Alejandro Malaspina y «Atrevida» comandada por José Bustamante y Guerra. 

La expedición duró 5 años durante los cuales se cumplió la misión encomendada por Carlos III. Malaspina estaba al mando de un proyecto de carácter científico durante el cual se haría relevamiento cartográfico, y de flora y fauna de las tierras de la corona. 

La expedición de Malaspina fue un éxito. Pero a su regreso y ya bajo el reinado de Carlos IV, fue condenado a 7 años de prisión por cargos de conspiración contra el imperio español, por sus ideas liberales. Durante el siglo siguiente, todos los hallazgos de esta expedición fueron casi olvidados hasta en 1885, año en que se publicó el primer libro «Viaje de las corbetas Descubierta y Atrevida alrededor del mundo”, por Pedro Novo y Colsón.

Varios de aquellos nombres de mar están en el mapa de la zona: Bahía Bustamante, Caleta Malaspina y Península Gravina. Una excursión náutica recorre esta parte donde los lobos marinos de un pelo, asoman desde un islote con sus crías y el océano a esta altura con su naturaleza agreste, deja su huella en el alma.