La pandemia y la cuarentena impactaron de lleno en la actividad económica. A pesar de los sendos decretos oficiales que prohibieron los despidos durante los tres meses más duros del aislamiento social y preventivo obligatorio hubo 300 mil los trabajadores registrados privados que perdieron su fuente de trabajo. La situación es más grave para los 1,4 millones de trabajadores no registrados que quedaron sin empleo al igual que para las 900 mil personas que, siendo autónomas, también salieron del mercado laboral.

Es que el dato saliente del informe de Mercado de Trabajo de la EPH del INDEC del segundo trimestre del 2020 es el derrumbe de la denominada tasa de actividad que cayó hasta el 38,4% de la población cuando un año atrás se ubicaba en el 47,7%. Por eso la Población Económicamente Activa, en los 31 aglomerados urbanos donde se realiza el relevamiento, pasó de los 13,5 millones de personas hasta los 10,9 millones. Si ese universo se proyectara al total de la población entonces la PEA habría pasado de 20,7 millones de personas a 16,7 millones.

Se trata de un valor inferior a la tasa de actividad de mayo de 2002 cuando había tocado el piso del 41,8%. En cuanto a la tasas de empleo (las personas ocupadas sobre el total de la población) también se ubicó en niveles similares a los de mayo de 2002 toda vez que el registro alcanzó el 33,4% cuando en aquel momento había llegado hasta el 32,8%.

Así las cosas, el desempleo, que técnicamente subió desde el 10,6% hasta el 13,1% en realidad, si se hubiera mantenido activa la misma población que lo estaba durante el primer trimestre de este año la tasa hubiera escalado hasta un 29,1% según estimaciones realizadas por el instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP). Paradójicamente, o no, horas después de que el INDEC diera a conocer estas cifras el gobierno nacional prorrogó el decreto que prohíbe despedir trabajadores sin causa por otros 60 días, hasta el 30 de noviembre.

El mismo informe del IPyPP indica que entre el primer trimestre y el segundo de este año “se observa una caída brutal de los asalariados no registrados (-44,7%), una importante reducción en la cantidad de patrones (-42,9%) que puede vincularse a la contracción de pequeños comercios y propietarios y también en los trabajadores por cuenta propia (-29,7%)”. Por eso, pronostican, “el derrumbe laboral adelanta el panorama que en términos de aumento de la pobreza y la indigencia tenemos hoy en la Argentina”.

En definitiva, la característica saliente de la etapa y que explica que el desempleo no haya llegado a niveles demasiado altos, es que “casi la totalidad de las personas que perdieron su empleo no pasaron a buscar otro empleo sino que se retiraron del mercado de trabajo”.

El mismo fenómeno se observa en las tasas de subempleo y la de ocupados demandantes que cayeron con relación al mismo trimestre del año anterior desde el 13,1% hasta el 9,6% la primera y desde el 18,3% al 11,6% la segunda. El fenómeno se explica por el desaliento y el escepticismo a la hora de aspirar a un nuevo empleo.

El impacto de la pandemia se sintió especialmente entre lo cuentapropistas y en los sectores informales de la economía. Por ese motivo el porcentaje de trabajadores informales se redujo drásticamente pasando del 34,5% al 23,8% del total de los trabajadores en actividad y dejando en evidencia la brutal exposición en la que se encuentra un tercio de los asalariados en el país.