Un día, hace veinte años, la doctora Lina Schultz decidió explorar las cuevas Kavac, en el norte de Venezuela. En ese viaje encontró desperdigados los restos de un ejemplar desconocido: los Acrili, último eslabón del reino de Animalia. Y así, con este episodio, sin saberlo todavía, se empezaba a inaugurar la serie de “Acrilia”, la exposición que puede visitarse en el Centro Cultural Borges que también es la historia de una civilización perdida.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

¿Real o imaginaria? La respuesta que da “Acrilia” suspende la disyuntiva y mezcla estos términos aparentemente opuestos. El lenguaje del mito se materializa en un bosque encantado, una colección de casitas negras, una ruta vacía, la bruma congelada, torres de alta tensión, fiestas de hongos, una isla submarina, todo va despertando las sensaciones de un universo desconocido.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

El dibujo y la maqueta

La arquitecta Ana Rascovsky fue creando estas escenas con figuras diminutas en acrílico, un material con el que viene trabajando hace diez años. “Siempre dibujé a lápiz o con un marcador de fibra muy finito. Cuando comencé con el acrílico pude combinar el dibujo a lápiz con la maqueta, porque primero hay que trazar la forma, después cortarla y armar el modelo. Es otra manera de hacer arquitectura”, dice Tiempo Rascovsky, quien busca generar con su trabajo “una propuesta de forma de vida en relación con la naturaleza”.

Tal vez por eso “Acrilia”, además de las criaturas en acrílico, está compuesta por cuentos, dibujos, imágenes y mapas que intentan desactivar la falsa dicotomía entre lo humano y lo natural. En ese camino, la fantasía ingresa en el plano de lo real: “Acrilia es un universo, un sistema de valores y creencias, no llega a ser una religión, pero sí una civilización. Me interesa el cruce entre lo real y la creencia, ¿hasta dónde algo que uno cree llega a transformarse en real por el motor de esa idea? Al final, las mitologías tienen que ver con eso, lo que uno vive es lo que uno cree, el cuento que uno hace, el relato. Vivimos con un sistema de creencias y una narrativa que también construye lo que es real, lo que sucedió y lo que va a suceder. Me meto en esa investigación e invento un cuento fantástico con un final inspirador”, dice Rascovsky.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

El nacimiento de los Acrili

La historia principal que cuenta “Acrilia”: niños, animales y espíritus conviven en armonía en el bosque maravilloso, hasta que un día el silencio se apodera de la tierra. Librado el espacio al caos, se desata una guerra entre las máquinas y la naturaleza. El mundo deja de ser como había sido hasta entonces. Los humanos deben transformarse o perecer. No alcanza, sin embargo, con sobrevivir, también hace falta recuperar la música y para eso arman una fiesta. Cae la noche y también llega, como un meteorito, el amor -esta vez no el silencio-, para apoderarse de todos. Del resultado de esa fiesta, nacen los Acrili, las criaturas que encontró la doctora Lina Schultz en su expedición. Como en una especie de puesta en abismo, la historia crea a la historia, poniendo de relieve la importancia necesaria de la ficción para transformar la vida.

Foto: Prensa Centro Cultural Borges

Con curaduría de Máximo Jacoby, “Acrilia” puede visitarse hasta el 10 de agosto con entrada libre y gratuita de miércoles a domingo, de 14 a 20 horas, en el Centro Cultural Borges, Viamonte, CABA.