De día es un hombre, pero a la noche le gusta sentir los tacos sobre el asfalto; ese es el “Lado B” de un marido y padre de familia tradicional. En pleno centro porteño, en un departamento lleno de pelucas, maquillaje y vestidos, se vive la previa de la noche Cross, noche prohibida, noche de adrenalina y contradicciones. El documental Cross Dreamers cuenta la historia de Ornella, Mabel, Mirna y Paula. A veces mujeres, otras veces hombres. Una identidad fluida que la practican varones que, independientemente de su orientación sexual, desean transitar la feminidad. Tiempo Argentino conversó con la directora y guionista Soledad Velasco.

Una búsqueda generacional

¿El Cross dressing es algo generacional? 

Puede ser que el mundo del Cross dressing se termine en un futuro. El hecho de que sea algo tenso u oculto es una cuestión de época. Hoy, probablemente, la gente joven que quiera transitar desde la vestimenta o desde el género un camino más fluido no tiene el mismo tabú que las generaciones anteriores, como cuentan estas historias. Lo que me parecía interesante es que es un movimiento que pareciera estar terminando, ya no van a existir estas mismas generaciones de hombres que hoy tienen entre 50 y 70 años y lo vivieron de este modo, porque el mundo no es el mismo. Hay una búsqueda que tiene que ver con no encajar en una nomenclatura previa. En el documental aparece un poco eso, ellas no entendían qué les pasaba. Sobre todo las que tenían una inclinación heterosexual, no entendían cómo puede ser que gustándoles las mujeres, también les gustara vestirse de mujer, había una sensación de imposibilidad, como si esas cosas no pudieran convivir.

¿Por qué la película se llama Cross dreamers (Soñadoras cruzadas)?

Trabajé mucho con la fantasía y la proyección de la imagen femenina, una imagen deseada. Lo interesante es la construcción. Para mí era muy importante respetar eso y cuidar un montón esa imagen. La película hace foco en esa cuestión estética, en el deseo de lo femenino. Pero va variando a lo largo del documental, porque empieza con una imagen super producida y a medida que van acercándose a su identidad femenina más interna, empiezan a sentir que hay otras cosas que las constituyen como mujeres, más allá de la imagen. 

¿Cómo llegaste a este universo?

Fue un poco de casualidad, a través de una vestuarista que conocí en un rodaje. Ella vivía de coser y hacerle la ropa a un grupo de hombres que se juntaban una vez por mes en un evento que se llamaba “La noche cross”. Ahí me contó que estos hombres alquilaban departamentos en el centro de la ciudad a escondidas de sus familias; llevaban ropa, peluca, zapatos, maquillaje. La vestuarista les hacía los vestidos porque como era oculto no podían ir a comprarse ropa a un negocio. A mí me generó mucha fascinación este mundo de las dobles vidas. Uno va caminando por la calle en el centro, ve un montón de edificios y no tiene idea de qué pasa dentro de cada departamento, ¿no? Sentí esa sensación de descubrimiento de un universo desconocido para mí. A partir de ahí, me puse en contacto con Mirna, una de las organizadoras de “La noche cross”, y me junté con ellas a tomar algo. 

Me encontré con una reunión de amigas en un bar. Charlaban de todo, incluso algunas cosas personales de sus vidas masculinas, porque muchas llevaban quizá diez años de amistad, entonces ya conocían sus vidas “en el lado A y en el lado B”, como dicen ellas. Había algunas que ya se lo habían contado a sus esposas y estaba todo bien, había otras que no… en fin, había distintas historias que se compartían también en ese espacio. Pero, sobre todo, era un encuentro de disfrute, divertirse, bailar y tomar.

La mirada del otro

En el documental aparecen las protagonistas hablando a cámara y en escenas cotidianas de sus vidas, ¿hubo tensiones con difundir esas imágenes? 

Sí, definitivamente. De hecho, al principio parecía una película imposible porque en los primeros encuentros no querían que las filmara. La clave fue entablar un vínculo sostenido en el tiempo. Me empecé a juntar a tomar café con ellas en bares, a conocerlas, a contarles lo que quería hacer, de a poco. Fue un proceso muy largo que llevó cinco años aproximadamente. Se fueron soltando y pedí el subsidio del INCAA para hacer la peli. Yo ya venía filmando cosas y ellas se habían empezado a animar, habíamos planteado algunas situaciones y entrevistas. Este documental acompañó procesos de liberación muy personales. Por ejemplo, cuando la conocimos a Mar, ella no estaba para nada pensando en transicionar y con el correr de los años fue encontrando su identidad. Todos los proyectos artísticos dan espacio a que algunas personas exploren, puedan decir y sientan la aceptación del otro lado. Ese es uno de los temas también de los que habla la peli, la sensación de la mirada ajena, el miedo al rechazo.

Hay decisiones estéticas de la película que muestran esto que decís; por ejemplo, a muchas de ellas sólo se las ve montadas, no se las ve del otro lado de sus dobles vidas. 

Al principio incluso una de las posibilidades era que nunca se les vieran las caras, pero después terminó siendo algo imposible. Y de a poco fue como “bueno, si estoy de varón, filmame solo hasta acá”. Empezó a aparecer algo que reflejaba la realidad cross que tenía que ver con lo partido, con lo fragmentado. Entonces, ¿cuánto se ve?, ¿cuánto no se ve?, ¿qué es lo que se quiere mostrar? O sea un poco la aproximación de la cámara a ellas habla del vínculo con el mundo desde su lugar cross: ¿cuánto me puedo mostrar? ¿Cuánto dejo ver? También son cuerpos fragmentados en esta división de ir de un género al otro, tener dos imágenes o transitar dos géneros en algún punto. Entonces un poco la propuesta estética fue mutando en función de eso, pero siempre teniendo en claro que estábamos hablando de lo fragmentado y de lo que no se podía mostrar.

Foto: Gentileza Soledad Velasco

¿Eso tiene que ver con los mandatos de la masculinidad? Como si hubiera una herida abierta generacional alrededor de eso. 

Totalmente, las masculinidades como las vivieron ellos fueron muy opresivas, muy exigentes, con muy poco trabajo de las emociones y con mucho miedo de no llegar a ser ese hombre proveedor que la sociedad imponía. Una sociedad que te dice que no podés ser otra cosa que eso. Por supuesto que para las personas que tienen otra inclinación y otra sensibilidad es muy difícil. Ves la herida, ves todo lo que les costó. A veces tardan 20 o 30 años de su vida en aceptar eso que están viviendo. Es demasiado, ¿no? Como dice una de las chicas: “pasé 40 años sin salir a la calle”. Es un costo muy alto, implica la imposibilidad de ser quien queres ser. 

Compañeras de ruta

El documental muestra la comunidad que se forja entre ellas. ¿Es una película que también habla sobre la amistad? 

Sí, la sensación a lo largo de hacer la peli fue que ellas se habían salvado mucho entre sí. Ornella, por ejemplo, cuenta que gracias a Internet descubrió que había otras personas a las que les pasaba lo mismo que a ella y ese es el inicio del encuentro con el otro. Eso te salva porque necesitás un espejo para poder aceptarte muchas veces y ellas se espejaron. Es lo que permite decir «no soy un monstruo, no estoy sola en el mundo». Creo que la peli muestra que ser lo que uno quiere ser es un camino colectivo y siempre va a ser más lindo compartirlo con tus compañeras de ruta. 

Foto: Gentileza Soledad Velasco

Durante el mes de octubre, Cross dreamers puede verse de manera libre y gratuita todos los viernes a las 19 horas en el sexto piso, sala B del Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151, CABA. A partir del año próximo estará disponible en la plataforma Cine.Ar