–¿Qué explica la toma de deuda del Estado nacional durante la era Macri?

Fue producto de la liberalización del mercado de cambios a partir de fines de 2015. Los dólares para financiar la salida de capitales los obtuvieron a través de mecanismos de endeudamiento. En términos institucionales, el mecanismo es el déficit fiscal, por el cual se gastan pesos. Para paliar el déficit, el gobierno se endeudó en dólares, que vendió al Banco Central; el Central emite pesos y luego los dólares los inyecta en el mercado para financiar la fuga de capitales. El mecanismo para financiar al Estado termina siendo la emisión monetaria, de una forma u otra. La diferencia está en que, en este caso, el Estado en su conjunto termina con un pasivo externo en dólares.

–¿Qué pasó con la deuda en pesos?

La otra pata vinculada a la toma de deuda es la existencia de una tasa de interés alta, que termina siendo disparatada. Es difícil saber con exactitud qué estaban pensando, pero sabemos que ellos usaron la tasa de interés para su programa de «metas de inflación», que nunca les funcionó. Lo cierto es que, al elevar la tasa de interés, lo que el BCRA terminó haciendo fue incrementar la deuda del Estado nacional, porque, al fin y al cabo, la tasa a la que se endeuda el Estado nacional es la tasa que establece el Banco Central.

–¿Los dólares que llegaron al país tuvieron alguna función productiva?

Los números de deuda y de fuga son muy similares. Durante el macrismo, la deuda en dólares se incrementó en 91 mil millones. Mientras la fuga de capitales llegó a una cifra muy parecida. Básicamente, toda la deuda fue a financiar la fuga. Para el único motivo por el cual la deuda en dólares puede tener un fin productivo es para la inversión en bienes de capital, pero las estadísticas no indican eso. Cuando crecieron las importaciones, fue por la tracción del consumo. Y junto con eso, la inversión se derrumbó. Así que podemos concluir que toda esta deuda fue tomada para financiar la fuga de capitales.

–¿Qué rol les cabe a las personas en esta fuga?

Es un tema bastante difícil, porque acá no sólo está presente la forma de ahorro de los grandes capitales sino también la de las clases medias altas. Suman dos millones de personas las que ahorran en dólares. No son tantos. Pero sus compras explican un poco menos de la mitad de la formación de activos externos, lo cual representa un volumen muy alto. La baja del cepo amplio, con límite en 10 mil dólares de compra máxima mensual, a 200 dólares, es una demostración de la fuerza de esos volúmenes de compra.

–Pero tienen que defender el valor de sus ahorros…

Es absolutamente comprensible. Pero la realidad es que el dólar no es la única manera de preservar valor.

–¿Estamos condenados a vivir con cepo?

No sé si es una condena. El dinero es una construcción institucional que contempla en cierta parte la coerción. Parte de la construcción monetaria está en que se obliga a usar una moneda y no otra; también en que se obliga a pagar impuestos para sostener esa moneda. Y todos lo aceptamos. ¿Por qué? Porque más allá de que son imposiciones, hacen funcionar al sistema, y eso nos da a nosotros una mejor calidad de vida que la que tendríamos sin sistema. La dificultad está en hacer entender que los fines individuales no llevan a los fines sociales. Esa coerción provoca incomodidad; es la incomodidad del que paga impuestos y no quiere.

–¿Cuál es el escenario que se le presenta al futuro gobierno con esta deuda?

Creo que un gran paso es tener control de cambios. Sin control de cambios, la Argentina es inviable macroeconómicamente. Hay tres grupos de pasivos que tiene el Estado nacional: los bonos en manos de los privados, las Letes en dólares que están en cuasi default y el FMI. Creo que se puede alcanzar un buen acuerdo de reperfilamiento de la deuda con el sector privado, que le permita a la Argentina pagarla y crecer. Solucionar las Letes es más complejo, por lo corto del plazo y el volumen involucrado, de 10 mil millones de dólares. No sabemos quiénes son los tenedores, pero si los bancos tuvieran un porcentaje, eso lo volvería manejable, porque los bancos los calzan con los depósitos en dólares y con encajes altos se logra que esos dólares no salgan del sistema. Con el FMI, va a depender de la decisión política del próximo gobierno, de negociar mostrando los dientes, porque el FMI hizo un zafarrancho. El FMI negocia con el garrote y la zanahoria; nunca tuvo un gran garrote porque no tiene un Estado detrás, y ya no tiene la zanahoria porque ya nos dio casi todos los pagos. El FMI no es un inversor ni un fondo de inversión. Algunos dicen que el Fondo quiere recuperar el préstamo; la realidad es que el FMI no quiere recuperar nada, su lógica no es la de invertir para obtener ganancias. El Fondo invierte con una lógica de geopolítica, tratando de influir en las decisiones políticas de los países a los que les presta. Está en la habilidad de nuestra clase política y de quienes vayan a negociar con el Fondo entender que no están negociando con un acreedor que quiere que le paguen.