Bienvenidos a la jungla. La fauna rockera se congrega en Villa Crespo en la noche del viernes pasado por agua. El altanero Movistar Arena abre sus fauces para recibir a Slash y su armada rockera. Promesa de fiesta para los fieles del héroe de la guitarra. ¿Qué sacará de su galera?

Afuera el cielo se cae a pedazos. Adentro los fans inundan el estadio pese a los salados precios de los tickets. La hinchada del veterano fundador de Guns N’ Roses es ATP. Muchachos que peinan canas, familias ejemplares y algún lobo solitario con apetito de destrucción.

“Lo sigo desde los noventa: lo vi en River con los Guns y en obras cuando vino con los Snakepit, eran peligrosos, estábamos todos como locos. Todo cambia, fíjate que este escenario parece más un Disney que un espacio de rock. Será el capitalismo, igual lo escuchás y sigue siendo el rey. Sigue dando latigazos”, cuenta Guillermo, abogado rockero penalista. El curtido batallador gunner que besa las cinco décadas deja un mensaje postrero antes de perderse en el campo: “Piden 25 lucas por una remera y 50 por un buzo en los puestitos de merchandising, una locura. Repito lo que dice el forro de Milei, no hay plata”.

El fuego sagrado lo enciende la joven multiinstrumentista Daniela Milagros. Pura garra y carisma la piba que maneja con destreza batería, piano, bajo y vaya uno a saber qué otro instrumento más. Deja el escenario incendiado con su single “Ego” y versiones voladas de “Psychokiller” de los neoyorquinos Talking Heads y “Sweet Dreams” de los británicos Eurythmics.

Con la puntualidad que nunca tiene su colega Axl, Slash sale a las tablas a las 21 clavadas. En el pelado escenario lo escoltan Myles Kennedy (voz) y The Conspirators: Brent Fitz (batería), Todd Kerns (bajo-voz) y Frank Sidoris (guitarra rítmica). Suenan los primeros acordes de “The River is Rising” y el hard rock es un tsunami que empieza a llevarse puesta a la tribuna. Los muchachos presentan su último disco 4, en el marco de la gira Rest of The World por los cinco continentes.

En llamas están les chiques del campo. Ojo con el mastodonte que luce una gastada remera de Slayer. Si te pechea te manda directo al infierno. Los fans arden a lo bonzo con “Halo”, “Back to Cali” y la acelerada “Speed Parade”, cover Snakepit de los amargos años dulces del menemato, la cocaína y el uno a uno en estas pampas. Con 58 pirulos sobre el lomo, lejos de la jubilación, Slash le saca lustre a las Gibson Les Paul durante toda la velada. Virtuosismo, sacrificio y rock and roll.

¿Quieren nostalgia? El lungo bajista Kerns se hace cargo de las voces y los jinetes cabalgan “Always on The Run” de Lenny Kravitz y una perlita de GN’R, «Don’t Damm Me». Si usás tu ilusión, seguro aparecés en 1991.

Dos horas y media de show. El “olé, olé, olá, Slash, Slash” es la banda de sonido que flota en la arena poco antes de la medianoche. Con “World on Fire” se encara la recta final a fondo. Pero hay más: “¡Rocket man!” de sir Elton John. Slash nos acuna con el slide. El cierre a toda orquesta llega con “Anastasia”. Chan, chan.

Slash saluda a los parroquianos y todos contentos vuelven a casa bajo una lluvia de febrero.