Ignacio Malcorra dice que le gusta mucho el rock. Sobre todo, el rock nacional. Que vio a Callejeros y a Los Piojos. Y a los Rolling Stones, cuando se presentaron en 2006 en el Monumental y él jugaba en las inferiores de River. “Por ahí me levanto y digo: ‘Me voy a cortar, a hacer algo’. Me tuve que sacar las rastas. En las reuniones de padres de la escuela de mis hijos caía y te miraban de reojo, raro. En el fútbol también, pero pasaba más desapercibido, tenés de todo”. Malcorra, N° 10 zurdo de Rosario Central, fue el máximo asistidor (9) en la Liga 2023. Nacido en Río Colorado, provincia de Río Negro, es uno de los pocos futbolistas patagónicos en Primera (del campeón mundial en Qatar, Marcos “El Huevo” Acuña, de Zapala, Neuquén). A seis días del clásico ante Newell’s en el Gigante de Arroyito, donde Rosario Central hace 23 partidos que no pierde, Malcorra -36 años, pasos por la Comisión de Actividades Infantiles (CAI), Aldosivi, Unión y Lanús en Argentina y Tijuana, Pumas y Atlas en México, más pases gol (74) que goles (57) en su carrera– se descubre, y deja entrever, a la vez, a la persona-jugador.

-¿Qué es el fútbol?

-El fútbol es todo. Es a lo que me dediqué toda la vida y me dio mucho. Obviamente que sí, te podés divertir, es lindo, yo juego por diversión: cuando entrás a la cancha te encanta que vas a jugar. Y a mí me gusta entrenar, el día a día. Es hermoso y me encanta. Entonces se disfruta pero a la vez se toma con mucha responsabilidad porque tenés otro tipo de presiones, porque después no la pasás bien. Lo tomás como un trabajo, porque si no te va bien, te quedás sin trabajo. No es “entro, la paso bien, y ya está”.

-¿Jugás porque tu abuela te regaló una pelota?

-Y sí… Mi abuela fue fundamental para que pueda estar donde estoy hoy. Fue la que siempre me acompañó, estuvo conmigo, me llevó desde chiquito a la cancha, a entrenar, a jugar. Lo que soy como persona y como futbolista es gracias a Anita. Me crió. Es mi mamá. Apenas nací me fui a vivir con ella y con mi abuelo. Cuando estaba en las inferiores de River, se fue a vivir conmigo a Buenos Aires. Me llegó a ver cuando jugaba en la CAI.

-¿Por qué no hay tantos futbolistas patagónicos?

-No abundan muchos de la Patagonia. Por ahí no nos miran mucho, no miran para ese lado, pero hay muy buenos jugadores. Los he conocido y conozco. Río Colorado, mi pueblito, tiene 20 mil personas. Prácticamente nos conocemos todos. Es a donde vuelvo todos los años para recargar energías y a donde voy a ir a vivir el día de mañana. En Río Colorado hay ocho equipos. Clubes de barrio, lindos. Han llegado a jugar en el Federal B. Empecé a jugar en Villa Mitre, el club de mi barrio. Después me fui a La Adela y a Independiente, y ahí es cuando jugué el Mundialito en General Roca, me vio la CAI de Comodoro Rivadavia y me fui con 12 años.

-¿Cómo era ese fútbol de Río Colorado?

-En mi pueblo no hay baby. Más al sur, sí, por el frío y el viento. Pero en Río Colorado achican la cancha, ponen dos arquitos, la marcan con cal, y jugás ahí, de siete jugadores, después a nueve, y ya a once. En el baby tenés más técnica, es más cubrir, toque. Pero en el otro fútbol es todo más potrero y huevo, tierra, botines de once.

-¿Por qué te fuiste de la Reserva de River?

-Estaba en la Sub 20 con Pancho Ferraro. Y me decían que tenía que empezar a jugar en Primera, tratar de tener roce de juego para llegar mejor al Mundial de Canadá 2007. El técnico en River era Passarella y bajaban muchos jugadores de Primera a Reserva y a veces ni jugaba en Reserva, sino en la Cuarta, en la Quinta. Y, por el hecho de apurar, dije: “Me voy”. Nos fuimos con mi representante a Uruguay y, no sé qué quilombo pasó, y me quedé seis meses sin jugar, en mi pueblo. Y después me fui a la B Nacional, a la CAI, donde había estado de los 12 a los 14, antes de irme a River.

-¿Qué hiciste en esos seis meses sin jugar?

-Me entrené, salía a correr por Río Colorado, a veces jugaba con mis amigos los torneos relámpagos los fines de semana; y después me fui a Buenos Aires y empecé a entrenar en el CEFAR, con los jugadores libres para moverme un tiempo. En mi pueblo se juegan los Comerciales. Te anotás, te hacés un equipo, y jugás. Es una liga paralela, amateur. Los que no tienen ganas de entrenar y tienen ganas de jugar el fin de semana, se anotan, pagan la inscripción, y ahí van y juegan. Son esos que después de jugar se quedan tomando. Son 12 equipos. Me han invitado, pero no me dejaron jugar, porque se iban a dar cuenta y se iba a pudrir todo. Cuando voy, juego con amigos, que juegan los lunes y miércoles fijo.

-Fuiste el máximo asistidor en la Liga 2023.

Soy un jugador que le da mucha importancia a las estadísticas porque sirve para mejorarme. Y aparte, pienso que en definitiva lo que vale hoy en el fútbol son los goles y los pases gol, se evalúan mucho. Es una guía. Al resto, no le doy tanta bola. Me gusta tratar de aportar. Es lindo dar una asistencia para ayudar a un compañero.

-¿Cuál es el secreto?

-Es natural. Soy un jugador técnico que tiene despliegue físico. El fútbol argentino es muy físico, tenés que estar bien para llegar a lugares de la cancha. Siempre fue muy físico, siempre es más friccionado que otros. En México se corre más, hay partidos de ida y vuelta, pero acá se va mucho más al choque. Aunque el fútbol es igual en todos lados. Por ahí una de mis virtudes es pegarle bien a la pelota, y trato de sacarle provecho.

-¿Tu sueño nunca fue jugar en Europa?

-Mi sueño fue siempre jugar en Primera División, desde chiquito, desde que veía en la tele Fútbol de Primera los domingos. Si no tenías codificado, tenías que esperar hasta la noche para ver los goles. Lo pude cumplir. También porque miraba siempre fútbol argentino, no es como ahora, que se ve todo y los chicos dicen: “Quiero jugar en Europa”. Miro fútbol europeo, los partidos que sabés que van a estar lindos, porque hay otros que son aburridos. Pero generalmente veo muchos partidos de Argentina. Me ponés un fútbol alemán y está jugando la B Nacional, te miro la B Nacional.

-¿Qué destaca tanto al fútbol argentino?

-La ambición y el hambre que tiene el futbolista argentino es lo que más se destaca. Mayormente se llega a Primera por el hambre y la ambición de jugar, de disfrutar, de llegar a ver todo lo que te da el fútbol. Y después vienen todas las otras cosas, como ayudar a la familia. Eso es lo que resalta, lo que hace que haya tantos argentinos por el mundo. El argentino no sólo juega por jugar, ve un camino de salida en el sueño de triunfar, y hasta que no logra conseguirlo, no para.

-¿En Rosario se potencia el fútbol?

El clásico más caliente es el de Rosario. En el día a día la gente es muy fanática. Por ahí dicen que tiene muchos empates, pero es porque se juegan tantas cosas, que nadie quiere perderlo por la presión que se genera. En Rosario se respira fútbol, hay muchos chicos que juegan muy bien, de todas características, muchos torneos, y por eso salen muchos jugadores. A muchos les digo que una cosa es ver a Central por la tele y otra es vivirlo en persona. Es hermoso. La cancha siempre está explotada, cualquier día, a cualquier horario, llueva, lo que sea.

-¿Cómo maduraste como futbolista?

-La edad es un número. El entrenamiento te lleva a mejorar y perfeccionar. Lo trato de aprovechar. Trato de practicar los tiros libres para fallar lo menos posible. A veces dicen que desde el córner no es asistencia pero son jugadas preparadas que hay que tirarlas ahí, porque si la tiro corta o larga, no es gol. Hay que ponerla ahí para que el compañero vaya y cabecee. Mi trabajo es ponerla para el gol y el de los demás meter el gol.