-Siempre le preguntaba a mi viejo por qué eligió Ferro. Nosotros vivimos en Quilmes. 

-¿Y qué te decía?

-Porque es un club humilde. 

La historia la cuenta José Dabrowski, hijo de crianza de Wolfgang Achtig, una de las seis víctimas austríacas de la última dictadura militar. Lo escucha un hincha de Ferro en una de las puertas de ingreso de la cancha. Son los minutos previos a que 16 socios y socias sean homenajeados con la restitución de sus carnets y la colocación de baldosas sobre la calle Avellaneda al 1240. “Se enamoró de las clases populares y del sindicalismo argentino”, cuenta Dabrowski sobre su viejo quien nació en Uebelbach, Austria. También se enamoró de Ferro antes de ser secuestrado y asesinado en 1977. Wolfgang podría haber sido uno de los homenajeados. Pero no llegó a ser socio ni estuvo en los padrones del club como el grupo de 16 al que le devolvieron los carnets en calidad de detenidos-desaparecidos, como ya había hecho Banfield a principio de octubre. 

“El fútbol transmite la memoria ya sea de la dictadura u otras causas como la de Santiago Maldonado. Y logra llegar a todos”, dice María José Luján, hija de María Cristina Mazzuchelli, una de las homenajeadas junto a Nora Grittini, Sergio Tula, Eduardo Vega, Ester Bizzanelli, Eduardo Testa, Jorge Perón Vizcay, Roberto Cristina, Luis Giménez D’Imperio, María Luz Vega, Sergio Kacs, Rubén Kriscautzky, Eduardo Leguizamón, Luis Arcuschin, Alicia Pistani y Eleonora Cristina. 

Hay una pregunta que se repite entre las más de 300 personas en el acto: “¿A quién conocías?”, dice una vecina a otra mientras leen la leyenda en la baldosa que los recordará por siempre. Roque – de 9 años, con la típica remera de Juicio y Castigo de HIJOS en el cuerpo- está en el puesto en el que se venden llaveros y pines. “¿Cómo podría estar a cargo del stand? Soy un chico”, dice con picardía. Unos segundos antes había abandonado la tarea por un instante para ir al rescate de Julieta, su mamá y locutora del acto: le dio un brazo para que contuviera el llanto mientras escuchaba a la mesa integrada Daniel Pandolfi, presidente de Ferro; Mariano Vignozzi, titular de la Subcomisión de Derechos Humanos; el exfutbolista Claudio Morresi, legislador electo en la ciudad, cuyo hermano Norberto fue desparecido en 1976; Oscar Leguizamón, familiar de desaparecidos en la última dictadura; Enriqueta Maroni, Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora y Delia Giovanola, de Abuelas de Plaza de Mayo. 

Debajo del escenario, el cemento sobre el que están las baldosas para recordar a los desaparecidos todavía está fresco. A un costado también hay 16 banderines de Ferro para los familiares de los homenajeados: “Acá fueron felices”, se lee en ellos. Predomina el verde aunque no solo por el club sino por los pañuelos en las distintas mochilas o carteras. “Es un acto en la calle a la vista de todo el que quiera mirar y pasa por acá”, reflexiona Maroni, una de las oradoras. Se respira un cambio de clima, acaso una esperanza cifrada en el escenario nacional. 

“La rivalidad se da en la cancha con respeto, pero más respeto hay que tener por la memoria”, sintetiza Vignozzi. Sobre la calle hay hinchas de Argentinos, Lanús, Vélez, Racing, Central, Gimnasia, Los Andes e Independiente, entre otros. Están unidos por los derechos humanos. Están juntos para reparar la identidad futbolera de los hinchas desaparecidos en la última dictadura. Están en Ferro, en Banfield y también en Talleres de Remedios de Escalada donde desde este sábado Hugo Goyenetche, secuestrado en abril de 1976, también es socio-honorario del club.  

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(Foto: Télam)