Nubia se despierta una mañana acostada en la cama de un tipo al que no recuerda. Aunque él la trata como si tuvieran una relación que ya tiene cierto recorrido, nada de lo que el otro le cuenta le resulta ni familiar ni interesante. Al irse, el hombre se despide hasta la noche, pero ella no tarda más que un ratito en armarse un bolso con ropa y salir de ahí sabiendo que no va a volver nunca más a esa casa ni a ver a ese tipo. Una vez en la calle comenzará el largo camino de intentar recuperar su memoria. Su identidad.

En Laguna, su debut como novelista, la poeta y editora Vanina Colagiovanni sigue a Nubia en una travesía en la que la protagonista irá uniendo los pocos puntos borrosos de su pasado que aún conserva entre sus recuerdos. Un viaje físico, en tanto la llevan desde la ciudad hasta una comunidad neo-hippie en Córdoba, pero también mental, en el que Nubia intenta resolver el enigma de esa memoria que ha perdido (y no por primera vez).

Una de las dificultades a la que Nubia se enfrenta es la de encontrar un mundo que no coincide con los fragmentos que va rescatando, como cuando en busca de una librería se encuentra con una peluquería que ahora ocupa su lugar. En ese momento parece ocurrir una doble pérdida, porque ya no es sólo la memoria, sino la propia realidad la que se deshace bajo una nueva máscara extraña y, por eso mismo, siniestra. “Al poner a Nubia en una situación extrema, como la de no recordar el último año de su vida y avanzar a tientas sobre su presente, tuve la excusa para investigar sobre la memoria, la forma en que se construyen los recuerdos, de qué modo las imágenes están adulteradas y se ven modificadas cada vez que son recreadas”, dice Colagiovanni sobre su vínculo de autora con las dificultades que su personaje intenta superar. “Siempre me interesó el tema de los recuerdos y su adherencia, qué es lo que hace que una escena o una imagen permanezcan y otras no. Qué es lo que está en el fondo de la construcción de un recuerdo, cómo se compone un relato personal. Y por el contrario, qué puede pasar para que se interrumpa la línea de ese relato, se desarme la cronología y ya no se pueda volver atrás”, completa.

El relato de Laguna no sólo avanza a partir del movimiento propio del viaje de Nubia, sino a partir de las historias de las personas que se van atravesando en su camino. En uno de esos cruces conoce a otra chica que también se encuentra realizando su propio viaje personal. Resulta paradójico que el encuentro ponga frente a frente a una mujer que a partir de perder su memoria decide salir al mundo en busca de su identidad, con esta otra que voluntariamente ha decidido cambiar su identidad para dejar atrás una memoria que la persigue. “El tema de las decisiones extremas que se toman en determinado momento y dan forma a una vida es algo que me interesa en general y sobre lo que me gusta leer”, acepta la autora. “De algún modo de ahí parten varios personajes con los que Nubia se encuentra, y también de ese impulso surgen este tipo de ideas de armar comunidades con otras reglas y modos de vida. Me interesaba meterme en la idea de empezar de cero en otro lado que suele estar marcada por algún tipo de malestar, porque nadie deja todo y se va a vivir a la intemperie sin alguna razón. Eso siempre se paga.”

La decisión de narrar en tercera persona parece oportuna, teniendo en cuenta que habiendo perdido su memoria la protagonista también podría carecer de una voz propia lo suficientemente fuerte para contar su proceso de búsqueda. Colagiovanni acepta parcialmente esa hipótesis, porque es cierto que el libro está narrado en tercera persona, “pero siempre desde la mirada de Nubia y todo atravesado por sus percepciones”. “La novela cuenta, casi como en una road movie, el viaje de esta chica que busca pistas sobre ella, sobre su pasado y de esa forma conoce personajes diferentes”, continúa.
Ese camino la lleva hasta la mencionada comunidad en Traslasierra, en donde su memoria no necesariamente regrese, pero en cambio comienza a percibir una nueva vida que tal vez la satisfaga más que la anterior. La voz de la narradora lo dice claramente: “Ella, que siempre había mirado los lugares y a las personas para concluir ‘no tengo nada que hacer acá’, por primera vez no tenía urgencia por irse”. “En ese entorno de algún modo idílico, donde manda la naturaleza y los vínculos tienen reglas diferentes, ella no tiene que preocuparse por encajar ni por recordar cómo era su vida anterior», dice Colagiovanni. «Se entrega al puro presente y es entonces cuando empiezan a aparecer imágenes de lo que cree que puede haberle pasado. Hay una intriga que mueve el relato y un vaivén permanente con ciertas preguntas que tiene enfrente y que no puede contestar.”

Junto con la memoria, Nubia perdió un modo de vivir y en la búsqueda de la primera tal vez sólo esté intentando hallar una vida distinta a la que no sea necesario olvidar periódicamente, en un ciclo sinfín de pérdidas y rescates. Como si en realidad Nubia hubiera tenido durante toda su vida anterior una urgencia por irse de sí misma. Colagiovanni cree que el olvido también tiene “algo de liberador, de placentero y hasta de adictivo”. Y recuerda una oportuna cita de Eurípides: «Poder olvidar la desgracia es ya la mitad de la dicha». Tal vez ahí esté la clave. “Decidir olvidar algo pareciera a la vez una idea atractiva e imposible. No tenemos potestad sobre el olvido. Estamos hechos de nuestros olvidos. Nuestros lapsus y lagunas nos constituyen tanto como nuestros relatos fundantes”, dice la autora.