Hace varios años Nacha Guevara cantaba «Canción del odio», cuyo estribillo era “con el odio acabaremos”. Comenzaba diciendo “Guerra, sangre, odio en derredor Cuándo encontraremos / dónde está el amor. / Libertad, igualdad, y fraternidad / es lo que buscamos. / Por eso, tomados de la mano, / con el odio acabaremos.” El deseo de acabar con el odio iba in crescendo hasta culminar así: “Con el odio acabaremos. / Una bomba le pondremos./ Cuatro tiros, seis granadas, / diez misiles y un torpedo. / La lengua le arrancaremos / y los dientes venderemos. / Con el odio acabaremos.”

Juan Tonelli, la pareja de la vicepresidente Gabriela Michetti, parece manejarse con una lógica similar a la de la canción. En la contratapa de su libro de autoayuda de reciente edición, Poder ser, es presentado como alguien que sigue “la tradición de los grandes maestros espirituales”, aunque ciertas actitudes no reflejan a alguien muy espiritual. En la presentación de dicho libro en el Ateneo Gran Splendid, según informó Página /12, dijo que Planeta le había rechazado el libro porque su director editorial, Ignacio Iraola, era un “un hijo de puta”. Agradeció, en cambio, a los directivos de Random House Javier López Llovet y Juan Boido por haber accedido a publicarlo. Página /12 agrega un dato elocuente: el propio Tonelli pagó la publicidad “que se estima en unos dos millones de pesos. Según los registros de la editorial el libro vendió 200 ejemplares en lo que va del mes, uno por cada 10 mil pesos de publicidad.” Pero el autor le dijo a Clarín que sólo había gastado un cuarto de esa suma.

La reacción contra el exabrupto de Tonelli no se hizo esperar. Artistas, periodistas y hasta el propio prologuista del libro, Gabriel Rolón, estamparon su firma al pie de un texto de repudio y finalmente el flamante gurú de la autoayuda terminó pidiendo disculpas. Alegó que en la presentación se encontraba rodeado de amigos y familiares y, por lo tanto, “descontracturado”. El remedio fue casi peor que la enfermedad porque tiende a justificar que en el círculo de allegados Tonelli es capaz de decir cualquier cosa de una persona sólo porque no accede a su deseo.

De ser como Tonelli, qué deberían haber dicho Marcel Proust cuando André Gide no aceptó publicarle En busca del tiempo perdido o Gabriel García Márquez cuando Carlos Barral rechazó la publicación de Cien años de soledad .

Claro que Tonelli no es ni Proust ni García Márquez, sino un egresado de la carrera de Administración de Empresas que mezcla citas de Fernando Pessoa y Jorge Lanata, de Griselda Gambaro y Paulo Coelho, de Jean-Paul Sartre y Milton Friedman haciendo gala de un supuesto eclecticismo que es más bien absoluta falta de criterio.

¿Cómo clasificar Poder ser, además de como libro de autoayuda, nomenclatura que el autor rechaza? Nada mejor que recurrir al primer capítulo de Si una noche de invierno un viajero, donde su autor, Ítalo Calvino, hace una exhaustiva, acertada y nada académica clasificación de los libros. De haber vivido lo suficiente como para leer el de Tonelli, seguramente lo hubiera colocado en el estante de “los Libros Ya Leídos Sin Necesidad Siquiera De Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría De Lo Ya Leído Antes Aún De Haber Sido Escrito”. Es que los libros que supuestamente ayudan a vivir constituyen un género en agonía. Y si no fuera porque la repetición y la falta de sorpresa parecen darle tranquilidad a un cierto número de lectores, podría decirse que el libro de Tonelli se ha encargado de darle el tiro de gracia a la fórmula. Previsible hasta el hartazgo, en cada capítulo el autor introduce un tema que luego ilustra con una o varias historias ad hoc narradas por sus propios protagonistas. El subtítulo del libro es Historias extraordinarias de gente común y en la introducción el autor se encarga de afirmar que se trata de historias reales, aclaración innecesaria si realmente lo fueran. Su carácter de ilustración es indisimulable, aunque si fueran reales tampoco le sumarían nada al libro. El sexo, la incertidumbre, la muerte, las adicciones, los mandatos, la mirada de los otros, la infancia, el miedo, la libertad y el amor son cuestiones que Tonelli despacha con la liviandad de un yogur light. Sin embargo, es justo reconocer que el libro tiene algunas perlitas graciosas, aunque de humor involuntario. En el capítulo referido a la infancia, Tonelli afirma: “El escritor Jorge Fernández Díaz dice que la infancia es la patria emocional de cada uno. Que en esta etapa experimentamos el amor, el desamor, y otros sentimientos que nos perseguirán a lo largo de nuestras vidas.” Rolón, que es psicoanalista y, por lo tanto, conocedor de Freud, debió haberle advertido que Fernández Díaz descubrió la pólvora.

En su declaración a Clarín luego de pedir disculpas, Tonelli dijo que sus palabras referidas a Iraola se habían politizado. «Si mi pareja no fuera quién es –afirmó- no hubiese pasado nada.» Sin embargo, no es difícil conjeturar que si su pareja no fuera quien es, es posible que su libro no se hubiera publicado.

No deja de llamar la atención que los integrantes del PRO y sus allegados, comenzando por el mismísimo Mauricio Macri, se ocupen tanto de la espiritualidad. Cuando el actual presidente era jefe de Gobierno de la Ciudad trajo al país al cuestionado maestro espiritual Sri Sri Ravi Shankar. Además tuvo o tiene “una armonizadora budista” que lo libera del estrés del gobierno. Por su parte, el periodista devenido en guía espiritual Ari Paluch le dio charlas motivacionales al Gabinete macrista y escribió, entre otros libros, El combustible espiritual, un combustible que, lamentablemente, no sirvió para solucionar la supuesta crisis energética que justifica los tarifazos. De todos modos, tranquiliza saber que el destino del país está guiado por gente tan espiritual. Es una garantía de que, tarde o temprano, con el odio acabaremos. «