Un libro o una película son variantes sedentarias de la travesía o la aventura. Muchas veces el destino de esos recorridos puede resultar agradable o reconfortante; muchas otras, no. Algo de esto último hay en Ellas hablan (Editorial Sexto Piso), la novela donde de la escritora canadiense Miriam Toews cuenta la vida de un grupo de mujeres que forman parte de una comunidad menonita ultra conservadora.

Para la mayoría de los lectores, la posibilidad de conocer cómo es la vida en una de estas sociedades representa la entrada a un mundo cuya existencia, a poco de cumplirse el primer cuarto del siglo XXI, resulta difícil de aceptar. La expresión de un extremismo religioso que en occidente nos acostumbramos a asociar con ciertas culturas orientales. Mucho de eso forma parte de Ellas hablan, que, lejos de toda ficción, está inspirada en una aberrante historia real.

El origen de Ellas hablan

En 2005, las mujeres de una pequeña comunidad menonita boliviana comenzaron a despertarse por las mañanas con los genitales adoloridos y ensangrentados, sin saber qué les había pasado. Como la situación se volvió recurrente, empezaron a hablar entre sí y descubrieron que eran cientos de ellas las que estaban siendo atacadas, sin distinción de edad. Las mayores, las jóvenes, las adolescentes e incluso las niñas amanecían con signos evidentes de abuso, pero sin recordar nada.

Ante el pedido de investigar el asunto, los ancianos resolvieron que los ataques eran obra de malos espíritus, del propio demonio. Que se trataba de un castigo divino o de un ataque de histeria colectiva. Hasta que una noche, una de las víctimas consiguió atrapar a su agresor y la verdad se supo. Un grupo de hombres, padres, hermanos, hijos de las mujeres atacadas, usaba un anestésico para animales para drogarlas y violarlas cuando quedaban inconscientes. Para ese entonces ya estaban en 2009.

La novela de Towels ubica la acción en una comunidad canadiense, justo después de que el crimen es descubierto. Todos los hombres se han ido al pueblo para pagar la fianza y liberar a los ocho violadores, exigiendo a las mujeres que al regresar deberán perdonarlos, so pena de ser excomulgadas y perder el derecho al Paraíso. Desbordadas de furia e impotencia, ellas deciden votar una decisión colectiva y las alternativas son tres: 1) No hacer nada, 2) Abandonar la aldea, o 3) Quedarse y luchar.

Tras el empate entre las dos últimas opciones, las ocho mujeres de dos familias son mandatadas para resolver el asunto. Como no saben escribir, le piden al maestro del pueblo que actúe como notario. Él será el narrador que revelará los detalles de los debates que tienen lugar en un granero.

Ellas hablan puede ser leída como un drama sombrío en el que, sin embargo, la autora no deja que la oscuridad llegue a ser total, permitiéndole a sus personajes los destellos de un eventual alivio. Este abordaje naturalista aporta al lector una mirada genuina al interior de una colonia puritana, en tanto la propia Toews se crió hasta los 18 años en una comunidad menonita parecida a la de la novela, pero no tan ortodoxa.

Pero el texto también posee un carácter alegórico, que permite reconocer en los discursos de las protagonistas distintas líneas del pensamiento feminista contemporáneo, reducidos a su expresión más simple y esencial. Una lectura que si bien le da al texto un apoyo sólido sobre la coyuntura, también incurre en cierto didactismo cándido. Una característica que se extiende a la adaptación cinematográfica homónima, dirigida por Sarah Polley y un sólido elenco que incluye las presencias de tremendas actrices como Rooney Mara, Jessie Buckley y Claire Foy. La película, estrenada este jueves en las salas locales, es una de las 10 nominadas al Oscar a la Mejor Película, cuya gala de entrega se realizará este domingo por la noche.