El protagonista de Terciopelo, nueva novela del argentino Jose Supera, publicada a través de la editorial Metalúcida, trabaja de escribir los perfiles y los sueños de otras personas. Una ocupación que contrasta con su propia realidad, en la que las ausencias de su madre y de su mujer, víctimas de una pandemia que le impuso al mundo una nueva realidad, llenan de sombras su vida cotidiana.

El encierro forzoso y la necesidad de consumir como propias las vidas ajenas le dan forma a este escenario de aires foucaultianos, donde vigilancia y castigo se convierten en la medida de todas las cosas. Supera construye un relato melancólico pero lleno de misterio, en el que las identidades se esfuman entre los fantasmas de los que ya no están.

Ese mundo pospandémico define la vida de los personajes de Terciopelo. Un escenario que los lectores hasta ahora solo podían conocer a través de los relatos distópicos de la ciencia ficción. Pero un año después de haber atravesado una pandemia real, resulta difícil leer sobre eso sin filtrarlo por la nueva experiencia. “Empecé a escribir en noviembre de 2019 y el proceso continuó durante todo 2020, y el contexto del encierro influyó en la atmósfera opresiva, en ese clima asfixiante que tiene la novela, en la oscuridad de ese futuro no tan lejano. Todo eso se filtró en la escritura. Por eso siento que no se trata de ciencia ficción, sino de algo muy parecido a nuestra realidad”, confirma Supera.

“Esa capacidad de crear mundos ambiguos, que son como el nuestro pero al mismo tiempo no lo son, es lo más interesante que nos ofrece la ficción. Y Terciopelo nos habla de una realidad que se está deformando frente a nosotros, ya sea por la pandemia, por las redes sociales o la llamada era de las pantallas”.

El mundo de la pospandemia

Los relatos distópicos constituyen (o casi) un subgénero dentro de la ciencia ficción. Terciopelo comparte muchos elementos con grandes exponentes del mismo, como Fahrenheit 451, Un mundo feliz o 1984: la presencia de un Estado omnipresente, la existencia de mecanismos de híper-control, cierta lógica policial en los vínculos sociales o el borroneado de las identidades individuales.

“Yo diría que se trata más bien de una utopía, porque las distopías proponen escenarios negativos y las utopías son algo que buscamos, una construcción idílica que ansiamos alcanzar. Y creo que en el fondo, en este momento lo idílico para nosotros es estar encerrados, eligiendo lo que queremos consumir desde nuestro departamento, muriéndonos por tener el perfil de una persona que no somos y conseguir aquellas cosas que los otros no tienen”, dice Supera. “Va a llegar un momento en el que vamos a querer comprar cualquier cosa, pero no va a quedar nada por comprar. Terciopelo es una crítica a ese capitalismo desmedido que en algún momento va a encontrar cómo vendernos a nosotros mismos”.

Foto: Diego Chapay

Dentro de la literatura argentina hay exponentes que desarrollaron escenarios similares al que propone Supera, como Diario de la guerra del cerdo, de Bioy Casares. Incluso se puede pensar en Las ratas, de José Bianco, que sin ser una novela distópica posee varios elementos comunes: un narrador en primera persona con una mirada angustiante de la realidad; una fuerte incidencia de lo femenino interviniendo sobre su percepción; la potente presencia de los muertos afectando la realidad; el desdoblamiento de la identidad o la aparición de lo fantasmal.

Una genealogía literaria

En busca de un linaje dentro de las letras argentinas, en lo primero que piensa Supera es en El desierto y su semilla, novela en la que Jorge Barón Biza reconstruye desde la ficción su oscura historia familiar. “Es una novela que me marcó y he leído mucho, porque siento que lo que plantea nos representa a todos”, afirma el autor. “Diría que Terciopelo es hija de esa novela, porque creo que todas las novelas de la literatura argentina contemporánea son hijas de El desierto y su semilla, aunque sus autores no la hayan leído”, agrega.

“También puedo nombrar a Guillermo Saccomanno, que en algunos de sus libros, como El oficinista o Cámara Gesell, suele expresar ciertas miradas críticas del sistema. Creo que Saccomanno parte de la realidad para crear mundos de ficción que se le parecen mucho”, reflexiona Supera. Menciona además el nombre de Rafael Pinedo, porque también “ha desarrollado escenarios de ese tipo desde lo distópico o lo posapocalíptico, y Terciopelo conversa con todo eso”. Por fuera de la literatura argentina, Supera rescata la obra de Margaret Atwood, una autora a la que admira y cuya mirada del mundo siente muy cercana.

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Lecturas desde el diván

Resulta difícil atravesar Terciopelo sin caer en la tentación de un abordaje psicoanalítico del protagonista, para quien la ausencia del padre, la idea de la duplicación de las identidades como instancia siniestra y sobre todo la figura materna tienen un gran peso. Todos esos elementos parecen confluir en un único punto de fuga, que podría resumirse con una frase de la canción “Mother”, de The Police: “Todas las mujeres con las que estoy al final se convierten en mi madre”.

“Tengo una compañera que es psicoanalista y eso hace que el psicoanálisis esté muy presente en mi vida, incluso como tema cotidiano en nuestras conversaciones. Sin dudas esas charlas con ella y su mirada fueron una gran influencia durante la escritura de la novela”, revela el autor. “Y a veces me pregunto si todo eso no serán sentimientos míos llevados al extremo, espejos deformes de mi propia voluntad o de mis deseos”, especula Supera. “Mi única certeza con este personaje es que vive anclado en un pasado que le cuesta soltar y trabajar sobre eso fue interesante”.