Si hay un destino que siempre le será esquivo a la obra de Horacio Quiroga es el de la indiferencia. Considerado pueril por algunos de sus colegas, pero admirado por otros que lo reconocen como un maestro del cuento latinoamericano, su obra no pasa desapercibida. Por fortuna, eso último es lo que encuentran en sus libros quienes siguen acercándose a ellos con curiosidad genuina.

Como ocurre con muchos escritores cuyas obras continúan creciendo aun después de muertos, a partir de la publicación de textos inéditos o dispersos, la bibliografía de Quiroga acaba de sumar un nuevo volúmen. Se trata del libro Textos políticos, extraviados & dispersos, una antología publicada por la editorial cordobesa Caballo Negro que se nutre del profuso archivo que el escritor uruguayo produjo como periodista.

En sus textos, publicados originalmente en diarios como La Nación, revistas como Mundo Argentino, El Hogar, La vida literaria, o la publicación anarquista Insurrexit, Quiroga se permite avanzar por caminos que no son los que se reconocen en la mayoría de sus cuentos.

Un Quiroga político

Como lo adelanta el título del libro, buena parte de las 24 piezas incluidas, que abarcan los períodos de 1917 a 1921 y de 1927 a 1931, ofrecen un contenido abiertamente político. Quizás no en el sentido partidario que en la actualidad ha pervertido el ejercicio periodístico, sino más bien como expresión de una forma de entender el mundo, la realidad histórica de la que le tocó ser parte y las formas de organización de las sociedades de su tiempo.

A veces las referencias son directas, como las que se constatan en los muchos artículos que le dedica a la por entonces reciente Revolución Rusa de 1917. Otras veces la cosa se pone más idealista, como cuando analiza “la miseria económica y la miseria ideológica” que sucedieron al final de la Primera Guerra Mundial, en 1918.

Horacio Quiroga y una antología que recupera sus textos políticos
Foto: UNGS

El libro también incluye un texto, el primero del libro, titulado “Una cacería”, en el que describe con horror crítico una matanza de indígenas achés (a los que por entonces se denominaba guayaquíes), llevada adelante por los empleados de un obraje en Misiones y de la que el narrador es espectador directo. Con la misma prosa oscura que es posible reconocer en muchos de sus cuentos, Quiroga detalla la forma brutal en que los obreros asesinan a hombres, mujeres y niños, encantados porque el terror los hace chillar “como chanchos”.

Tal es la impresión que la escena causa en el testigo, que es capaz de recordar la fecha exacta en el breve último párrafo: “Y esto no pasó en un país lejano, sin embargo. Esto pasó el 25 de noviembre de 1911, a media hora de la línea del ferrocarril internacional que corre de Buenos Aires a la Asunción”.

Uno de los méritos del relato es de orden literario y consiste en que el lector nunca termina de saber si se trata de un cuento o de una crónica. El autor siembra la duda de si la utilización de la primera persona implica que el narrador es realmente el propio Quiroga, o si se trata de un recurso literario que de forma deliberada busca generar ese efecto en quien lee.

Horacio Quiroga y una antología que recupera sus textos políticos
Foto: UNGS

El otro mérito es político: muchas voces minimizan el aniquilamiento de étnias enteras en aras de la civilización, amparados en la excusa del paradigma de la época y en que no es posible juzgar al pasado con argumentos del presente. Ese razonamiento, que es válido en algunas ocasiones, acá se deshace bajo el peso de este texto, contemporáneo de los hechos atroces que en él se describen con espanto, de forma crítica.

Pero no todo es política en estos Textos políticos, extraviados & dispersos. También hay humor, como en la historia del joven enamorado que recurre al periodista para que le ayude a escribir una carta a su novia. Hay breves artículos críticos dedicados a la literatura o la pintura. Y, por supuesto, un profundo análisis de las diferencias entre el teatro y el cine (todavía mudo), que vuelve a poner en evidencia el amor de Quiroga por el séptimo arte, pasión que lo acompañó hasta su muerte, en 1937.