La cebolla se ha convertido en un artículo de lujo. Su precio subió más de un 50% sólo en agosto, según informó el Indec la semana pasada. Pero esta suba sideral viene de antes: acumula un alza del 123% desde agosto del año pasado.

¿Qué ha pasado? El resto de las verduras y hortalizas que se consumen en la Argentina ni de lejos tuvieron esa misma suba en sus precios en el último año o en agosto.

En algunos productos, como la papa o la batata, las subas fueron de entre el 50 y el 70% en el último año. Se trata de alzas muy fuertes, más tratándose de artículos de consumo esencial. Pero no se acercan a lo sucedido con el precio de la cebolla.

En el caso de esta planta, varios factores influyeron en la suba de su precio, pero una en particular pesó sobre las demás: la dolarización de la cebolla.

La producción argentina de cebollas está concentrada en el sur de la provincia de Buenos Aires, no sólo en cantidad sino también en calidad. De Hilario Ascasubi, Villarino y alrededores salen las mejores cebollas del país.

Esas cebollas tienen destino de exportación, especialmente Brasil. Esto es así desde hace años. Pero desde mediados de 2018 se dio un giro en el mercado internacional. Brasil es un gran consumidor de cebollas, cuya producción interna no alcanza a cubrir la demanda interna. Argentina es un habitual proveedor de Brasil, aunque compite con Holanda y España, entre otros países europeos.

Una caída simultánea en la producción de cebollas en Europa y en Brasil, provocada por factores climáticos, derivó en un alza de su precio internacional –sí, la cebolla tiene precio internacional en dólares. A ello se le agregó que la producción local tiende a achicarse por las dificultades económicas de los productores locales, golpeados por la suba de los costos de producción (emplean fertilizantes y agroquímicos cuyos precios están dolarizados) y por la importación (porque en un momento, aunque parezca increíble, llegó a la Argentina cebolla importada).

A fin de cubrir su demanda, Brasil requirió más cebollas de Argentina. El resultado es que hay menos cebollas destinadas al consumo interno. Según cálculos privados, apenas un 30% de la cebolla –la de menor calidad- quedó disponible para los consumidores argentinos. El año pasado, ese porcentaje era del 40%.

Con la demanda de exportación creciendo, en un contexto internacional de precios más elevados por una menor cantidad de cebollas, los precios locales se dispararon. No importa si el producto de exporta o se consume acá, para los formadores de precios se trata de una oportunidad de hacer una fuerte diferencia.

Ahora está por ingresar al mercado la cebolla producida en Santiago del Estero, lo que podría aliviar un tanto el alza descomunal del precio. Pero en medios oficiales se cree que sus valores estarán más cerca de los $50 por kilo actuales; es decir, aprovechar los precios elevados.

Esta fiesta en la “cadena de valor” de la cebolla tiene, sin embargo, dos eslabones débiles: el trabajador agrario y el consumidor. Según datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, unas 6000 personas se desempeñan en las tareas vinculadas a la producción de cebolla, en buena medida afectadas por el trabajo no registrado y el pésimo pago de su tarea. Hasta allí no llega la bonanza de los precios.

En la otra punta se encuentra el consumidor argentino, para quien una ensalada mixta se ha convertido en un plato volador, por lo cada vez más alejado que se encuentra de su alcance.