El desmantelamiento de políticas públicas y eliminación de programas clave, los ingresos que no alcanzan, los recortes y la represión a jubilados, junto al ajuste en salud, discapacidad y en educación impactan directamente en quienes cuidan y en quienes necesitan cuidados.

En este contexto, presentamos el último informe de Ecofeminita junto a Oxfam El cuidado nos une: de la carga individual al derecho colectivo que está centrado en masculinidades, cuidados y vínculos con los feminismos. Entendemos que este trabajo no busca solamente compartir evidencia, sino también intervenir en un momento en que el Estado se retira, las condiciones materiales se precarizan y las desigualdades de género se profundizan.

El informe hace foco en algo que la coyuntura de ajuste vuelve todavía más evidente: los varones están atravesados por una crisis silenciosa, donde el mandato de proveedor se pone en jaque, es un ideal que ya no cierra en la realidad económica del presente. Pero al mismo tiempo, no termina de emerger una narrativa alternativa que les permita repensar sus roles por fuera de ese molde. En ese vacío crecen dos fuerzas:

  1. la reacción antifeminista y la machósfera, encarnado por los discursos del propio presidente y figuras como Agustín Laje, que capitaliza malestares ofreciendo una promesa imposible de volver atrás, y
  2. el deseo real de muchos varones de involucrarse más en los cuidados; algo que se vuelve inviable en un contexto que no amplía licencias, achica derechos y delega la sostenibilidad de la vida en los hogares y las comunidades (y, por ende, en las mujeres).

La pregunta que nos venimos haciendo desde hace un tiempo es: ¿quién(es) va a disputar el sentido de la masculinidad en tiempos de precarización y ajuste?

El proveedor imposible: cuando el mandato no coincide con las condiciones materiales

El ideal del “hombre proveedor” nunca fue una experiencia universal. Fue, más bien, un mandato construido desde y para ciertos sectores medios y acomodados, que se difundió como norma cultural aún cuando los hogares más pobres también dependían del ingreso de las mujeres para sobrevivir. Esa ficción normativa convivió siempre con la realidad de trabajos informales, changas, múltiples empleos y redes comunitarias que sostuvieron la reproducción social. Pero aunque no fuera una práctica universal, sí se instaló como horizonte deseado para los hombres, y como expectativa para medir su “valor” en la familia y en la sociedad.

Lo que muestra el informe es que ese ideal, además de desigual, se vuelve hoy directamente imposible. No porque “los varones hayan perdido poder”, como repite la reacción antifeminista, sino porque las condiciones materiales necesarias para sostener ese mandato no existen en un contexto de caída del salario real, profundización de la informalidad, precarización laboral, y reducción de derechos laborales. A su vez, mientras las mujeres se incorporaron masivamente al mercado laboral en las últimas décadas, los hombres no ingresaron en igual medida a los cuidados, y las políticas vigentes no interpelan esa responsabilidad. 

Como sintetiza uno de los testimonios relevados en el estudio: “Creo que el padre ya no es el único sostén económico de la familia, aunque no por otra razón sino por la imposibilidad de satisfacer las necesidades materiales con un solo sueldo. Aparte de eso, considero que el rol de padre se mantiene en varios aspectos.”

Este reconocimiento de que el rol de proveedor ya no existe porque la economía no lo permite convive con una desresponsabilización estructural del cuidado a nivel regional, que también queda evidenciada en los datos sobre licencias parentales tomadas por los padres.

¿Quién disputa la masculinidad en tiempos de ajuste?

Existen el deseo de paternar, pero no los derechos para hacerlo

El relevamiento muestra que más de la mitad de los varones encuestados tomó entre uno y cinco días de licencia, mientras que casi el 10% no tuvo ningún día.

En toda América Latina y el Caribe, las licencias son breves y reproducen un modelo donde los varones siguen siendo actores “secundarios” o ausentes en el cuidado.

La nota es parte de la alianza entre Tiempo Argentino y Ecofeminita, una organización aliada que trabaja para visibilizar la desigualdad de género a través de la elaboración de contenidos claros y de calidad.