El jopara es el plato emblema popular paraguayo: reúne siempre partes desiguales de arroz y frijoles. También es la lengua impura que mezcla, hibrida, mixtura el castellano, el guaraní, el portuñol salvaje sin fronteras y otras formas de lenguas y hablas indígenas de esa isla rodeada de tierra llamada Paraguay. Édgar Pou –pseudónimo literario del escritor ñembyense Edgardo Cazal- forjó su obra en esa lengua habitada por vigorosa impureza. El narrador, poeta, editor y agitador contracultural falleció el pasado sábado en Asunción. Tenía tan sólo 54 años. La literatura paraguaya está de luto.

Pou nació en Tatu Kué, Canendiyu, en 1969. Publicó decenas de libros por editoriales alternativas y cartoneras, hermanas latinoamericanas de la porteña Eloísa gestada por Washington Cucurto y Javier Barilaro en estas pampas luego del crac neoliberal del 2001. Curtió la poesía y el cuento corto. Los libros Pombero Tamaguxi, Hamburguesa de Moñai, El Kinielero Patafísiko y Mantra Karape, entre otros, forman parte de su generosa obra.

“Evanescente autor de la poesía más inventiva y corajuda de Paraguay de los últimos 15 años. No teme tocar las teclas sacrosantas del español y el guaraní al mismo tiempo. Si mezclamos al mismo tiempo política y belleza, sexo y belleza, ¿por qué no dos lenguas que, como nosotros, van muriendo un poco cada día?”, dijo de su obra el escritor Cristino Bogado, compañero del poeta, junto al brasiguayo Douglas Diegues, en mil y una aventuras editoriales y de agitación cultural en la tierra sin mal. “Uno de los autores que más ha hecho en Paraguay por llevar la literatura a aquellas personas a las cuales la literatura no suele ir a buscar, siempre con el mismo entusiasmo y sin pensar jamás en publicidad ni en reconocimiento”, escribió la poeta Montserrat Álvarez en las páginas del diario asunceno ABC Color.

Conocí a Édgar en el año 2008, en una gira mágica y misteriosa por los arrabales conurbanos del Gran Asunción. Años de andanzas y desandanzas por las rutas paraguayas y de más allá. Con una pandilla salvaje de amigos traficábamos ladrillos de libros entre la capital del país vecino y Buenos Aires. Seguro eran más rentables los ladrillos de marihuana. Nunca fuimos buenos para los negocios. 

Un día nos perdimos charlando de literatura por el laberinto del Mercado 4. Generoso, nos regaló dos relatos en jopara para Los chongos de Roa Bastos, la antología de narrativa contemporánea del Paraguay que editamos en 2011 con Alfredo Grieco y Bavio y Sergio Di Nucci en Santiago Arcos Editor. Se titulan “Cualquier um” y “Discutiendo en Popeye”. Son gemas que bailan el ritmo cachaquero de las barriadas de Lambaré y La Chacarita. También la herencia campesina e indígena. Historias del Paraguay del siglo XXI: el país de la soja transgénica, de los mafiosos dinosaurios del Partido Colorado, de la población rural que sigue esperando la reforma agraria. También, de los buenos poetas como Édgar Pou.