Durante el segundo trimestre de este año el desempleo se redujo al 9,6%. Se trata de una caída de 0,6 puntos con relación al 10,1% que se había registrado durante el primer cuatrimestre del año y 3,5 puntos con relación a lo ocurrido durante el mismo trimestre del año anterior.

Sin embargo, los datos no reflejan del todo la realidad del mercado laboral puesto que el desempleo se mide sobre la denominada población económicamente activa (PEA) que es aquel sector de la población que trabaja o busca trabajo, desestimando aquellos que, por diversos motivos, hubieran decidido auto excluirse del mercado de trabajo.

De hecho, el 13,1% de desempleo que se registró durante el segundo trimestre de 2020, cuando regían las medidas de restricción a la circulación más estrictas como resultado de la pandemia de coronavirus, si se hubiera mantenido la PEA en términos constantes con relación al cuatrimestre anterior esa tasa hubiera alcanzado el 29% en función de la cantidad de empleos efectivos que se registraron en promedio durante ese trimestre.

Es que, la denominada tasa de actividad se derrumbó entonces hasta el 38,4% del total de la población mientras un año después ya llega hasta el 45,9%. Por ese motivo, la caída de 3,5 puntos no expresa la recuperación de casi 2,5 millones de empleos equivalentes a un crecimiento del 8% que se produjo durante el mismo período en los conglomerados urbanos que mide la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y que, proyectados al total de la población, serían hasta 4 millones.

En concreto, esos 0,6 puntos de caída del desempleo entre los dos primeros trimestres de este año se produjeron, a la vez, en un contexto de caída de los puestos de trabajo como resultado de una merma de 0,4 puntos de la tasa de actividad con relación al trimestre anterior. Se trata de la salida de poco más de 120 mil personas del mercado de trabajo posiblemente inducidas por la caída de la actividad registrada en el período y las dificultades para encontrar un trabajo. Un fenómeno conocido como «efecto desaliento».

Por su parte, el trabajo no registrado se ubicó en el 31,5% del total de los asalariados que contrasta con el 35,8% que existía antes de la pandemia y también con el 23,7% al que se redujo en el segundo trimestre de 2020, fundamentalmente por la rápida destrucción del empleo no registrado que se produjo durante las restricciones a la actividad. Este solo dato desmiente el argumento que sostiene que la eliminación de las indemnizaciones o la flexibilización laboral en general favorece la creación del empleo. Por el contrario, allí donde no rige legislación protectoria la destrucción de empleos es automática y no así su recuperación.

Además, ha sido el cuentapropismo el sector que, en términos relativos, muestra una mayor recuperación toda vez que pasó de representar el 9,4% del total de los puestos de trabajo en el primer trimestre de 2020 a explicar ahora el 10,2% de ese total. Dicho de otro modo se verifica un proceso de recuperación del empleo pero, a la vez, acompañado de una precarización del mercado de trabajo.