Mayo de 2014. Miami. Eugenio Figueredo, presidente de la Conmebol, y Jeffrey Webb, titular de la Concacaf, anuncian la Copa América del Centenario. Menos de dos años después, ni ellos ni varios de sus colegas pudieron llegar a ver rodar la pelota por el suelo yanqui. Están presos por organizar esta Copa que se puso en duda el año pasado, apenas estalló el FIFA gate. Fue la Copa que destapó la olla del estofado rancio que se cocinó en el fútbol sudamericano hace años. El FBI pudo meter la cola porque se cruzaron las cuentas norteamericanas.
Figueredo y Webb no son los únicos que no podrán estar en la fiesta que ellos mismos organizaron cobrando jugosas coimas por la venta de los derechos televisivos. Este escándalo se llevó puesto a las 10 asociaciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Los tres últimos presidentes de la Confederación Brasileña de Fútbol -Ricardo Teixeira, José Maria Marin y Marco Polo del Nero- están procesados por la Justicia estadounidense. Sebastián Bauzá, ex presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, tuvo que renunciar a su cargo. Luis Bedoya (Colombia) y Sergio Jadue (Chile) fueron inhabilitados de por vida para toda actividad ligada al fútbol por la FIFA. Carlos Chávez y Manuel Burga también fueron detenidos en Bolivia y Perú. Juan Ángel Napout, ex presidente de la Conmebol y de la Asociación Paraguaya de fútbol, tiene prisión domiciliaria después de pagar 20 millones de dólares de fianza en EEUU, en Nueva York, al igual que Rafael Esquivel (Venezuela). El 26 de junio allí, en Nueva Jersey, se jugará la final de la Copa América. Bien cerquita de donde pasan sus días detenido Alejandro Burzaco, capo de Torneos, que junto a los hermanos Mariano y Hugo Jinkis, titulares de Full Play, pagaron las coimas que generaron este escándalo y motorizaron la organización de esta Copa.